Sólo la edad pudo vencer a los últimos dos obispos mexicanos seguidores de la Teología de la Liberación, Samuel Ruiz y Arturo Lona, que por décadas desafiaron amenazas, ataques y pedidos de dimisión dentro y fuera de la Iglesia Católica.
Este martes, Ruiz formalizó su despedida de las comunidades católicas de la diócesis de San Cristobal, en el estado de Chiapas, y Lona, obispo de la diócesis de Tehuantepec, en Oaxaca, deberá hacer lo mismo en cinco meses más.
Ambos prelados, cuyo trabajo se centró en comunidades indígenas, deben pasar a retiro por cumplir 75 años, según lo ordena el Derecho Canónico.
Ruiz y Lona fueron por más de 30 años, junto con los fallecidos obispos Sergio Méndez y Bartolomé Carrasco, los principales exponentes en México de la línea pastoral que pregona la "opción preferencial por los pobres" y de la Teología de la Liberación, corriente censurada los últimos años por el Vaticano.
En Chiapas y Oaxaca, estados del sureste de México, se concentra una alta proporción de comunidades indígenas y los niveles de pobreza están entre los más altos del país.
"Han sido largos años en los que hemos enfrentado juntos muchas dificultades, pero con la ayuda de Dios y la esperanza fuerte de ustedes vemos con alegría los avances logrados y el futuro lleno de posibilidades para los más pobres", escribió Ruiz en una carta dirigida a los católicos de su diócesis.
El obispo será reeemplazado el 10 de mayo por Felipe Arizmendi, un religioso moderado que encabeza la Secretaría Ejecutiva del Consejo Episcopal Latinoameircano.
El sucesor "conoce Chiapas y los sufrimientos de su pueblo, que valora nuestro proceso diocesano, que desea dialogar con todos (…) y tiene gran respeto por la cultura y lucha de los pobres", dijo Ruiz, varias veces candidato al Premio Nobel de la Paz.
En sus casi 40 años de obispo en San Cristóbal, Ruiz desarrolló una red religiosa entre los indígenas, con un discurso de denuncia social y rescate de la cultura nativa.
Según diversas fuentes, su trabajo fue aprovechado por activistas políticos para organizar la guerrilla zapatista, cuya irrupción el 1 de enero de 1994 generó 12 días de enfrentamientos con el ejército, seguidos por una tregua que se mantiene hasta la fecha.
Mediador en el diálogo de paz entre la guerrilla y el gobierno hasta que el Poder Ejecutivo lo desconoció por su supuesta afinidad con los rebeldes, Ruiz fue acusado de incitar a la violencia y el Vaticano lo investigó por "desviaciones doctrinarias".
Las amenazas de muerte lo obligaron a aceptar el resguardo de militares y en varias ocasiones se le pidió la renuncia, que nunca concretó.
Menos famoso que Ruiz, aunque con un discurso similar, el obispo Lona también recibió amenazas de muerte y ataques en los últimos años.
"Seis veces atentaron contra mi vida, pero logré salir ileso", relató el prelado, quien atribuye los ataques a "caciques" descontentos con su labor pastoral.
Lona, cuyo lenguaje radical lo enfrentó varias veces con nuncios apostólicos delegados a México por el Vaticano, considera que su próxima renuncia y la de Ruiz no acabarán con su legado.
Las huellas de la Teología de la Liberación quedaran en la comunidades eclesiales de base y en los pobres, quienes son los que en realidad "nos evangelizan, nos hacen despertar el mensaje de Jesús", dijo en una entrevista.
Lona, quien suele vestir de pontalones vaqueros, sandalias y camisetas informales, se autodefine como "el obispo de los jodidos", en referencia a los más pobres.
Al igual que Ruiz, la Iglesia lo investigó por su trabajo con los indígenas e incluso se le pidió que renunciara, según asegura, pero siguió trabajando.
Lona criticó la "obsesión de la Iglesia oficial, de mis superiores, por la obediencia y la autoridad, que yo creo que es autoritarimos a veces. La Iglesia es jerárquica, pero le falta mucho ser democrática, que no es contradictorio", declaró en una entrevista para el diario Reforma.
Con la próxima renuncia de Lona ante el Vaticano, y la salida de Ruiz, en México no quedará ningún obispo que pregone la Teología de la Liberación. (FIN/IPS/dc/mj/ip cr/00