La tasa de mortalidad infantil descendió casi de inmediato cuando se clausuraron cinco reactores de energía nuclear de Estados Unidos, según un estudio divulgado hoy en el 14 aniversario del desastre de Chernobyl.
Las conclusiones plantean la duda de si las emisiones de radiación de "bajo nivel" permitidas a las plantas nucleares ponen en peligro a los residentes de las inmediaciones.
El estudio fue realizado por el grupo Proyecto Radiación y Salud Pública, de Nueva York, y publicado en la edición primaveral del periódico científico Environmental Epidemiology and Toxicology (Epidemiología y Toxicología Ambientales).
Según el autor del estudio, Joseph Mangano, éste sería el primero en documentar mejoras en la salud después del cierre de una planta nuclear, y apoya otras investigaciones que muestran el aumento de cáncer infantil cerca de reactores en funcionamiento.
"Sin embargo, la Comisión Regulatoria Nuclear, las empresas públicas y departamentos de salud del gobierno nunca realizaron por su cuenta un solo estudio sobre el cáncer u otras enfermedades provocadas por la radiación", dijo.
Basado en estadísticas publicadas por el gobierno, Mangano examinó las tasas de mortalidad infantil en condados dentro de un radio de 80 kilómetros y en la dirección del viento imperante junto a cinco reactores nucleares en este país.
En los primeros dos años después del cierre de los reactores, la mortalidad infantil descendió entre 15 y 20 por ciento, comparado con el descenso promedio de seis por ciento entre 1985 y 1996.
En cada una de las cinco zonas estudiadas, ningún otro reactor nuclear funcionó dentro de los 110 kilómetros del reactor clausurado, lo cual creó una zona libre de radiación, según Mangano.
El estudio también explica la reducción de los casos de leucemia, cáncer y de muertes por defectos congénitos en niños menores de cinco años en los cuatro condados próximos al reactor de Rancho Seco, cerca de la ciudad de Sacramento, en California.
La reducción siguió durante los primeros siete años desde la clausura en junio de 1989. Por el contrario, la mortalidad infantil aumentó en los dos primeros años desde que comenzó a funcionar Rancho Seco en 1974.
Además de los cinco reactores incluidos en el estudio, Mangano descubrió que la mortalidad infantil descendió en otros dos reactores que se clausuraron en 1997.
En comunidades próximas al reactor de Big Rock Point, en Michigan, la mortalidad infantil descendió 54,1 por ciento, mientras cerca del reactor de Maine Yankee, en el estado de Maine, descendió 33,4 por ciento.
Mangano estima que la radiactividad puede haber afectado a la gente luego de infiltrarse en el aire, el agua, la leche, la vegetación y los peces.
Aunque el estudio no vincula directamente la causa del descenso de la mortalidad infantil a una menor exposición ambiental a la radiación de las plantas de energía, fuentes médicas sostienen que el estudio confirma un patrón que vincula la radiación con enfermedades.
Otros factores ambientales, como pesticidas, industria pesada, incineradores y los vertederos de residuos, no cambiaron significativamente en las regiones estudiadas durante el breve lapso de dos años, dijo Janette Sherman, médica especializada en medicina interna y toxicología.
Sherman, quien escribió varios libros sobre la relación entre la exposición a los químicos y las enfermedades, dijo que el estudio confirma lo mejor de los principios de salud pública, que cuando se elimina una causa conocida de enfermedad, la salud mejora.
"La investigación reveló que la … salud infantil mejoró drástica y rápidamente después de la clausura de los reactores", dijo.
Grupos de defensa ambiental dijeron que el estudio plantea interrogantes sobre los riesgos para la salud de 42 millones de personas que viven a menos de 80 kilómetros de estaciones de energía nuclear en este país.
El Proyecto Radiación y Salud Pública, junto con la Fundación Standing for Truth about Radiation (STAR), también de Nueva York, instó a la NRC a tomar en cuenta varios estudios, incluso el de Mangano, a la hora de considerar la renovación de los permisos de operación de los reactores.
Los propietarios de 28 de los 103 reactores de 17 plantas nucleares solicitarán la renovación de sus licencias antes del 2003. En muchas de éstas se documentaron violaciones a la seguridad, según la Fundación STAR.
"Aunque muchos creen que las emisiones y fugas de las plantas de energía nuclear perjudican a aquellos que viven cerca de las mismas, el gobierno federal no considera los posibles efectos para la salud cuando renueva los permisos", dijo Christie Brinkley, modelo integrante de la Fundación que aprovecha su fama para llamar la atención sobre el problema.
"El gobierno tiene la responsabilidad de decidir si las emisiones de estas plantas perjudican a la gente", dijo Michael Forbes, legislador del gobernante Partido Demócrata, en conferencia de prensa este miércoles.
El distrito electoral de Forbes pertenece a la región oriental de Long Island, en el estado de Nueva York, próxima a la estación nuclear Millstone.
Randy Snell, un habitante de Nueva York que reside cerca del reactor nuclear del Laboratorio Nacional Brookhaven descubrió hace siete años que su hija de siete años contrajo un raro tipo de cáncer, llamado rhabdomyosarcoma.
Snell descubrió 19 casos más del mismo tipo de cáncer en el condado donde vive. En una zona próxima al laboratorio, el porcentaje de cáncer en niños menores de 10 años desde 1994 superó 15 veces el promedio nacional, explicó.
"Los organismos estatales y federales de salud pública no movieron un dedo para confirmar el vínculo entre (el laboratorio de) Brookhaven y estos tipos poco comunes de cáncer infantil. Espero que este estudio los obligue a actuar", expresó. (FIN/IPS/tra-en/dk/da/aq/he-en/00