EDUCACION-KENIA: Polémica campaña para frenar fuga de cerebros

Las medidas adoptadas por el gobierno de Kenia para frenar la fuga de estudiantes universitarios son objeto de polémica en este país africano.

Cada año, 30.000 kenianos se marchan para estudiar en Europa, Estados Unidos y Asia debido al limitado acceso a la educacion en su país.

Toma tiempo, persistencia y dinero tramitar un pasaporte y documentos de viaje en oficinas, incluyendo las estatales, que a menudo no sólo se niegan a colaborar sino que ponen obstáculos. No obstante, no frenan el éxodo.

Tras completar sus estudios en el exterior, ante la posibilidad de una miríada de oportunidades de éxito profesional y financiero, o retornar a una Kenia sumergida en la delincuencia y la recesión, muchos optan por quedarse, incluso ilegalmente.

Inevitablemente, la pérdida de esos "brillantes y mejores" conspiró contra los esfuerzos de Kenia para salir de la pobreza y avanzar por la senda del desarrollo.

Cómo ampliar la enseñanza universitaria para satisfacer las aspiraciones de los kenianos es uno de los problemas de los sucesivos gobiernos. En los últimos dos años, Kenia intentó solucionarlo mediante cursos paralelos.

Los estudiantes paralelos deben pagar todos los costos por sí mismos, ya que el costo para educar a los alumnos regulares corre por cuenta del gobierno. Los dos grupos son enseñados separadamente si bien siguen los mismos programas didácticos. No obstante, el experimento parece ser un grave error.

Los cursos paralelos son criticados por educadores, quienes se quejan que se sacrificó la exigencia académica. Incluso el informe Koech del gobierno, en agosto de 1999, admitió la falta de "control equitativo de calidad y garantía cualitativa" en los programas paralelos.

Estudiantes con bajas calificaciones son admitidos a cursos profesionales competitivos como medicina y derecho mediante los programas paralelos. Anteriormente, esas materias estaban reservadas a estudiantes con notas sobresalientes.

"Es muy probable que se produzcan muchas deserciones o fracasos masivos, dado que las universidades no pueden remediar las carencias de la enseñanza secundaria", apuntó George Ogola, experto en pedagogía.

"Las autoridades alentaron a demasiada gente a tener un diploma, incluso aquella incapaz de estudiar a ese nivel", agregó.

Ogola señaló otro aspecto posiblemente peligroso en el programa del gobierno. "Algunas universidades introdujeron cursos irrelevantes y hay un superávit de egresados en arte. No necesitamos más", sostuvo.

"Lo que se debe fomentar es la formación técnica porque es ahí donde Kenia tiene déficit. El resultado es que tenemos miles de profesionales frustrados que no encuentran trabajo, y esa es una indudable receta de problemas", dijo.

En Nairobi, las manifestaciones estudiantiles que paralizan el céntro comercial ya son cosa común. Cualquiera puede ser la chispa que las provoque, desde cuestiones políticas serias como la reforma constitucional o la corrupción oficial, hasta los pésimos centros de alojamiento estudiantil.

"¿Qué sentido tiene? Al final uno tiene una montaña de deuda por costos educativos y escasa instrucción de valor. Un curso universitario cuesta 1.760 dólares anuales", destacó Charles Otieno, desilusionado del sistema de educación.

La introducción de las cuotas estudiantiles en 1995 tuvo lugar después de un cambio de mentalidad de los donantes, explicó William Saint, asesor de educación del Banco Mundial.

"Los aranceles son un medio para aumentar la financiación universitaria. Hacen que las universidades atiendan mejor las necesidades de los alumnos difundiendo la idea de los estudiantes como clientes", dijo.

Sin embargo, las cosas no fueron como Saint las previó. Eso se debió a la forma de financiación. Cuantos más estudiantes aceptaba una institución, más dinero otorgaba el gobierno sin tener en cuenta si podía brindar los servicios por los cuales pagaban sus "clientes". Como resultado, cada vez más estudiantes se sintieron estafados.

En otros casos, la teoría del estudiante "como cliente" parece haber sido tomada demasiado literalmente por profesores acusados de dedicar más tiempo a alumnos paralelos porque con ellos ganan más dinero.

Otros cuestionan la decisión del gobierno de dedicar escasos recursos a la enseñanza superior cuando millones de personas ni siquiera pueden pagar la escuela. En Kenia, apenas 150.000 estudiantes terminan la secundaria cada año. Sólo entre cinco y 10 por ciento ingresan a la universidad en Africa subsahariana.

Para los estudiantes kenianos, deseosos de una educación superior, la Universidad Virtual Africana (AVU), primera de su tipo en la región subsahariana, se creó en la Universidad Kenyatta hace dos años y ofrece una vía de progreso.

Los cursos en ciencias y computación son transmitidos desde universidades en el exterior. AVU tiene una biblioteca digital que permite a los usuarios el acceso a miles de materiales didácticos en línea desde numerosos países.

"AVU tiene el potencial de revolucionar la educación en Kenia. Es algo que todavía no ha sido bien explotado", comentó un ex estudiante. (FIN/IPS/tra-en/ks/sm/ego/aq/ed/00

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