ECUADOR: Creativo potencial económico de las fibras vegetales

Las fibras naturales utilizadas por indígenas y campesinos de Ecuador para elaborar productos artesanales desde hace siglos podrían transformarse ahora en una importante forma de obtener recursos, en beneficio de diversos sectores afectados por la crisis económica.

Esas fibras cobraron importancia en el mercado mundial en los últimos dos años al aumentar su demanda en los países del Norte industrializado para substituir a las sintéticas, que causan un impacto negativo en el ambiente.

La Universidad Católica inauguró hace dos semanas en la ciudad de Ibarra, dos horas al norte de Quito, el Centro Nacional de Investigación y Desarrollo Industrial de Fibras Naturales.

La entidad se encargará de ubicar las fibras, sus utilidades, su capacidad de recuperación y sus posibilidades de mejoramiento mediante distintas técnicas. También se encargará de promover el cultivo, uso y comercialización.

La primera tarea fue iniciar un inventario de vegetales con posibilidad de industrializar su fibra pues, si bien se considera que existe una extensa variedad de especies exóticas en la costa del océano Pacífico y la Amazonia, nunca se había estudiado cuáles, cuántas y dónde están.

El coordinador del Centro, Andrés Simbaña, informó que la idea de su creación surgió hace algunos años tras la constatación de la riqueza biogenética de Ecuador y la necesidad de utilizar los recursos sin causar mayores daños al ambiente.

Ecuador, "con cerca de 25.000 especies de plantas vasculares, es la nación con el mayor número de ese tipo de vegetales por kilómetro cuadrado en América Latina, por lo cual es considerado el país de las fibras naturales", arguyó Simbaña.

Por su parte, el director del Instituto de Fibras Naturales de Polonia, Ryszard Kozlowski, quien asesora en la implementación del Centro, aseguró que investigaciones realizadas en Europa demuestran que los filamentos de vegetales son más resistentes y su utilización se complementa mejor con la idea de un desarrollo sustentable.

La demanda actual por parte de los países industrializados también ayuda a que el cultivo sea rentable. "Las fibras sintéticas son muy negativas porque tardan más de 500 años en descomponerse, por eso en Europa se está yendo hacia las naturales", afirmó Kozlowski.

Varias empresas alemanas y japonesas decidieron suplantar paulatinamente la utilización de productos que no sean biodegradables.

Koslowski puso como ejemplo de ello a la empresa Mercedes Benz, que está experimentando con fibras de soja para producir determinados ácidos, necesarios para la industria de automóviles.

"En Japón se ha incrementado notablemente la fabricación de camas de fibras naturales que, según algunos investigadores, ayuda a descansar mejor a las personas, porque se eleva el nivel de alfaglobulina", señaló.

Entre las fibras que se producen en Ecuador con mayor demanda internacional está el abacá, de la que en 1999 se exportaron 57.293 toneladas a Estados Unidos, Gran Bretaña, Japón, Filipinas y España, y se espera para este año un aumento.

Abacá era utilizado hasta hace algunas décadas para fabricar cabos marinos, pero en la actualidad se usa para hacer papel de seguridad, como el de los billetes.

Los indígenas y campesinos ecuatorianos utilizan distintas fibras para realizar productos artesanales que luego se comercializan en el país y se exportan.

Esas fibras se extrae de las plantas de cabuya, totora, abacá, ceibo, palmas, paja toquilla, algodón, lufa, bambú, bejucos, pitigua, balsa, matapalo, caucho, rampira, anona, batea, achiote, majagua, higuerón, ortiga, mimbre, bejuco real y auro.

Son reconocidos en distintos ámbitos los trabajos de tejedores y tejedoras de esteras de totora en la provincia de Imbabura, en la Sierra norte, los fabricantes de sombreros de paja toquilla de Manabí, en la Costa central, y Azuay, en la Sierra sur, así como las tejedoras de cestos de palmas en Esmeraldas, en la costa norteña.

La producción artesanal que utiliza como materia prima a las fibras vegetales fomentó la creación de varias cooperativas que ayudan a mejorar la calidad de vida de artesanos y artesanas.

Montecristi, en la provincia de Manabí, y Capizhún, en Azuay, son dos pueblos conocidos en el exterior por la elaboración de sombreros con la paja toquilla que crece en las zonas aledañas.

En Capizhún, la única cooperativa del pueblo está integrada por 500 mujeres que producen sombreros para exportar a Alemania y Holanda.

En Cotacachi, provincia de Imbabura, una zona rica en cabuya, el Grupo de Mujeres y Medio Ambiente integrado por 34 madres de familia decidieron mejorar sus ingresos fabricando bolsos, tapetes, carteras, canastas y distintas artesanías a partir de las fibras de cabuya y comercializarlos a los turistas.

En Esmeraldas, los indígenas chachis, awas, epera y las comunidades negras producen artículos de cestería con fibras de palmera y cortezas de árboles.

En la cuenca del lago San Pablo, en Imbabura, más de 1.000 indígenas se benefician del cultivo y procesamiento de la totora.

Con las fibras de estas plantas fabrican esteras que venden directamente al público en la feria artesanal de la ciudad cercana de Otavalo, que cada sábado es visitada por cientos de turistas europeos y estadounidenses, y a comercios de Quito y de Colombia.

La totora que crece en el lago San Pablo se cultiva cuando alcanza tres metros, y se necesitan 150 fibras para fabricar una estera de dos plazas.

Simbaña explicó que es necesario que, además de materia prima para artesanías, las fibras se transformen en un producto de exportación que pueda atraer recursos al país.

"Es importante profundizar en la investigación sobre las fibras vegetales porque puede ser una salida creativa a la difícil situación económica que deben soportar algunos sectores", argumentó. (FIN/IPS/kl/dm/if en/00

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