Nohelí Pocaterra libró su última batalla frente a toda Venezuela cuando, en plena discusión de la nueva Constitución, se levantó enfundada en su vestimenta tradicional para defender el derecho de los indígenas a su hábitat y denunciar prejuicios racistas.
"Fue muy duro y terminó siendo el punto más polémico de la nueva Constitución, algo que nosotros no esperábamos", dijo Pocaterra, una fogueada dirigente que fue elegida junto a otros dos indígenas para representar las etnias en la Asamblea Constituyente de 131 miembros.
La ley fundamental que entró en vigor tres días antes de la llegada del 2000 incluye por primera vez un capítulo completo dedicado a los derechos indígenas y en el preámbulo advierte que la sociedad venezolana es "multiétnica y pluricultural", toda una novedad en la institucionalidad de este país.
El artículo 119 reconoce a los indígenas "su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias para desarrollar y garantizar sus formas de vida".
Esa disposición fue objeto de intensos y, por momentos, destemplados debates entre los constituyentes.
Los opositores al derecho de los indígenas a administrar sus tierras, entre ellos algunos militares retirados, alertaron sobre la creación de un estado dentro de otro estado, mientras el constituyente Jorge Olavarría denunciaba el peligro del mayor despojo territorial en la historia del país.
Pocaterra estuvo junto a los otros delegados indígenas en la primera línea de defensa de la inclusión de estos derechos en la Constitución.
"El del hábitat era un tema innegociable para nosotros, se trataba de un proyecto de vida… si no, creo que nos retirábamos", contó en una conversación con IPS en Caracas.
"Yo nací en La Guajira venezolana", dijo al referirse a la región noroccidental del país, colindante con Colombia, donde habita su pueblo. "Soy una indígena wayúu… y desde niña me fui formando en la lucha comunitaria", agregó.
A los nueve años comenzó a visitar la ciudad de Maracaibo, la segunda de este país, y fue entonces cuando comenzó a entrar en contacto con la realidad que la llevaría hacia la lucha comunitaria.
"Comencé a ver la discriminación, me llamaban la indiecita o la guajirita y yo me daba cuenta que no lo hacían con cariño sino en forma despectiva", recordó Pocaterra.
Los wayúu conforman la etnia más numerosa de Venezuela, donde hay 28 pueblos indígenas que, según los datos disponibles en la actualidad, agrupan a 315.000 personas que representan 1,3 por ciento de la población de este país.
Pocaterra se graduó de trabajadora social durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, derrocada en 1958 para dar paso a una democracia que se ha mantenido sin interrupciones hasta ahora.
"Tengo 40 años en la lucha", comentó al destacar que desde entonces siempre ha estado involucrada en iniciativas comunitarias y políticas a favor de los indígenas venezolanos.
En 1979 participó en el primer gran consejo indígena venezolano, en la cual ya se planteó la necesidad de reformar la Constitución de 1961, ya que "estábamos invisibles".
Esa ley fundamental, reemplazada en diciembre, apenas mencionaba a los indígenas en una línea, en que establecía la posibilidad de crear para ellos un régimen de excepción.
Pocaterra fue una de las fundadoras del Consejo Nacional (Conive), la principal organización indígena venezolana. En estos años "la lucha se amplía", pues no está limitada a defender la identidad cultural sino también a concretar nuevos derechos para las etnias.
En su caso, esa lucha también ha estado orientada a buscar mejores condiciones de vida para las mujeres y los niños indígenas.
"A nosotras nos forman para ser líderes, para ser maestras, para legar nuestras tradiciones y nuestra cultura", comentó refiriéndose a los indígenas wayúu, pero asegura que la situación de la mujer ha cambiado con la penetración cultural pues "ya no se le da tanta importancia a la educación de las mujeres".
La actitud de muchos hombres wayúu cambió en perjuicio de las mujeres, dice Pocaterra. Además, muchas se vieron obligadas a buscar sustento en el comercio, lo cual "resultó muy peligroso para ellas".
Las comunidades también comenzaron a registrar problemas de consumo de drogas y delincuencia, problemas que "nosotros no conocíamos".
La dirigente indígena participa en un proyecto para ayudar a las mujeres wayúu a recuperar el papel de liderazgo y a los niños a defender su trabajo, trabajo que se realiza en gran parte a través de casetes, pues "nuestra tradición es a base de la palabra".
Pero los desafíos para Pocaterra van más allá aún. En primer lugar tiene por delante una tarea de formación de los indígenas, a quienes debe explicar los artículos de la nueva Constitución, tanto para que conozcan sus derechos como para estimularlos a la participación política.
Para Pocaterra el próximo combate podría ser el de integrar el nuevo poder legislativo de Venezuela. La aprobación de la nueva ley fundamental determinó la desaparición del viejo Congreso bicameral, que será reemplazado por una Asamblea unicameral en el que los indígenas nuevamente tendrán reservados tres bancas.
"Esa es una gran conquista de participación política" y "ya me convencieron, por lo cual quisiera conquistar un puesto, si los votos me favorecen". (FIN/IPS/00