Los visitantes son recibidos con un cartel con las palabras de Martin Luther King: "Tengo un sueño". La activista malasia Irene Fernández encuentra inspiración en la frase del asesinado líder estadounidense.
"Todavía sigo soñando", dijo Fernández. Su aspiración es lograr una sociedad más igualitaria, en especial para las mujeres que se enfrentan con la discriminación. Pero podría sufrir cárcel por aspirar a que se cumpla su sueño.
Fernández reveló en 1995 las condiciones de vida en los campamentos donde se recluía a los trabajadores inmigrantes en Malasia. Docenas de detenidos perecieron allí por falta de alimentos, agua potable e higiene, y por abusos físicos y sexuales. Sus informes no fueron del agrado del gobierno.
En 1996, fue acusada bajo la Ley de Prensa y Publicaciones de difundir "noticias falsas" sobre las condiciones en los campamentos, cuestión irritante para un gobierno que pretende ser el abanderado de los países en desarrollo en foros internacionales.
En sus años de auge económico, antes de la crisis desatada en julio de 1997, un millón de trabajadores emigraron a Malasia, la mayoría procedentes de países vecinos.
Directora de la organización no gubernamental Tenaganita, Fernández ha tenido numerosos choques con el gobierno. La activista ayuda a prostitutas y trabajadores inmigrantes a luchar por sus derechos.
"Nunca deje de luchar desde que ingresé en el movimiento eclesiástico, hace 30 años", expresó en una entrevista.
Nacida en una familia devota, el padre de Irene la alentó para que se uniera a organizaciones cristianas sin adivinar que sería un paso hacia el mundo del activismo. Trabajó con grupos cristianos de jóvenes para asistir a los trabajadores en las plantaciones malasias.
"Me sumergí tanto en mi tarea que abandoné mi trabajo de maestra. Mi padre pusdo el grito en el cielo porque lo consideraba un empleo perfecto para una mujer", recordó.
Su madre tambien se preocupó. Otros familiares tampoco estaban de acuerdo. Los vecinos le decían a su madre que las buenas hijas debían quedarse en su casa en lugar de andar por las calles para participar en asuntos públicos.
"Acostumbraba a trabajar hasta tarde y mis vecinos dijeron a mi madre que yo era un pájaro sin nido. Eso la hirió profundamente", agregó.
Hoy, sigue trabajando hasta muy tarde. Fernández llega su oficina a las siete de la mañana y se marcha cuando ya es de noche. "Es una mujer de gran dedicación y muy exigente, porque es la primera en dar el ejempl una de sus asistentes, Catherine Amuranayagam.
Fernández, de 53 años, tambien es exigente con sus hijos, dos mujeres ya crecidas y un varón. "Somos como hermanas", aseguró Katrina, de 15 años, que está muy orgullosa de su madre y teme que la puedan encarcelar.
"Me consuelo pensando que lucha por una buena causa", agregó.
Fernández mantiene su firme convicción de que los trabajadores inmigrantes necesitan protección en los países que los reciben. "El gobierno trata a esas personas como descastados. Fueron bien recibidos cuando se los necesitaba pero ahora se los culpa de todo lo que sucede, ya sea un robo o una violación", observó.
"Los trabajadores inmigrantes son enviados de vuelta inmediatamente cuando se descubre que son portadores del virus del sida. ¿Por qué el gobierno no piensa que se contagiaron aquí? Todos ingresaron al país con una cartilla sanitaria limpia", expresó.
El veredicto está previsto para junio. Si la hallan culpable, podría recibir una condena de tres años de cárcel o 5.263 dólares de multa, o ambos castigos.
"Sería difícil, pero, gradualmente, estamos preparando a los niños", dijo el marido, Joseph Paul, consultor administrativo y coordinador local de Amnistía Internacional.
La actuación de Fernández como activista comenzó cuando trabajaba en la Asociación de Consumidorees de Penang, una isla situada al norte de la capital federal, Kuala Lumpur.
"En la Asociación he planteado cuestiones como el derecho de las mujeres a amamantar. Incluso fui de puerta en puerta para hablar con ellas desde los derechos individuales hasta la seguridad en el hogar", contó.
Su trabajo la llevó al extranjero, donde dio charlas y pronunció discursos públicos sobre derechos individuales y laborales. Posteriormente, Fernández fundó el Colectivo de Desarrollo Femenino, destinado a poner de relieve los derechos de las mujeres.
Fernández lanzó las campañas contra la violencia de que son objeto las mujeres, incluso la sexual. "Tenaganita brinda refugio a prostitutas que sufren abusos y tambiéen a madres solteras. Comenzamos aconsejando a mujeres inmigrantes, pero ahora ayudamos a ambos sexos", acotó.
La activista advirtió que las organizaciones no gubernamentales en Malasia tropiezan con dificultades en un ambiente político que no alienta el disenso. Las leyes pueden ser usadas para desbaratar su tarea. "Sin embargo, luchamos contra esas adversidades, y eso es lo que importa", afirmó.
Como muchos otros activistas, Fernández cree que el fermento político en Malaya deriva del clamor por el arresto y posterior condena del viceprimer ministro Anwar Ibrahim, un rival del actual jefe del gobierno, Mahathir Mohamad.
"La gente tiene más conciencia política. Existe un disenso jamás visto hasta ahora, incluso protestas callejeras. Están exigiendo un nuevo liderazgo y pienso que la presión llevará incluso al gobierno actual a ser más responsable", dijo.
Su labor como activista ha recibido reconocimiento internacional y en la última navidad recibió miles de postales con buenos deseos de "gente que ni siquiera conozco", apuntó.
Sin embargo, consigue momentos de reposo. "En casa miro televisión, no hablo de trabajo porque soy madre y esposa, pero siempre recuerdo mi sueño", dijo. (FIN/IPS/00