En todos los lugares que Shoko Kitayama habla de sus experiencias como persona que vive con virus de inmunodeficiencia humana (VIH), su audiencia la escucha absorta.
Un grupo de enfermeras aplaude o estalla en carcajadas a medida que la delgada y pálida mujer, una operadora sanitaria de 33 años, relata con humor cómo superó el miedo y el dolor cuando comprobó que tenía el virus que causa el sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida).
Kitayama descubrió que contrajo el VIH cuando estaba trabajando en Africa como voluntaria años atrás.
"No es fácil decir a la gente que una es VIH positiva, pero la decisión valió la pena. Después que volví a Japón y comencé de nuevo a trabajar y dar conferencias sobre prevención del sida, me siento feliz nuevamente", explicó.
"Estoy terriblemente impresionada", afirmó Miyoko Mishima, una enfermera en el salón que fue a escuchar a Kitayama.
"Cada palabra que dijo (Kitayama) fue eficaz no sólo porque reveló su espíritu de lucha, sino tambien porque nos ayudó a entender mejor las necesidades de los pacientes y trabajar para crear un ambiente más propicio a los portadores de VIH", agregó.
Kitayama es también una enfermera pública y forma parte de un grupo de mujeres que ha decidido salir al descubierto sobre su estado de portadoras de VIH, en una sociedad donde hablar de temas tabú no es fácil.
Se desempeñaba en una oficina de salud pública en Japón cuando decidió ir a Tanzania como voluntaria en 1994. Trabajó como dietista en Kilosa, una aldea donde la mala alimentación era un grave problema para sus habitantes.
Kitayama dijo que contrajo el virus de un novio africano que resultó positivo a los análisis de VIH. Le ordenaron volver a Japón pese a que solicitó seguir trabajando en Kilosa.
"Eso (el retorno) fue un golpe duro", recordó. "Yo amaba a Africa y su gente. Aprendí mucho del valor de la vida en la aldea porque sus habitantes no son ricos ni orientados comercialmente como los japoneses".
Kitayama, que vive actualmente en Kioto, en el oeste de Japón, lleva una vida igualmente plena de trabajo como enfermera comunitaria y pasa mucho tiempo dando conferencias sobre su enfoque positivo de vivir con VIH.
También ayuda formando parte de un panel de prevención del sida en el Ministerio de Salud y Bienestar, y está terminando un libro en el que compila sus experiencias.
Expresó que se siente a gusto educando a los japoneses sobre la profilaxis del VIH y tambien enseñando a la gente a no discriminar a los que contrajeron el virus, porque tienen derechos y la misma sensibilidad que cualquier otra persona.
"Mi mensaje está dirigido sobre todo a las mujeres jóvenes que afrontan el mayor riesgo en Japón. Deseo que más mujeres se protejan a sí mismas sabiendo que el VIH no es solamente una preocupación externa sino tambien una enfermedad que puede afectar a cualquiera de ellas", dijo.
"Después de todo, el sexo no es algo que hay que esconder o avergonzarse, porque es parte de la existencia cotidiana", agregó.
Kitayama puede hablar a los demás de la vida desde el punto de vista de aquellos que contrajeron el virus.
El primer médico que consultó en Japón le pidió que fuera discreta acerca de su estado, dado que era una empleada pública. Su novio japonés rompió la relación arguyendo que no podía casarse con ella siendo portadora de VIH.
Kitayama ayuda a presionar al gobierno para que adopte políticas que permitan el acceso fácil a los análisis sobre VIH, especialmente en áreas rurales donde los dispensarios públicos a menudo están cerrados en horarios vespertinos, y también proteger la privacidad de los resultados.
"Hombres de negocios y mujeres oficinistas que necesitan someterse a las pruebas no pueden concurrir a los centros especializados si solamente están abiertos durante la hora de almuerzo, o sienten, en las pequeñas comunidades, que pueden ser reconocidos fácilmente en el dispensario público", explicó.
Muchos analistas opinan que resulta clave para Japón facilitar el acceso a esos centros, debido a que la propagación es mayor de lo que se cree en un país de 120 millones de habitantes.
Funcionarios del Ministerio de Salud y Bienestar calcularon que más de 15.000 personas habrán contraído el virus para el 2003, el doble del cálculo oficial de las 7.320 personas con VIH registradas a fines de 1998.
El año pasado, los funcionarios japoneses difundieron un informe señalando que muchas personas no se someten a análisis porque no tienen idea que pueden estar infectadas. Otros aprenden después de un considerable retraso lo que significa ser portadores, un lapso tal vez crucial en el tratamiento médico.
Chizuko Ikegami, responsable de Ambiente Comunitario y Existencia Positiva (Place), un grupo que trabaja con mujeres infectadas en Tokio y también les imparte educación sexual, explicó que el gobierno debe adaptarse todavía a los cambios sobre conducta sexual ocurridos en Japón.
La filial de Place en Tokio invitó a Kitayama a participar en un simposio realizado en diciembre para llamar la atención sobre la enfermedad entre las mujeres.
"Como paciente, Kitayama ofrece el mensaje más eficaz. Al dar una imagen positiva, no sólo ella se fortalece como mujer sino los pacientes", dijo Ikegami.
En efecto, la gente con VIH a menudo lleva existencias solitarias, aislada de amigos y parientes, e incluso en hospitales que supuestamente deben prestar ayuda.
El mayor signo de discriminación social tal vez sea que, pese a su audacia de hablar en público, Kitayama usa un seudónimo cuando realiza su campaña porque no quiere perder su trabajo.
"Le dije a mis padres (sobre el VIH), lo cual fue particularmente difícil. Pero no quiero que mi jefe se entere porque podría impulsarlo a pedirme que me vaya", arguyó.
Kitayama, quien aspira a casarse y tener una familia, ahora cuenta con un documento oficial que la reconoce como minusválida. Su seguro de salud también cubre los medicamentos y los servicios de un consejero, que es su asesor principal y confidente.
Sabe que no puede volver atrás en el tiempo, pero ha encontrado la manera de usar su estado de portadora de VIH para hacer que su vida sea lo más productiva y relevante posible.
"Por primera vez en mi vida siento que, a pesar de mi infección, o quizás por causa del VIH, he sido capaz de conducir una vida que no se preocupa por pequeñeces sino que me impulsa todo el tiempo a llevar una existencia plena", afirmó. (FIN/IPS/00