/Día de la Mujer/ BRASIL: De la rebeldía al cine como medio de reflexión

Los indígenas guaicurúes de Brasil dejaron en la época colonial a sus mujeres con los militares portugueses como muestra de interés en un acuerdo de paz. Se trató de un "caballo de Troya" para distraer a los enemigos, penetrar en el Fuerte Coimbra y diezmar su guarnición.

Se salvaron sólo cuatro de los más de 50 soldados de la fortaleza avanzada de la ocupación colonial, en el oeste de Brasil, actual frontera con Paraguay.

Ese episodio histórico de 1778 inspiró no por casualidad la nueva película rodada por Lucía Murat, "Brava gente brasileña". Un triunfo de la resistencia indígena a la invasión de sus tierras, con mujeres violentadas pasando a un papel activo, coincide con las inquietudes de la cineasta.

La primera película de Murat, "Pequeño ejército loco", es un documental de mediano metraje sobre la lucha de los sandinistas en Nicaragua, antes que tomaran el poder en 1979.

El primer largometraje, "Qué bueno verte viva", mezcla testimonios de mujeres que sobrevivieron a las torturas de la dictadura militar en Brasil (1964-85) y una interpretación teatral de las secuelas psicológicas.

Los primeros temas salieron de su propia vida. Murat, detenida en marzo de 1971, sufrió por dos meses y medio las torturas que le provocaron flebitis y pérdida de sensibilidad en las piernas hasta hoy.

Adolescente rebelde, lectora de Simone de Beauvoir y los clásicos de la literatura occidental, participaba en la revolución de costumbres de su generación hasta que, siendo estudiante de economía, pasó a la militancia política contra el régimen militar.

Vivió la agitación estudiantil de Río de Janeiro en 1968 y adhirió al Movimiento 8 de Octubre, grupo guerrillero cuyo nombre recuerda la muerte del Che Guevara. Actuó en la clandestinidad de fines de 1968 hasta que fue detenida.

Liberada en 1974, se graduó de economista y se dedicó al periodismo, sin poder firmar sus artículos ni contratos debido a la persistente persecución de los organismos de represión política.

"El cine entró en mi vida como forma de reflexionar sobre el revés, las experiencias trauméticas y la sociedad", además de buscar cierta unidad en una formación personal diversificada, con mucho de arte, señaló Murat, quien remató: "casi fui bailarina clsica".

El documental en Nicaragua era la continuación del periodismo y respondía a su curiosidad sobre el sandinismo. La falta de recursos le impidió convertirlo en largometraje, insertándolo en una ficción reflexiva sobre la lucha política en Brasil.

"Que bueno verte viva", una revisión del sufrimiento imaginada en 1986 y concluida en 1988, le exigió enfrentar el escepticismo y el temor al fracaso.

"Estás loca", le decían por considerar el tema demasiado amargo. "Recelaba desmayar en el estreno, temía la reacción de las personas, de las participantes", recordó.

La buena acogida de público y crítica recompensó el esfuerzo. Además de los espectadores del circuito de "cines de arte" en 1989, "unos 15.000 a 20.000", el filme se vendió muy bien en video, también en Europa y Estados Unidos, se exhibió en canales de televisión por cable y "sigue siendo visto".

Su obra siguiente, "Dulces poderes", de 1995, trata de la ética del periodismo, a partir de la experiencia de ex colegas involucrados en campañas políticas.

La confrontación entre indígenas y los colonizadores portugueses en "Brava gente brasileña" le interesó por rescatar una historia de la "integración racial impuesta a hierro y fuego" y el choque "entre dos mundos".

Descubrió que los guaicurús practicaban el control de la natalidad, el aborto y tenían normas sexuales a las que sólo ahora la sociedad blanca se acerca.

La dificultad que enfrenta para hacer sus filmes, pese a la capacidad ya reconocida, afecta también a los cineastas hombres en Brasil, "un mercado periférico, dominado", sostuvo.

Durante el intervalo de muchos años hizo programas televisivisos, videos educativos y acumuló guiones e ideas.

Murat fue una de las pocas directoras de cine surgidas en Brasil hasta la década del 80. Se multiplicaron en los años 90, cuando respondieron por cerca de 15 por ciento de la producción nacional.

Las mujeres "son más radicales, arriesgan más en la búsqueda de nuevos caminos, aportes estéticos, por su mirada distinta y menor compromiso con el poder", afirmó Murat. (FIN/IPS/00

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