El principal problema de salud en el mundo será la depresión, advirtió la Organización Mundial de la Salud, y en América Latina, alrededor de 24 millones de personas sufren de algún transtorno depresivo que requiere tratamiento inmediato.
Para el año 2010, la depresión ocupará el primer lugar en el listado de enfermedades más frecuentes, debido principalmente al estrés en el que se vive actualmente, dijo el psiquiatra Elard Sánchez, director del Hospital Hermilio Valdizán de Lima.
Actualmente, la depresión se sitúa entre las 10 enfermedades de mayor prevalencia en el mundo y, de continuar la tendencia, pronto será más letal que el cáncer y las afecciones cardiovasculares.
El mayor riesgo de la depresión radica en que, si no es tratada a tiempo, puede inducir al suicidio. "Todo paciente deprimido es un sucida en potencia y hay que estar atento a las señales que emite", indicó Sánchez.
El suicidio, a su vez, es la octava causa de muerte en el mundo.
Investigaciones refuerzan la tesis de que los problemas familiares y sociales, y la imposibilidad de resolver necesidades básicas, afectan la salud mental.
"Mejorar la calidad de vida de las sociedades constituye una forma esencial de promover la salud mental en la población", afirmó el psiquiatra chileno Pedro Ríoseco, profesor de psiquiatría de la Universidad de Concepción.
"La pobreza resulta un factor de deterioro de la salud mental porque genera frustración en el individuo rodeado por la escasez", añadió.
Pero otros especialistas no comparten esa opinión. Enrique Macher, director del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado de Lima, asegura que "la pobreza per se no produce ninguna patología".
"Si la pobreza produjera enfermedad, más del 50 por ciento de la población (peruana) estaría mal. (…) Y cada vez sabemos más sobre sus causas orgánicas. No son sólo psicológicas", puntualizó.
No obstante, las cifras parecerían indicar que los problemas económicos causan algún deterioro en la salud mental de los individuos, empujándolos a salidas desesperadas.
Un estudio del Hospital Larco Herrera, el principal centro de salud mental de Perú, entre 210 suicidas fallidos del año anterior que reciben atención médica actualmente por depresión aguda, reveló que el 52 por ciento de ellos no tenía empleo, el 44 por ciento percibía un poco más de cien dólares.
El 70 por ciento eran solteros y más del 50 por ciento eran jóvenes entre 18 y 35 años.
Lo que parece cierto es que en las sociedades caracterizadas por guerras, violencia social, desplazamientos forzados, a los problemas de cada persona se suman los traumas propios de vivir constantemente amenazados, que repercuten negativamente sobre la salud mental, causando diferentes transtornos.
Este es el caso de Perú, donde cinco millones de personas sufren depresión.
Sin embargo, las estadísticas demuestran que ni siquiera el uno por ciento recibe atención médica especializada, lo que se atribuye en parte a la escasa oferta de profesionales. En Perú, con una población de 24 millones de habitantes, sólo hay 350 psiquiatras y 10.000 psicólogos.
En el I Congreso Peruano de Neuropsicofarmacología, realizado en noviembre pasado, se reconoció que la depresión frecuentemente no es diagnosticada ni tratada y los índices de prevalencia entre la población oscilan entre el 18 y el 20 por ciento.
"La prevalencia y efectos adversos de la depresión en el sistema inmunológico (bajando las defensas) y cardiovasculares (predisponiendo a contraer enfermedades) constituyen una bomba de tiempo para la salud pública", se señaló en el congreso.
Las cifras guardan relación con las de otros países de la región. Un poblador de Santiago de Chile, por ejemplo, tiene un 33 por ciento de probabilidades de desarrollar depresión o algún transtorno psíquico en algún momento de su vida, según Ríoseco.
El médico chileno reconoció que la investigación epidemiológica en salud mental es aún muy escasa en América Latina. Sin embargo, señaló, la gente ha perdido el miedo a mostrar sus afecciones psíquicas y "empieza a reconocer la depresión como una enfermedad".
El psiquiatra peruano Enrique Galli subrayó el enorme impacto económico de la depresión en la sociedad, debido al ausentismo laboral, menor productividad y falta de iniciativa, costos que generalmente no son cuantificados en los países de la región.
Estudios realizados en Estados Unidos y Gran Bretaña revelaron que los costos directos de atención a pacientes deprimidos bordean los 4.000 millones de dólares, en tanto los costos indirectos ascienden a 16 millones de dólares.
Galli cree que la difícil situación económica que atraviesan los países latinoamericanos recibiría un alivio considerable si los pacientes deprimidos tuvieran atención oportuna y especializada.
En este sentido, el Hospital Hermilio Valdizán viene impulsando un proyecto de creación de microempresas que permita a los pacientes deprimidos tener un trabajo en condiciones "no perversas", es decir, que a la vez de generar un ingreso haga las veces de terapia ocupacional. (FIN/IPS/zp/ag/he/00