Las elecciones parlamentarias de Irán removieron obstáculos para las reformas en un país en que rige la ley islámica, pero no borran de manera automática el poder político de los ayatollás.
El gobierno reformista de Mohammed Jatami logró una victoria abrumadora en las elecciones parlamentarias del viernes, en una votación en la que participaron 80 por ciento de los ciudadanos habilitados.
Dos tercios de los 62 millones de habitantes de este país, así como la mayoría del electorado, nacieron después de la Revolución Islámica que puso fin a la monarquía del shah Mohammad Reza Pahlevi en 1979.
Esos votantes no tienen vínculos afectivos con la revolución que lideró el ayatollá Ruollah Jomeini. Para muchos de ellos, la red informática mundial Internet y el modo de vida occidental tienen más convocatoria que el mantenimiento del control de la sociedad en manos de los clérigos.
"Queremos que el país nos pertenezca. Queremos ser capaces de decidir en lugar de que se nos diga todo el tiempo qué debemos hacer y qué no. ¿Por qué seguir desconectados del resto del mundo?", se preguntó Bahoney Karimi, estudiante de administración de empresas de 21 años.
El aislamiento que sufre Irán en la arena política internacional es atribuida a la considerable cuota de poder que conservan los clérigos musulmanes, en un país donde rige la shariah (ley islámica).
Pero esta nación ha desarrollado reformas graduales y lentas desde la victoria de Jatami en las elecciones presidenciales de mayo de 1997.
Las restricciones sociales se aliviaron, mejoró el papel de las mujeres en la vida política y floreció la prensa. Las reformas más ambiciosas fueron, con frecuencia, bloqueadas por el Consejo de los Guardianes, un órgano de supervisión de las normas constitucionales.
Los seis clérigos y los seis juristas que integran el Consejo de los Guardianes, creado en 1988, controlan que los proyectos ya aprobadas por el Majlis (parlamento) y los candidato a legislador se ciñan a la ley islámica.
El Consejo es nombrado por el ayatollá Alí Jamenei, líder espiritual de los musulmanes chiítas, quien tiene la última palabra en cuestiones de gobierno, ya sean de política nacional como asuntos exteriores. Noventa por ciento de los iraníes son chiítas.
Los reformistas, entre quienes figuran clérigos, intelectuales y académicos, proponen que el líder espiritual sea elegido en las urnas, y argumentan en ese sentido que todo ser humano, por más influyente que sea, debe ser responsable ante la ley.
Esta posición es compartida por la mayoría de los estudiantes y profesores universitarios que protestaron el verano boreal pasado en Teherán y Tebris.
Los reformistas logran respaldo incluso en las escuelas religiosas de la ciudad histórica de Ghom, en el centro del país, donde confluyen estudiantes de religión de Asia, Africa, América y Europa. Allí residen los principales líderes religiosos chiítas, conocidos como "ayatollás".
Estas estructuras religiosas y de poder político serán obstáculos en el camino hacia cambios radicales en Irán, a pesar de que el Majlis, de 290 miembros, será dominado por los reformistas, que lograron triunfos abrumadores el viernes en Teherán y otras grandes ciudades como Isfahan, Shiraz y Mashad.
La votación reformista también fue buena en pequeños poblados, donde otrora fueron mayoría los conservadores clericales.
El resultado de las elecciones parlamentarias tendrá un impacto importante en la influencia del presidente Jatami y en la agenda política que él ha procurado implementar desde su llegada al gobierno, hace dos años y medio.
Un Majlis dominado por los reformistas pondrá fin al control de los conservadores y retirará del camino los impedimentos para implementar el programa del presidente, dirigido a acabar con el aislamiento internacional de Irán.
Jatami pretende establecer buenas relaciones políticas y económicas con Europa y con Estados Unidos, que hasta ahora debieron soportar la actitud antioccidental de los clérigos conservadores.
En materia de política internas, Jatami aspira a instaurar una interpretación moderna del Islam chiíta y a liberar a los iraníes de la intervención de los "guardias islámicos" en la vida privada.
Jatami también impulsa un diálogo abierto entre los clérigos y otros grupos sociales, con la intención de remover los potenciales conflictos originados en diferentes interpretaciones del Corán, el libro sabrado de los musulmanes.
El mandatario también quiere que el carácter de clérigo no baste para imponer a un funcionario en un cargo de decisión gubernamental, para lo cual buscará personas calificadas y competentes. Eso liberará a órganos económicos y judiciales del control de los "guardias".
Jatami no tendrá oposición en el ejército, cuya tradición incluye la no intervención en asuntos políticos y religiosos. (ENDS/IPS/mor/na/raj/sm/mj/ip/00