El gobierno de China lanzó una nueva cruzada para desarrollar la región occidental, rica en recursos pero con una población pobre e inquieta, luego de 50 años de campañas y grandes proyectos ineficaces.
Para encender la máquina económica del oeste, el gobierno central planea realizar una gran transferencia de tecnología, fondos y recursos humanos a 10 unidades provinciales: Shaanxi, Gansu, Ningxia, Qinghai, Xinjiang, Sichuan, Chongqing, Yunnan, Guizhou y Tibet.
El paquete de políticas preferenciales para inversores extranjeros es aún más generoso, ya que ofrecerá exoneraciones fiscales en las 19 provincias del centro y el oeste.
El presidente y jefe del Partido Comunista, Jiang Zemin, parece seguir los lineamientos del difunto líder comunista Deng Xiaoping al ayudar al oeste a volverse igualmente rico que la costa oriental.
Durante su publicitada gira por el sur de China en 1992, Deng dijo que aquellas áreas en condiciones más favorables debían esforzarse por crecer más rápido y, una vez en la prosperidad, debían pagar más para ayudar a las áreas menos desarrolladas. El líder previó que ese momento llegaría al finalizar el siglo XX.
Si bien con el momento elegido para la campaña hacia el oeste Jiang se ciñe estrictamente a las pautas de su predecesor, tiene buenos motivos políticos para hacerlo.
El aumento a nivel mundial de los conflictos étnicos incrementó la preocupación de los líderes chinos sobre la preservación de la integridad nacional en este país multinacional, que será uno de los mayores desafíos del siglo entrante.
La gran mayoría de los 108 millones de chinos integrantes de minorías étnicas viven en el interior del país y ven con envidia a sus connacionales más ricos que viven a lo largo de la costa.
La brecha en el acceso a la riqueza, la educación, el cuidado de la salud y las oportunidades de empleo entre la zona costera y el interior se amplió durante los años del gobierno de Deng, que se propuso convertir a la región costera en el "motor del crecimiento" nacional.
Cuando Deng Xiaoping inició sus reformas de mercado en 1978, la diferencia en el ingreso por habitante entre el este y el oeste de China era de sólo 200 yuan (52,63 dólares). En 1998, el ingreso individual de los agricultores costeros alcanzó 3.600 yuan, casi el triple que los del oeste.
Al invertir dinero en la empobrecida región occidental del país, que alberga a muchas comunidades minoritarias, Beijing espera contrarrestar el descontento popular y posibles conflictos étnicos.
"La aceleración del desarrollo de las regiones minoritarias no sólo es una cuestión económica crucial, sino también una cuestión política crucial", admitió el presidente Jiang en su discurso del Día Nacional, el año pasado.
Sin embargo, es difícil predecir cuán eficaz será la transferencia de fondos desde el centro en cuanto a la mejoría de las relaciones étnicas, porque el capital será canalizado hacia grandes proyectos de infraestructura y energía.
Esto podría llevar a algunos habitantes locales a cuestionarse si realmente se están beneficiando o si los chinos han -la etnia dominante, con 92 por ciento de la población- se apropian de sus recursos.
Además, los expertos son cautelosos en cuanto a las dimensiones y las consecuencias políticas de este emprendimiento, debido a sus extrañas analogías con la campaña hacia el oeste de Mao Zedong en los años 60.
Contrariamente a Deng, quien perseguía una estrategia de crecimiento regional desigual, Mao era partidario de erradicar las diferencias entre regiones mediante una fuerte inversión industrial en el interior.
A partir de comienzos de los 60, cerca de la mitad de la capacidad económica de China se volcó a lo que se dio en llamar "el tercer frente".
El primer frente se refería a la defensa a lo largo de la costa frente a Taiwan, para contrarrestar la amenaza de Estados Unidos. El segundo consistía en la defensa en gran escala y la industria pesada de Manchuria, cerca de la frontera con la entonces Unión Soviética.
La construcción del "tercer frente" en el interior subdesarrollado consistía en construir o trasladar desde la región costera unas 29.000 fábricas a un costo estimado de 54.000 millones de dólares.
"Fue el plan de reubicación industrial más osado y quizá más disparatado que ningún país intentó jamás. Desde mediados de los 60 hasta mediados de los 70, casi la mitad del presupuesto nacional se destinó a la construcción del tercer frente", señalaron John Frankestein y Bates Gill en un estudio sobre la industria militar China.
Académicos chinos estimaron que un tercio de la inversión total se desperdició.
Siguiendo las pautas fijadas por el presunto sucesor de Mao, Lin Biao, sobre construir "en las montañas, en dispersión y en cuevas", la mayoría de las obras se construyeron en áreas remotas e inaccesibles que carecían de toda infraestructura.
Algunos proyectos nunca fueron terminados, y muchos tuvieron grandes dificultades para ajustarse a la realidad económica durante la era de las reformas.
El diario The Economic Daily advirtió en enero en una columna editorial que los arquitectos de la nueva "campaña hacia el oeste" deberían cuidarse de cometer errores similares.
"El oeste no necesita equipos anticuados y contaminadores descartados por el este", señaló.
Por supuesto, existe una diferencia clave entre la campaña actual y el tercer frente de los años 60 y 70, en cuanto a que los planificadores centrales prestarán más atención a los dividendos económicos.
Consideraciones políticas aparte, la cruzada hacia el oeste tiene su justificación económica, opinó Dali Yang, un académico chino de la Universidad de Chicago y autor de un estudio sobre diferencias regionales.
"Esta estrategia asegurará a la costa fuentes de energía y materia prima, y proveerá inversiones a la región occidental, devastada por el colapso de los precios de los productos agrícolas", observó.
Sin embargo, la política dicta que cada una de las unidades provinciales del oeste recibirá dinero de Beijing, y Yang cree que este hecho reducirá la urgencia para reformar los gobiernos de la región. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/dv/00