Grecia pretende que Gran Bretaña le devuelva estatuas y frisos del Partenón de Atenas, retirados hace casi 200 años por un embajador británico y aún retenidos en un museo de Londres.
La Acrópolis (parte fortificada y más elevada de las antiguas ciudades griegas) de Atenas es un espectáculo maravilloso cuando la baña la dorada luz del sol, vista desde la colina de Licabeto, en pleno centro de la ciudad. También lo es por la noche, erguida en el cálido abrazo del resplandor lunar.
Sin embargo, hubo una época en la cual la Acrópolis lucía aún más imponente, en todo su esplendor, cuando 17 exquisitas estatuas y 56 paneles de un friso adornaban el Partenón, el templo que domina la cima de la Acrópolis.
Esas obras de arte, creadas por el gran escultor griego Fidias y sus discípulos, están hoy muy lejos de Atenas, en el Museo Británico de Londres, y su retorno es objeto de un intenso, emotivo y continuo debate entre Gran Bretaña y Grecia.
Los mármoles fueron quitados del Partenón en 1801 por Lord Elgin (Thomas Bruce, 1766-1841), séptimo duque de Elgin, undécimo duque de Kincardine y embajador británico ante Selim III, sultán del Imperio Otomano en Constantinopla. Por eso se les llama "Mármoles de Elgin".
Al parecer, el sultán emitió un edicto que permitió al duque buscar antigüedades, un pasatiempo espléndido para cualquier aristócrata de la época. Grecia era entonces un rincón del Imperio Otomano.
Los griegos, con no poco orgullo nacionalista e indignación, señalan que los mármoles llegaron a Gran Bretaña simplemente como resultado de un saqueo, y que Lord Elgin siguió apropiándose de antigüedades hasta 1811.
Los británicos, con considerable aplomo, insisten en que los mármoles fueron comprados por Elgin en forma legal a su propietario. Luego los adquirió la corona británica, mediante una ley especial aprobada en la Cámara de los Comunes, por 35.000 libras esterlinas.
Eso ocurrió en junio de 1816, tras cinco años de regateo del aristócrata con la corona.
Tales fueron las crasas iniquidades sufridas por la obra de Fidias y de sus talentosos y entusiastas discípulos.
Hace pocos años, Melina Mercouri, la batalladora actriz de cine y ex legisladora socialista griega, formuló una demanda oficial para repatriar los mármoles cuando era ministra de Cultura de su país.
Cuando Mercouri falleció, la campaña fue continuada por su marido, el cineasta estadounidense Jules Dassin, con el apoyo de una larga lista de políticos y celebridades.
El caso recibió un impulso inesperado el año pasado cuando William Saint Clair, un ex funcionario británico, reveló en su libro "Lord Elgin y los mármoles" que éstos habían sido dañados después de caer en manos de los británicos.
Según Saint Clair, a fines de los años 30 un grupo de trabajadores inexpertos fue instruido, por instigación del principal patrocinante del Museo Británico, Lord Duveen, para que limpiara los mármoles de la pátina adquirida durante siglos.
Duveen vivía en un país atiborrado de estudiosos de la antigüedad griega, pero pensó que los mármoles debían haber sido del más puro blanco, y los obreros los atacaron sin piedad con cinceles de cobre y cepillos de alambre.
Un equipo de expertos griegos, alertados por primera vez sobre ese episodio ocurrido hacía 60 años, viajó a Londres el año pasado, y no fue una sorpresa que comprobaran "daños irreparables" en los mármoles.
Como si eso no hubiera sido suficiente para suscitar preguntas y asombros, trascendió que el museo había recibido en ocasiones a personas importantes que cenaron y bebieron vino rodeados por los mármoles, y que en algunos casos se pasearon por la sala de exposición ataviadas con "togas" modernas.
Fue previsible que un coro griego en Atenas gritara "¡Vergüenza!" y "¡Escándalo!" para expresar su absoluta desaprobación.
Luego, con la intención de calmar los ánimos, el Museo Británico organizó un simposio de 200 académicos y expertos e invitó a algunos especialistas griegos.
Sin embargo, cuando se sirvió el almuerzo junto a los tesoros clásicos que datan de 25 siglos atrás, muchos concluyeron que los británicos estaban mostrándose obtusos en forma deliberada, y abandonaron el simposio con rabia e indignación.
Se informó que el presidente estadounidense Bill Clinton, a quien algunos consideran un mediador, dijo a las autoridades griegas durante su última visita a Atenas que él habría devuelto de inmediato los mármoles del Partenón si hubiera tenido autoridad para hacerlo.
Trascendió además que Clinton se ofreció para hablar del asunto con su amigo el primer ministro británico Tony Blair.
La oficina de Blair, sin embargo, no tomó en cuenta las sugerencias de Clinton, y rechazó "en forma categórica" la devolución de las antigüedades. "No hay ningún cambio respecto de los mármoles de Elgin. No hay planes para restituirlos a Grecia", afirmó un portavoz del primer ministro.
El congresista estadounidense Don Payne planea presentar un proyecto de "Ley de Reunificación de los Mármoles del Partenón" para pedir su retorno a Atenas antes de las Olimpíadas del año 2004, que se realizarán en Grecia, el país de origen de los juegos, para que todo el mundo pueda verlos sobre la Acrópolis.
Payne señaló que Clinton reconoce la importancia del Partenón, como símbolo de la democracia, para el patrimonio cultural de Estados Unidos y la comunidad internacional.
El curador británico de antigüedades griegas Ian Jenkins, con un lenguaje más propio de la Gran Bretaña imperial que de la actual, afirmó que dos de las mejores esculturas de la Acrópolis de Atenas "siguen pudriéndose sobre el Partenón mientras nosotros hablamos".
Michael Daly, otro experto británico, sostuvo que Elgin había "salvado" los mármoles.
Se informó que el príncipe Carlos de Inglaterra dijo al ex rey griego Constantino que los mármoles debían ser devueltos, pero la controversia sigue respecto de esas antiguas maravillas de la escultura. (FIN/IPS/tra-en/ws/sm/ego/mp/cr ip/00)