Argentina y Brasil decidieron intensificar la cooperación científica, nuclear y espacial, y establecer mecanismos de asociación en proyectos conjuntos que podrían tener fuerte impacto en el futuro del Mercosur.
"Si bien la cooperación científica y tecnológica con Brasil existió siempre, ahora se trata de darle mayor impulso y una nueva orientación", dijo a IPS Roberto Pascual, responsable de Relaciones Institucionales de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) de Argentina.
La CNEA es uno de los organismos involucrados en los proyectos que ambos países definirán en el marco de la agenda común de cooperación científica y tecnológica.
La discusión de la agenda común comenzó en enero en Brasilia, durante la reunión que mantuvieron el ministro de Ciencia y Tecnología de Brasil, Ronaldo Sardenberg, y el secretario de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de Argentina, Dante Caputo.
Durante los próximos tres meses, funcionarios argentinos y brasileños discutirán los lineamientos de acción conjunta y, tras reunirse nuevamente a mediados de abril en Buenos Aires, definirán la agenda que luego elevarán a los presidentes Fernando de la Rúa, de Argentina, y Fernando Henrique Cardoso, de Brasil.
Pero los funcionarios también intentarán avanzar en la solución del principal problema que presentan las investigaciones y desarrollos conjuntos: la armonización de las legislaciones nacionales sobre propiedad intelectual y patentes.
En ese sentido, Sardenberg sostuvo que es indispensable avanzar en la compatibilización de las leyes y normas de los dos países, porque "sin una base legal común no hay cómo intensificar la asociación".
No obstante, ambas partes consideran prematura una ley de patentes común, una materia que compete a los parlamentos de cada país.
Caputo destacó que "existe la decisión política de dar un salto cualitativo en las relaciones científicas y tecnológicas, que van más allá de la cooperación y apuntan a la asociación", y para llegar a eso "hay que comenzar a definir los proyectos que se llevarán adelante".
"Teniendo más fuerza, podremos hacer más negocios", indicó Sardenbeg, quien le transmitió a Caputo el interés de su país en la mano de obra argentina, en particular de ingenieros.
Más de 700 investigadores argentinos desarrollaron proyectos en Brasil en los últimos años y el tema del intercambio de profesionales ocupa un lugar relevante en la agenda.
Ambos países coinciden en señalar que los proyectos de cooperación de mayor interés son los relacionados con la energía nuclear, la biotecnología, las actividades espaciales y la informática.
Al respecto, Pascual señaló que en Brasilia se conversó sobre la posibilidad de que empresas brasileñas intervengan en la terminación de la central nuclear Atucha II, ubicada al norte de la provincia de Buenos Aires, que demandará una inversión de 640 millones de dólares.
Las obras de Atucha II, que una vez finalizada podrá abastecer el siete por ciento del consumo eléctrico de Argentina, quedaron paralizadas cuando faltaba 20 por ciento de su construcción.
"Se aguarda una decisión del gobierno argentino para terminarla", dijo Pascual, quien recordó que una empresa argentina participa en la construcción de la central brasileña Angra II.
Tanto Sardenberg como Caputo descartaron la posibilidad de construir una central nuclear binacional, aunque aclararon que "siempre están abiertos a nuevas propuestas".
Por el momento, la idea más firme es la de llevar adelante proyectos que permitan aumentar el comercio de productos o servicios relacionados con la generación de energía nuclear, tales como combustibles y elementos atómicos.
Por otra parte, Brasil está interesado en que se reactive el Centro Argentino Brasileño de Biotecnología (Cabbio), en el que trabajan grupos de investigación oficiales y privados en proyectos que tienen una aplicación productiva, fundamentalmente en las áreas de salud, agricultura e ingeniería bioquímica.
El comercio de alimentos es clave para los principales socios del Mercosur, que han concentrado gran parte de los proyectos del Cabbio en el desarrollo de productos transgénicos, que hoy enfrentan serias resistencias en muchos mercados.
El Cabbio, que fue creado en 1986, se implementan proyectos binacionales que articulan la cooperación entre el sector científico y el empresarial, y se forman profesionales argentinos y brasileños.
Entre 1987 y 1999 se desarrollaron más de 65 proyectos conjuntos, entre ellos los relacionados con anticuerpos monoclonales, maíz transgénico, cancro cítrico, vacuna triple, reactivos para hepatitis B, producción in vitro de embriones con garantía sanitaria y marcadores para células tumorales.
Una de las tareas más relevantes del Cabbio es la vinculada con el Banco de Cepas Microbianas y el Banco de Microorganismos, que reúnen y preservan en sus colecciones la biodiversidad existente en la región.
Ese trabajo constituye un catálogo de los recursos existentes, que pueden ser aprovechados por el sector científico y tecnológico, así como por el productivo.
No obstante su importancia, el Cabbio enfrenta en la actualidad un período de paralización, que ambos países parecen dispuestos a revertir.
En otro orden, las agencias espaciales de Argentina y Brasil suscribieron en 1998 un acuerdo que contempla el desarrollo de un satélite binacional y el lanzamiento de experimentos argentinos a bordo de cohetes brasileños.
Un ejemplo de la cooperación en el campo espacial es el del satélite argentino de aplicaciones científicas (SAC-C), equipado con cámaras fotográficas, que fue sometido a pruebas en el Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil y será lanzado al espacio el 13 de abril, desde Estados Unidos.
En cuanto a la informática, Brasil, que apuesta a aumentar sus exportaciones de software, analizará con Argentina las perspectivas de vincular las redes de computadoras de ambos países a través de un sistema regional de fibras ópticas. (FIN/IPS/va/ag/sc/00