Una enorme cantidad de mujeres en Argentina trabaja casi ocho horas diarias, incluso sábados y domingos, sin recibir salario alguno. Se trata de las llamadas amas de casa, que mantienen limpio el hogar y la ropa, cocinan y cuidan a niños, niñas, enfermos y ancianos.
El cálculo podría resultar obvio en la mayoría de los países, pero ahora existen organizaciones que procuran echar luz sobre la situación para generar un debate sobre la necesidad de reconocer el valor de esta tarea. Pero sin caer en la trampa de pagar a las mujeres para que sólo ellas sigan haciéndola, aclaran.
En este país es tan común que el hombre no participe de las tareas domésticas que las propias mujeres agradecen cuando su cónyuge "es muy colaborador" o la "ayuda" con las tareas domésticas y en el cuidado de los niños.
Al mismo tiempo, hay hombres que consideran una "ayuda" para ellos el trabajo remunerado de sus esposas.
Las tareas están repartidas de una manera bastante fija, a pesar de la masiva entrada de las mujeres al mercado laboral y de sus progresos en materia de instrucción, que la llevaron a ser mayoría en la universidad y a tener el mejor rendimiento académico.
"Mi esposa vende filtros de agua a domicilio para ayudarme un poco", comentó a IPS Horacio Martínez. La mujer, que nunca había trabajado fuera del hogar, se reveló como muy buena vendedora y gana más dinero que él, pero Martínez sigue considerando "una ayuda" el trabajo de su cónyuge.
El dato sobre el trabajo en el hogar fue el resultado de una encuesta realizada entre mujeres mayores de 14 años, a instancias de la Secretaría General de Amas de Casa de Argentina.
El estudio reveló que las mujeres que asumen de manera exclusiva responsabilidades domésticas y tienen niños invierten siete horas y 20 minutos diarios en su labor.
Pero las que tienen un empleo remunerado no están liberadas de esta carga, y es cuando aparece la llamada "doble jornada", cumplida por quienes tienen un trabajo remunerado fuera del hogar sin delegar la labor doméstica. Este sector trabaja en promedio cuatro horas y 17 minutos por día en quehaceres de su casa.
Por tal razón, las mujeres de doble jornada laboral están en actividad 11 horas y media por día, restándoles tiempo a su esparcimiento, al contrario de los hombres, sostiene el informe.
Agrega que es común que las mujeres sean las primeras en levantarse cada día para poder dejar cuestiones domésticas resueltas antes de trasladarse a su empleo. Al mediodía se dedican a "hacer compras para la casa, a la noche atienden a la familia y los fines de semana limpian, lavan y planchan".
María José Lubertino, presidenta del Instituto Social y Político de la Mujer, dijo a IPS que en los últimos años se comprobó un aumento en la cantidad de hombres que participan de la crianza de sus hijos, pero no en aquellos que comparten otras tareas hogareñas, como limpiar, lavar o cocinar.
Esto es demostrativo "de la enorme desigualdad que existe entre varones y mujeres en la distribución de tareas, incluso entre sectores profesionales", comentó Lubertino.
Explicó que los hombres intervienen más en "jugar" con los niños que en asistir a reuniones escolares, bañarlos o alimentarlos.
El fenómeno de la tarea doméstica se conoce en el mundo con el nombre de "trabajo no remunerado", aunque desde hace algunos años grupos de mujeres procuran traducirlo en cifras para poner de manifiesto un hecho aparentemente doméstico y cotidiano, pero que está en la base de la inequidad entre los géneros.
El último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señaló que las sociedades asignaron gran parte de la responsabilidad doméstica a las mujeres, que dedican dos tercios de su tiempo de trabajo a actividades no rentadas frente a un cuarto del tiempo de los hombres.
El estudio sostiene que el mercado no recompensa la atención de la casa, de los niños y ancianos y, por el contrario, castiga a quienes dedican tiempo a esas actividades que distraen tiempo para el trabajo remunerado o para desarrollar aptitudes que les permitan incorporarse al mundo del trabajo.
Ese "castigo" se explica básicamente por prejuicios de género. El modelo patriarcal de sociedad indica que la mujer debe trabajar en el hogar, en lo que se llama "tarea reproductiva" y el hombre en actividades "productivas", por lo general fuera de la casa, reseña el trabajo del PNUD.
Esta división de tareas no siempre se cumple. "Una gran cantidad de mujeres se incorporó al trabajo remunerado en los últimos años, pero no se registra un movimiento igual de hombres colaborando más en la casa", opinó Marcela Rodríguez, del Centro de la Mujer de Vicente López, provincia de Buenos Aires.
El estudio solicitado por el sindicato de Amas de Casa reveló que las mujeres producen 60 por ciento de los bienes y servicios del país y, sin embargo, son los hombres los que perciben 61 por ciento de las remuneraciones. El problema es que el aporte doméstico no figura en las estadísticas.
Lubertino indicó que en América Latina sólo en Bárbados existe un plan para que el trabajo hogareño, para algunos "invisible", se considere en las cuentas públicas como aporte al producto bruto interno, sobre la base del legado que implica la crianza y cuidado de niños, niñas, enfermos y ancianos.
Sin embargo, a la hora de encontrar una solución a esta inequidad, en Argentina afloran posiciones muy diferentes. El Sindicato que pidió la encuesta considera que el Estado debería pagarle al ama de casa un salario para "jerarquizar" su labor y hacerla visible.
Pero tanto Lubertino como Rodríguez consideraron que esta alternativa no es conveniente en absoluto.
"Estas modalidades estigmatizan a la mujer en su papel doméstico, y yo creo que lo que hay que procurar es que las responsabilidades del hogar y de los hijos sean compartidas", opinó Lubertino.
Por su parte, Rodríguez señaló que estas iniciativas pueden ser "un arma de doble filo", ya que, si bien "es cierto que la falta de remuneración es un problema, si le pagamos seguimos relegando a la mujer a lo doméstico, con lo cual se profundiza el estereotipo de ellas como encargadas del hogar y de los hijos".
Las dirigentes prefirieron otras vías de reconocimiento, tal el desarrollo de servicios sociales por parte del Estado, como guarderías gratuitas para los más pequeños, o el otorgamiento de "subsidios ciudadanos", una herramienta que serviría para asegurar la crianza de los niños.
Las mujeres más jóvenes coinciden en que las cosas están cambiando, pero de manera lenta y con algunos retrocesos. Las parejas de recién casados o convivientes, que tienen ambos trabajos remunerados, comparten más equitativamente las tareas hogareñas.
Al respecto, el informe del PNUD sostiene que una vía para neutralizar las inequidades de género podría estar en una reducción de la carga horaria de los hombres, para estimular su mayor participación como responsable de las cuestiones del hogar y la crianza de los menores.
Pero al llegar los hijos, las cosas se complican. El hombre trabaja más horas en su empleo remunerado y la mujer suele reducir su jornada afuera del hogar, replegándose en la crianza de los hijos.
"Cuando me casé, ella era una profesional exitosa", comentó a IPS Alfredo Suárez, de 52 años. Su mujer, Pilar González, tenía entonces 30 años y era psicopedagoga, pero la pareja tuvo luego cuatro hijos y ella debió dejar de ejercer la profesión. (FIN/IPS/mv/dm/dv hd/00