El reconocimiento del enorme valor económico de la biodiversidad está permitiendo a Brasil reorientar el desarrollo de la Amazonia, hasta ahora procurado mediante actividades depredadoras de sus recursos naturales.
El Programa Brasileño de Ecología Molecular para Uso Sostenible de la Biodiversidad (Probem), definido en 1997, procura convertir la Amazonia en fuente de productos de alto valor agregado y de conocimientos científicos avanzados, especialmente por la biotecnología.
Esa actividad, una vocación tardíamente reconocida, tiene interés en conservar la riqueza natural, tal como el turismo ecológico. Cambia así la lógica de la expansión económica aún vigente, basada en la extracción maderera y minera, la ganadería y el monocultivo agrícola, todos devastadores de bosques.
Además, los indígenas y otros tradicionales habitantes locales se beneficiarán porque serán remunerados sus aportes a la generación de nuevos productos, como los conocimientos que tienen sobre propiedades medicinales, alimentarias, cosméticas y aromáticas de vegetales o animales de la región.
Los pobladores de los bosques tienen ese patrimonio, que representa un "gran camino ya recorrido" para la investigación y que "todos los investigadores nacionales o extranjeros buscan", observó Mary Allegretti, secretaria de Coordinación del Amazonia en el Ministerio de Medio Ambiente.
El Probem obtuvo la semana pasada un mecanismo financiero para su ejecución práctica, un fondo para financiar proyectos de biotecnología y pagar los derechos a la población.
El mecanismo se inspiró en el Fondo Permanente de Alaska, creado por Estados Unidos en 1977 con rogalías del petróleo para gestión ambiental y pagar indemnizaciones y dividendos a los esquimales. Se trató de una experiencia exitosa, que acumuló 27.000 millones de dólares hasta 1998.
Cualquier empresa o institución que pretenda desarrollar productos a partir de substancias amazónicas tendrá que asociarse a Bioamazonia, organización mixta creada por el gobierno con la comunidad científica y representantes de la sociedad para ejecutar el Probem.
Bioamazonia se apoya para cumplir su misión en un instrumento técnico-científico y otro financiero.
El primero es el Centro de Biotecnología de Amazonia, un complejo de 26 laboratorios y servicios que se construye en Manaos, capital del estado de Amazonas, el cual estableció vínculos con una red de universidades e institutos independientes del país, que ya impulsan trabajos incluidos en el programa.
El instrumento financiero es el Fondo Permanente para la Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad de la Amazonia (FPBA), para cuya creación Bioamazonia recurrió al banco Axial, una singular institución financiera dedicada a inversiones en ambiente, en especial en biodiversidad.
Fundado hace tres años en Sao Paulo por el empresario suizo Pierre Landolt, el Axial obtuvo una ayuda de un millón de dólares de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo y del Banco Interamericano de Desarrollo, para el empuje inicial del FPBA.
La meta es captar en dos años unos 150 millones de dólares de inversionistas privados, mientras el gobierno prevé aportar 48 millones de dólares hasta le 2003 en el Probem.
Las empresas interesadas en material biológico y datos obtenidos por Bioamazonia pagarán una tarifa que se incorporará al fondo, explicó el director de Axial, John Forgach.
Como en la exploración de petróleo, en esta actividad se impone el costo de la concesión de un área y luego las regalías del producto obtenido, añadió.
El Probem enfrenta, sin embargo, una dificultad legal. Aún depende de la aprobación de una legislación que reglamente el acceso a los recursos genéticos brasileños.
Ante el "vacío legal", rige la Convención Mundial sobre Diversidad Biológica, que somete el acceso a la autorización del Estado nacional. Sin eso, la retirada de cualquier material genético por extranjeros es ilegal, aclaró el ministro de Medio Ambiente, José Sarney Filho.
Pero "no todo es biopirataría", hacen falta reglas para que empresas seriamente interesadas en desarrollar productos biotecnológicoos puedan hacer la prospección biológica, señaló Allegretti.
Los negocios en esa área son casi billonarios. Solo medicamentos representaron 300.000 millones de dólares en 1998 y cerca de 40 por ciento de ellos se originaron en fuentes naturales, según la Bioamazonia. A eso se suman perfumes, cosméticos, alimentos e insumos industriales.
Brasil tiene la mayor biodiversidad mundial. Solo en Amazonia se concentran de 10 a 15 millones de los 30 millones de insectos del mundo y 22 por ciento de todas las especies vegetales. "Una riqueza extraordinaria", según Forgach.
Hay que convertir eso en realidad económica, de forma sustentable, en negocios armónicos con la conservación de la diversidad biológica, reconocen las autoridades ambientales.
La "lógica económica" impide que tenga éxito una política limitada a la represión a actividades dañosas al ambiente, admitió Allegretti. (FIN/IPS/mo/dm/en if/00