Un grupo de mujeres kurdas, cansadas de enterrar a sus familiares, iniciaron una campaña para poner fin al conflicto entre su grupo étnico y el gobierno de Turquía, que provocó la muerte de 30.000 personas desde 1984.
No entendemos "por qué estos jóvenes deben ir a las montañas a morir, dejando atrás una hermosa vida", cuestionó Asiye Turhalli, una mujer kurda que vive en Estambul.
"Nuestros hijos no habrían muerto si esto hubiera sido al revés", aseguró, refiriéndose a la campaña militar lanzada por el gobierno de Turquía contra la minoría kurda del país.
Turhalli es de Diyarbakir, una provincia situada en el sudeste del país que se tornó el corazón de la rebelión kurda.
Después de 30 años de vivir allí, tuvo que huir porque la presión militar se volvió insoportable, y ella era blanco de amenazas porque varios de sus seis hijos se unieron a la lucha que iniciaron los kurdos hace una década para obtener la autonomía de la región.
Turhalli, de 48 años, se integró al movimiento "Madres por la Paz", que se inauguró en 1997 pero ganó importancia en junio del año pasado, cuando comenzó el juicio del líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), Abdullah Ocalan.
"Hemos formado este movimiento para mostrar los problemas que enfrentan las madres de las víctimas kurdas de la guerra, y para hacer una campaña por la paz", explicó Rahime Ozcelik, una portavoz del grupo.
"La manipulación subyacente a la propaganda ultranacionalista de las madres de los 'mártires' turcos durante el juicio de Ocalan reafirmó nuestra decisión de salir a luchar por la paz", agregó.
Un grupo de "madres de mártires" turcos, cuyos hijos soldados murieron en enfrentamientos con rebeldes kurdos, organizaron manifestaciones diarias frente a la sede de la Corte Suprema de Justicia exigiendo que colgaran a Ocalan para vengar la muerte de sus hijos.
Esa actitud enfureció a las mujeres kurdas, que perdieron a más de 20.000 hijos en el conflicto.
La guerra de la provincia sudoriental de Turquía, que lleva 15 años de duración, provocó la muerte de unas 30.000 personas, entre las cuales había 5.500 miembros de las fuerzas de seguridad turcas, 20.000 milicianos del PKK, y civiles, en su mayoría mujeres y niños.
Turhalli perdió a su hijo en 1990. "Tenía sólo 21 años cuando lo mataron en la zona rural de Yayladere, en la provincia de Bingol. Era estudiante de medicina en la Universidad de Ankara. Habíamos hecho todo lo posible para apoyarlo, ya que era nuestro único hijo varón", declaró a IPS.
"Siempre deseé que mis hijas fueran enfermeras y mi hijo médico. Los doctores turcos me trataban mal porque yo no entendía las recomendaciones que me hacían en su lengua", recordó.
"En su primer año, la presión de los ultraderechistas lo obligó a irse de las viviendas universitarias. Se mudó a un apartamento privado y al tercer año desapareció. Un año después, un llamado anónimo nos informó sobre su muerte", relató Turhalli llorando.
Aziz, el hijo de Turhalli, perdió la vida junto con 10 camaradas en un enfrentamiento con las Fuerzas Armadas turcas. Siete de los cuerpos, incluido el de Aziz, estaban desaparecidos cuando las familias fueron a verlos.
"Los cuerpos que encontramos estaban tan salvajemente mutilados que el fiscal que investigaba el incidente sufrió un ataque de nervios. (Pero) nuestro hijo estaba en alguna parte de las montañas", declaró Turhalli.
"Después de investigar tres meses en las montañas y en la zona rural de Bingol, encontramos su cadáver descompuesto. Luego, 15.000 personas de la zona se unieron a la ceremonia de su funeral, en el cementerio de Diyarbakir", continuó.
Turhalli acostumbraba visitar a diario la tumba de su hijo, hasta que recibió amenazas y tuvo que mantenerse alejada del cementerio.
"La presión sobre nuestra familia aumentó después de la muerte de Aziz", aseguró.
Más adelante murió Ayfer, una de las hijas de Turhalli, y a pesar de los pedidos hechos ante las autoridades locales y centrales, su cuerpo no fue devuelto nunca a la familia. Su tumba permanece desconocida.
"Después de la muerte de mi hijo y de mi hija, la presión que sufrían las demás aumentó, así que fueron huyendo una por una. Mi marido, que tiene 62 años, nuestra hija menor y yo tuvimos que mudarnos a Estambul", explicó.
"Mis vecinos saben que soy kurda, pero creen que me mudé para educar a mi hija en Estambul. No sé como reaccionarían si supieran la verdadera historia", comentó Turhalli.
Turhalli está disgustada con los políticos turcos, que no ponen fin a la guerra. "En lugar de luchar ellos, mandan a los pobres al frente", se quejó.
"Perdí a mis hijos y sufrí enormes presiones, pero no haría discriminaciones entre turcos y kurdos. Todos somos seres humanos, (y) deberíamos recibir trato de iguales", recalcó Turhalli.
"Ojalá pudiéramos unirnos con las 'madres de los mártires' turcos para poner fin a la guerra y a los dolores", manifestó.
El grupo "Madres por la Paz" está formado por unas 500 mujeres kurdas de las provincias de Adana, Diyarbakir, Estambul e Izmir.
El objetivo de la campaña es contribuir a una paz duradera, para lo cual organizan demostraciones y discusiones abiertas, además de publicar revistas para aumentar la conciencia pública sobre la situación.
"Nos gustaría poder confiar en el Estado turco y colaborar para encontrar una solución. Deseamos con toda sinceridad avanzar por ese camino", declaró la portavoz del movimiento.
"No se puede encontrar una solución de paz bajo presión. Queremos que los desplazados puedan volver a sus hogares y que se permita la educación (en lengua kurda)", agregó Ozcelik.
El fiscal turco Vural Savas rechazó la semana pasada un pedido de los abogados de Ocalan de rever la decisión del Tribunal de Apelaciones, que ordenó la ejecución del líder kurdo. Ozcelik cree que si cuelgan al líder del PKK, se arruinarán todos las gestiones de paz realizadas hasta ahora.
"Conozco a una madre que perdió cuatro hijos en la guerra y participa en el movimiento de paz. Sabe muy bien que si cuelgan a Ocalan, su hijo se irá a las montañas, a unirse a la guerrilla", comentó Ozcelik. (FIN/IPS/tra-en/nm/mn/ceb-mlm/hd-ip/99