La vida en el devastado Timor Oriental vuelve de a poco a la normalidad, pero para los residentes locales es una lucha continua porque resulta muy difícil encontrar empleo y los precios de los alimentos son exorbitantes.
En la capital, Dili, florecieron los restaurantes y cafés, y en las esquinas se ofrecen a la venta cigarrillos indonesios y latas de cerveza australiana.
Ahora hay verduras y pescado fresco disponibles en el principal mercado, y algunos puestos venden incluso gasolina a 2.500 rupias (35 centavos de dólares) el litro.
Muchos pequeños comerciantes, como Pedro Lebre, intentan reconstruir sus negocios.
El café de Lebre fue completamente destruido hace cuatro meses, cuando milicias proindonesias iniciaron una ola de saqueos, incendios y asesinatos tras el referendo del 30 de agosto, en que los timorenses orientales decidieron por abrumadora mayoría independizarse de Indonesia.
Actualmente, Lebre es el orgulloso propietario del primer restaurante de Dili, en lo que llama "el nuevo Timor Oriental".
"He tenido dificultades para satisfacer la demanda y hasta debí rechazar clientes en Navidad y Año Nuevo porque no había espacio", comentó el comerciante.
"En mi viejo café, los clientes eran principalmente residentes locales, pero en 'el nuevo Timor Oriental', son en su mayoría miembros de organizaciones humanitarias extranjeras", añadió.
En realidad, los precios en el restaurante de Lebre están fuera del alcance de la mayoría de los timorenses orientales, cuyo jornal promedio es de tres dólares. Una comida simple para tres personas, con platos locales y portugueses, cuesta 15 dólares.
Con un par de latas de cerveza australiana, la cuenta puede ascender a 25 dólares, lo cual no es mucho para un trabajador extranjero que cobra su salario en dólares, pero es inalcanzable para un timorense que apenas puede llegar a fin de mes.
Para Angelos Gusmao, el comienzo del tercer milenio en el país más nuevo del mundo será una dura lucha.
Gusmao, un antiguo mecánico, ahora se gana la vida conduciendo una camioneta de reparto entre Dili y la localidad de Maliana, junto a la frontera con Timor Occidental, que pertenece a Indonesia.
En el viaje de seis horas hasta Maliana, levanta pasajeros y les cobra 25.000 rupias (cuatro dólares) el pasaje de ida o de vuelta.
"Los alimentos son muy caros en Dili, y por eso mucha gente viaja a Maliana. Allí compran pescado, verduras, carne y cigarrillos", contó.
La principal preocupación de Gusmao es poder alimentar a sus seis hijos. "Si comprara la comida en Dili, precisaría al menos 50.000 rupias (ocho dólares) para alimentar a mi familia", dijo.
Pero el camino a Maliana puede ser peligroso a veces. La semana pasada, miembros de la fuerza multinacional de paz hicieron disparos de advertencia en la frontera con Timor Occidental para impedir que un grupo de soldados indonesios dispararan cerca de civiles, en el paso fronterizo de Memo.
Muchos timorenses orientales están molestos por la presencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), organizaciones no gubernamentales (ONG) y empresarios extranjeros que exploran oportunidades de negocios en este nuevo país.
"La ONU cree que debe reconstruir todo desde cero, incluso nuestros cerebros", protestó Virgilio da Costa Guterres.
"Se olvida que hay muchos jóvenes timorenses orientales capacitados que están frustrados porque no encuentran trabajo", agregó.
Varios funcionarios locales de la Autoridad Provisional de las Naciones Unidas en Timor Oriental (UNTAET) se quejaron de discriminación. Afirmaron que sus salarios y condiciones de trabajo son diferentes a los de los funcionarios extranjeros, y que no tienen acceso a medios de transporte.
"No recibimos el prometido pago por horas extraordinarias, y sólo nos pagaron el salario de noviembre a fines de diciembre", protestó un funcionario timorense que solicitó reserva.
UNTAET arguyó que no tenía moneda local ni personal suficiente para procesar las liquidaciones.
Pero muchos jóvenes timorenses orientales ya comenzaron a descargar su frustración en las calles.
La semana pasada, unos 14 jóvenes, algunos de ellos alcoholizados o drogados, se enfrentaron con personal de la ONU que trabajaba en barcazas flotantes ancladas en la bahía de Dili. Este tipo de hechos se han vuelto cotidianos.
Otra noche, los neumáticos de unos vehículos de la ONU estacionados en la calle fueron desinflados.
José Ramos Horta, vicepresidente del Consejo Nacional de Resistencia Timorense y premio Nobel de la Paz, anunció que las fuerzas de paz de la ONU y las ONG humanitarias serán gravadas con impuestos aduaneros, de consumo, de desembarque y comerciales.
"Esperamos que en los próximos dos a tres meses, aquellos que han estado haciendo enormes ganancias en este país comiencen a pagar impuestos", dijo Ramos Horta. "Si desean quedarse aquí, tendrán que pagar", advirtió.
El director de UNTAET, Sérgio Vieira de Mello, confirmó que las recomendaciones sobre los nuevos impuestos se promulgarán a mediados de este mes.
"Decidimos remitir al comité técnico sobre asuntos financieros y microeconómicos todos los proyectos de normas sobre el establecimiento de una nueva autoridad fiscal, circulación de monedas extranjeras en Timor, el nuevo régimen impositivo y el registro de empresas comerciales", anunció De Mello. (FIN/IPS/tra- en/hd/si/js/mlm/dv/99