El presunto robo de excremento de vaca por el presidente de la Asamblea Nacional de Swazilandia sumergió al reino en una crisis política que puso en evidencia las contradicciones irresueltas entre las leyes de la tradición y la Constitución moderna.
El círculo de allegados al rey Mswati III, que gobierna a un millón de súbditos, inició una campaña para expulsar al presidente de la Asamblea Nacional, Mgahbi Dlamini, acusado de robar excrementos del corral real durante una ceremonia de acción de gracias en Navidad.
Los realistas sostienen que Dlamini se proponía utilizar el excremento en misteriosos rituales, ya fuera para protegerse contra el mal o para mejorar su posición.
Miembros del Parlamento, de organizaciones no gubernamentales y del pueblo se unieron al pedido de expulsión del presidente de la Asamblea.
El Parlamento, que nombra al presidente, puede obligar a Dlamini a abandonar su puesto, pero no tiene potestad para forzarlo a renunciar a su lugar como parlamentario, ya que fue votado en las elecciones.
Sin embargo, aunque intentara obligarlo a renunciar a la presidencia, el Parlamento tendría dificultades para justificar su acción, ya que las leyes del reino no reconocen a la brujería como delito.
"Mgabhi tendrá que ser juzgado por vía de la tradición, ya que su presunto delito no es político sino tradicional", sostuvo el ex primer ministro Obed Dlamini.
La controversia hizo que volviera a salir a la luz la oposición no oficial del reino, cuyos esfuerzos por lograr el apoyo necesario para que la nación entre en un proceso de transición hacia una democracia de tipo occidental han sido infructuosos.
"Esto es una vergüenza para toda la nación. Si el presidente del Parlamento creyera en la opción democrática, habría confiado en la reelección de su pueblo", declaró Marco Musuku, líder del Movimiento Popular Democrático.
La Federación de Sindicatos rechazó la campaña contra el presidente de la Cámara tachándola de "política de excremento de vaca", y acusó a sus propulsores de distraer la atención de las verdaderas aspiraciones de desarrollo.
Muchas voces se quejan de que las viejas tradiciones son un obstáculo al desarrollo.
"Le decimos tradición, y en realidad no es más que superstición. Debemos preservar nuestro patrimonio, pero eso no debe hacerse a expensas del desarrollo", comentó un periodista del gobierno.
Es cada vez más evidente que las creencias tradicionales suelen interferir con el desarrollo.
La construcción de una represa multimillonaria para mejorar la producción de caña de azúcar y de algodón, por ejemplo, se retrasó por los tradicionalistas del reino, que se oponen a la mudanza de las viejas tumbas a un nuevo cementerio.
El proyecto de la Represa Emalageni está en suspenso, mientras las autoridades negocian con los defensores de la tradición el mejor modo de trasladar las tumbas, si es que aceptan moverlas de su lugar.
Los tradicionalistas sostienen que el traslado de las tumbas traerá mala suerte. Sin embargo, la oferta de dinero que recibieron parece haber aliviado sus temores.
Ahora aceptaron trasladar las tumbas si las autoridades les dan dinero y ganado a cambio, para realizar rituales a fin de "calmar" a sus ancestros.
"Los dueños de las tumbas son libres de realizar los rituales que deseen. Tuvimos eso en cuenta en nuestro presupuesto", aseguró el director del proyecto, Jameson Mncina.
¿Pero "desde cuándo se puede comprar a los ancestros con dinero?", preguntó un residente. (FIN/IPS/tra-en/jm/mn/ceb/aq/ip-cr/00