La campaña electoral por la presidencia de Rusia tomó vuelo esta semana, aunque los analistas consideran que es prácticamente inevitable la victoria del presidente interino Vladimir Putin en las elecciones del 26 de marzo.
La campaña comenzó oficialmente el día 6 y los candidatos deben registrarse antes del 13 de febrero. Si ninguno obtiene 51 por ciento de los votos, el 16 de abril tendrá lugar una segunda vuelta.
Junto con Putin, otros aspirantes a la presidencia son el líder comunista Gennady Zyuganov, quien quedó segundo tras Boris Yeltsin en 1996, Grigory Yavlinsky, líder del liberal partido Yabloko, y el ultranacionalista Vladimir Zhirinovsky. Sólo queda por confirmar la candidatura del ex primer ministro Yevgeny Primakov.
Los analistas consideran que la sorpresiva renuncia de Yeltsin, presentada el día 1, se calculó para asegurar que la popularidad de Putin no ceda antes de las elecciones, originalmente previstas para junio.
La gran popularidad de Putin, el sucesor de Yeltsin elegido por éste, descansa en la aprobación general a su conducción de la guerra contra rebeldes islámicos en la república de Chechenia.
El propio Putin reconoció que Yeltsin le dio "una ventaja" en la campaña electoral al cederle la presidencia con su renuncia. La atomizada oposición debería presentar un frente unido para superar al candidato oficial, pero esa posibilidad parece cada vez más improbable.
Las alianzas contra el gobierno se desmoronan, y los antiguos enemigos de Yeltsin caen como moscas, presuntamente porque razonan que no obtendrían nada si apoyan al candidato equivocado.
Yavlinsky declaró que duda que alguien pueda ganarle a Putin, y que él estaría dispuesto a servir como primer ministro en su presidencia.
Toda Rusia, un grupo de dirigentes regionales que se habían sumado a una alianza contra el gobierno integrada por Primakov, el alcalde de Moscú Yury Luzhkov y su partido Madre Patria, anunciaron que apoyarán la candidatura de Putin.
La propia Madre Patria, otrora el peor enemigo del gobierno, no excluye la posibilidad de apoyar a Putin.
Es probable que la campaña se centre en las personalidades y no en los temas. En Occidente se considera que la decisión de Yeltsin permitirá el primer cambio de gobierno democrático en este país.
Pero en Rusia muchos analistas calificaron la transferencia del poder a Putin como una especie de "democracia hereditaria". Advierten que la inmadura democracia rusa corre el riesgo de convertirse en un ejercicio al estilo soviético cuando se votaba por un ganador previamente seleccionado.
Pero Yeltsin, Putin y otros recalcan la constitucionalidad de la transferencia del gobierno. El presidente interino advirtió que "aplastará" a cualquiera que no obedezca la Constitución, redactada en 1993 específicamente para responder a los gustos autoritarios de Yeltsin.
Muchos opinan que el país necesita una nueva Constitución que limite el poder del presidente y que delegue autoridad al Parlamento.
Pero Putin dejó en claro que es contrario a toda reforma constitucional. Sus defensores lo presentan como un dirigente activo y pragmático que no está manchado por escándalos de corrupción.
Sin embargo, cuando era primer ministro, Putin advirtió a los funcionarios que no toleraría la corrupción, pero luego no tomó medidas ulteriores.
Así mismo, Putin fue durante cinco años vicealcalde de San Petersburgo, la segunda ciudad rusa, donde hubo incontables acusaciones de corrupción contra la oficina del alcalde. El presidente interino también concedió la inmunidad penal a Yeltsin y sus familiares, lo cual plantea más interrogantes.
Putin no hizo nada ante recientes escándalos empresariales. Como primer ministro, su único legado ha sido la guerra en Chechenia, que destruye ciudades y castiga a los civiles en aras de su protección.
El antecesor de Putin, el ex primer ministro Sergei Stepashin, dijo que no será un hombre fuerte como el ex dictador chileno Augusto Pinochet, y también aseguró que no tiene pensado declarar el estado de emergencia.
Pero Putin aún no ha cambiado su imagen ni sus métodos, muy similares a los de Pinochet, lo cual es otra mala señal para la democracia rusa.
Cualquiera que piense que la presidencia será fácil debe tomar en cuenta la situación que heredará de Yeltsin. Su gobierno se caracterizó por la corrupción, lo cual resultó en una economía atrasada, según un informe del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo.
Los intentos de reformar al país fueron traicionados por funcionarios que obraron en su propio interés y las consecuencias fueron desastrosas. Rusia terminó con el peor de ambos mundos: retiró los controles estatales pero no instituyó normas claras para remplazarlos, señaló el informe.
Putin aseguró que buscará el cambio, aunque precisó que este se debe aplicar con mayor lentitud y con fuerte control del Estado. (FIN/IPS/tra-en/sb/mn/aq/ip/00