Los libaneses aún no se recuperan del impacto de una semana de violencia fundamentalista, que hizo recordar la guerra civil de 1975-1990 y disminuyó el cauto optimismo que existía desde la reanudación de conversaciones de paz en la región.
"Nos llevó atrás en el tiempo y no supimos qué pensar. Escondimos a nuestros clientes adentro y cerramos las cortinas metálicas", dijo Mohammed Hamdan, empleado de una tienda que vende vestimenta en Beirut.
La tienda está situada en el edificio que utilizó Ahmad Abu Kharroub, un palestino, para lanzar la semana pasada dos disparos de bazuka contra la embajada rusa en la capital, que mataron a un policía libanés. El atacante fue abatido por la policía tras un tiroteo que duró una hora.
Abu Kharroub, de 37 años, casado y con dos hijos, integraba el grupo fundamentalista sunnita Esbat al Ansar (Grupo de Partidarios), con base en el campo de refugiados palestinos de Ain el Helwe, en el Sur del país.
Miembros de ese grupo mantuvieron la semana pasada un breve enfrentamiento con tropas del ejército que custodian las salidas del campo de refugiados.
Esbat al Ansar, fundado en 1985 con el nombre de Ansar Allah (Partidarios de Dios), es liderado desde 1995 por Abdel Karim el Saadi, conocido como Abu Mahjan, un palestino que impulsa la lucha armada contra la democracia y acercó al grupo al wahhabismo, una tendencia islámica ultraortodoxa.
Tres días antes del ataque de Abu Kharroub se había producido en la región septentrional un enfrentamiento armado entre el ejército libanés y otro grupo fundamentalista sunnita llamado Takfir wa Hijra (Denuncia y Vuelo Sagrado).
Los insurgentes mantuvieron como rehenes, entre otros, a un alcalde y a dos mujeres cristianas a quienes degollaron luego.
Takfir wa Hijra, una organización de origen egipcio, fue responsable de la muerte del presidente Anwar el Sadat en 1981, y no había realizado antes acciones notorias en Líbano.
Quienes combatieron en el Norte fueron liderados por Bassam Kanj, un libanés con ciudadanía estadounidense, conocido como Abu Aicha, quien volvió al país hace un año tras haber participado en los conflictos de Bosnia y Afganistán, según la prensa.
"Hay un vínculo entre lo que ocurrió en Beirut, en el Norte y en el Sur. El incidente (de Beirut) fue un alivio para los fundamentalistas sunnitas que luchan en el Norte, un intento de distraer la atención y dispersar al ejército en varios frentes", dijo Nizar Hamzeh, un profesor de la Universidad Americana de Beirut.
Hamzeh, un experto en fundamentalismo sunnita, explicó que los insurgentes "no pueden entablar una lucha frontal contra el ejército" y sólo realizan acciones en mayor escala en el Norte, debido a las condiciones del terreno.
Dinniyeh, el área septentrional donde 1.500 soldados del ejército se enfrentaron con unos 150 integrantes de Takfir wa Hijra, es una accidentada meseta que constituye un terreno ideal para los guerrilleros.
"El objetivo (de los combatientes fundamentalistas) es desestabilizar el país y luchar contra Siria desde Líbano, como respuesta a la represión de Damasco contra los sunnitas de la Hermandad Musulmana y otros grupos", opinó Hamzeh.
Se piensa que los grupos fundamentalistas de Siria mantienen estrechos vínculos con los de Siria, donde en diciembre último se produjeron arrestos de militantes sunnitas.
"Cuando toman como blanco a los libaneses, demuestran que no hacen diferencia entre ellos y los sirios. Quieren demostrar su rechazo al papel de Siria en la región y el proceso de paz, porque saben que si ese proceso tiene éxito, ellos ya no tendrán un lugar", agregó Hamzeh.
Hubo preocupación internacional en los años 80 por el surgimiento de los fundamentalistas chiítas apoyados por Irán, y ahora se presenta el problema de los extremistas sunnitas, un movimiento mejor organizado y más combativo.
Observadores locales piensan que los fundamentalistas sunnitas que actúan en Líbano forman parte de una amplia red internacional que llega hasta Afganistán y con la cual está vinculado el árabe saudita Oussama bin Laden, señalado como responsable de atentados contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania en 1998.
Sin embargo, los grupos que actúan en Líbano extraen sus fuerzas de la población local y sus acciones tienen consecuencias directas sobre este pequeño país, el cual todavía se está recuperando de una guerra civil que muchas veces enfrentó a cristianos y musulmanes.
Los combatientes "eligen muy bien sus áreas de operaciones. En regiones de predominio sunnita, con muy pocas aldeas cristianas, esperan apoyo de la población a sus operaciones de represalia", explicó Nasser Kandil, presidente de la Comisión Audiovisual de la Agencia Nacional de Noticias de Beirut.
Sin embargo, en un inusual consenso, libaneses de todas las religiones condenaron las acciones de Takfir al Hijra, incluyendo a grupos sunnitas locales que aseguraron que carecen de vínculos con el grupo rebelde.
El ejército logró sofocar la rebelión en el Norte tras cuatro días de combates en los cuales perdió nueve soldados, mató a 60 guerrilleros de Takfir al Hijra y capturó a otros 60.
Algunos analistas apuntaron que no se trató de un éxito importante del ejército, que superaba en número a los rebeldes en relación de diez a uno, y aun así necesitó cuatro días para derrotarlos.
De todos modos, la lucha contra las guerrillas siempre es difícil para los ejércitos, y debe tenerse en cuenta la determinación de los fundamentalistas.
También hay que tener en cuenta que fue esencial que el ejército libanés estuviera a la altura de su misión, dada la inminencia de las conversaciones de paz con Israel.
Se prevé que las tropas israelíes se retiren de las zonas ocupadas en el Sur en cuanto se logre un acuerdo, y entonces Beirut deberá controlar con sus propios medios a los grupos insurgentes.
Las acciones militares quizá no sean suficientes para evitar nuevos brotes de violencia. Takfir wa Hijra recluta sobre todo a jóvenes pobres y con escasa educación de las áreas rurales, las cuales han recibido hasta ahora poca atención del gobierno.
La violencia de los militantes es vista por algunos como un mensaje de desesperación y rabia que las autoridades libanesas deben escuchar.
"Si hay gente cuya cólera es tanta que la lleva a unirse a los fundamentalistas y enfrentar al ejército, existe un problema social que debe ser resuelto", expresó un analista local. (FIN/IPS/tra-en/kg/mn/ego/mp/ip/00)