Las soleadas playas de Grecia y los gobiernos tolerantes de ese país han servido de protección a numerosos refugiados políticos de Medio Oriente y Africa durante muchos años.
Arabes opositores a regímenes represivos, palestinos o libaneses desplazados por conflictos, iraníes que no quisieron ser parte de una revolución islámica y etiopíes atrapados en una guerra civil encontraron un hogar en Grecia.
El Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ayudó a muchos miles a adaptarse a su nueva condición de expatriados en Grecia. Luego de una amable entrevista, la mayoría de ellos recibieron documento de identidad, alojamiento barato y un modesto estipendio.
Los más instruidos recorrieron luego embajadas para tratar de ser recibidos en algún rico país occidental como Canadá, Estados Unidos, Francia o Suecia.
Los menos calificados buscaron trabajo como camareros, sirvientes o cualquier otra cosa, cuando las semanas se transformaron en meses y la necesidad de documentos de residencia permanente se hizo acuciante.
Muy a menudo apelaron a intermediarios con contactos en las oficinas de inmigración o la policía, quienes han establecido un próspero negocio de venta de permisos de residencia.
Muchos simplemente desaparecieron en callejones de Atenas, donde cinco millones de personas viven diseminadas en la extendida área metropolitana.
Desde que se produjo el colapso del comunismo en Europa Oriental, y a medida que el proceso de globalización económica provoca cambios y gran incertidumbre en los países en desarrollo, Grecia se ha visto inundada por miles de refugiados económicos que ven al país como puerta de ingreso a Europa Occidental.
De los 600.000 solicitantes de asilo en Grecia, la mitad son albaneses. Para ellos es fácil cruzar la accidentada pero abierta frontera septentrional griega, donde las patrullas de vigilancia no son capaces de controlar los numerosos pasos en las montañas.
Los ministros de Trabajo de Grecia y Albania, Miltiadis Papaionnau y Makbule Cecu, respectivamente, se reunieron para discutir el problema, pero reuniones como esa se realizaron muchas veces en el pasado con escasos resultados.
Desde principios de año, los incidentes con inmigrantes ilegales se han producido con la regularidad usual.
La Guardia Costera griega rescató a 275 kurdos iraquíes de un mar tormentoso frente a las costas de Naxos, en el sur del Mar Egeo, y los llevó a tierra firme cuando una pequeña nave de pasajeros casi naufragó por los vientos huracanados.
Un camión que transportaba a otro grupo de kurdos iraquíes y a 50 paquistaníes volcó en un camino helado en el norte de Grecia. En el accidente murieron seis de los pasajeros kurdos y otros 30 resultaron heridos. Se cree que el conductor, quien huyó a pie, era turco.
Los kurdos habían pagado entre 1.000 y 2.000 dólares para ser llevados a Grecia.
Dos mujeres, una rumana y otra ucraniana, murieron de frío en las montañas orientales de Grecia, y otras 20 sufrieron congelamiento de miembros luego de que su aventura para cruzar la frontera en forma ilegal se transformó en tragedia por las bajas temperaturas y fuertes nevadas.
Las mujeres caminaron durante tres días con ropas livianas, sin víveres ni agua, luego de que el proveedor búlgaro de un club nocturno de Atenas no se presentó para recibirlas.
También hay quienes son capaces de arriesgarse a cruzar la frontera greco-turca, fuertemente minada por los militares de ambos dos países. Allí, de tanto en tanto, personas que tratan de ingresar a Grecia en forma ilegal mueren mientras cruzan el río Evros.
Hombres, mujeres y niños, sobre todo jóvenes y ancianos, siguen tratandom, sin embargo, de entrar a Grecia de modo ilegal.
Lo hacen en embarcaciones, a pie, encerrados en oscuras y húmedas bodegas de buques cargueros, en camión o apiñados en contenedores de metal donde muchos han perecido por falta de oxígeno o por el calor sofocante en verano.
La inmigración ilegal en el este de Grecia llegó a 15 por ciento en 1999, y no es posible obtener cifras sobre los quienes llegan al noroeste, desde Albania.
Muchos se quedan en Grecia trabajando en lo que pueden, otros tratan de ir a Italia, que tiene fronteras común con Francia, Suiza y Austria. Esas metas son las más deseadas pero también resultan peligrosas.
En diciembre de 1996, 283 personas provenientes de India, Pakistán y Sri Lanka se ahogaron luego de que el propietario de un buque griego con bandera panameña y un capitán libanés conspiraran para hundir la nave que los transportaba entre Sicilia y Malta.
A comienzos de enero, el ministro griego de Orden Público viajó a Italia para firmar un acuerdo contra el crimen organizado con los gobiernos de Roma y Tirana. Otro pacto similar se concretaría a fin de año entre Atenas y Ankara.
Personas familiarizadas con el problema de la inmigración ilegal dicen que ese tipo de acuerdos no tienen efectos prácticos de importancia. Cientos de miles, si no millones de ciudadanos de Europa Oriental, Africa del Norte, Cercano Oriente y Asia tratarán de llegar a Occidente si creen que pueden lograrlo.
Como miembro de la Unión Europea, Grecia se ha convertido en un atractivo punto de ingreso para muchos que buscan una vida mejor. (FIN/IPS/tra-en/wj/mn/ego/mp/pr/00)