Washington respondió a la crisis financiera de Asia perjudicando a los trabajadores en beneficio de los inversores, afirmó Joseph Stiglitz, primer vicepresidente y principal economista del Banco Mundial.
Desde que ingresó a esa institución hace tres años, Stiglitz ha sido el crítico interno más visible de las medidas adoptadas por el banco, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Departamento del Tesoro estadounidense para enfrentar la crisis que se propagó entre 1997 y 1998 y reparar los daños que causó.
El economista tambien criticó los esfuerzos de Washington para permitir la libre circulación mundial de capitales, en un discurso pronunciado el fin de semana en la sede de la Asociación Americana de Economía (AEA), en la ciudad nororiental de Boston.
"La liberalización del mercado de capitales no trajo a la gente la prosperidad prometida, y además provocó estas crisis, con caídas del salario de entre 20 y 30 por ciento y multiplicación del desempleo por dos, tres, cuatro o diez", dijo Stiglitz, quien dejará el banco a fines de este mes.
"Cuando los gobiernos asiáticos fueron obligados a aceptar la ayuda financiera coordinada por el FMI, Washington impuso condiciones que perjudicaron claramente a la mayoría de los trabajadores", afirmó.
"La recomendación habitual a esos gobiernos fue que aumentaran la flexibilidad laboral, y el mensaje implícito, no muy disimulado, fue que hubiera rebaja de sueldos y despido de empleados", explicó.
"Es probable que la crisis en el este de Asia haya sido precipitada por el otorgamiento de préstamos sin precauciones adecuadas, por parte de bancos internacionales y locales, pero los costos, en términos de desempleo y colapso de salarios, fueron pagados por los obreros", apuntó.
Stiglitz admitió que los organismos financieros internacionales recomendaron a los países asiáticos que crearan sistemas de seguridad social, para rescatar a los damnificados por la recesión que siguió a la crisis.
"Sin embargo, no hay sistema de seguridad social que pueda reemplazar completamente la seguridad brindada por una economía que funciona con pleno empleo, o restaurar la dignidad proveniente del trabajo", acotó.
Los países no sólo deben implementar políticas para prevenir las crisis y minimizar su magnitud y sus consecuencias adversas, sino tambien responder a esas crisis con medidas que conserven el mayor nivel posible de empleo, dijo Stiglitz a los economistas de la AEA, que lo ovacionaron de pie.
Stiglitz ingresó al Banco Mundial en febrero de 1997, tras una carrera académica y luego de haber sido presidente del consejo de asesores económicos del presidente estadounidense Bill Clinton.
Desde entonces ha dirigido duros ataques al FMI y, por extensión, al llamado "Consenso de Washington", o sea a las políticas de liberalización económica e integración de los mercados mundiales que impulsa el departamento del Tesoro junto a los organismos financieros internacionales.
La posición del economista le valió elogios de observadores externos e incluso de otros disidentes dentro del banco, pero le causó problemas con sus superiores, el FMI y el gobierno de Estados Unidos.
No obstante, sus críticas públicas sirvieron a un importante propósito político, ayudando al banco a tomar distancia del FMI ante los ojos de la gente, aunque haya trabajado junto al Fondo para reunir más de 100.000 millones de dólares destinados al alivio de la crisis asiática.
Esa toma de distancia fue conveniente porque los gobiernos de los países asiáticos y de otras naciones accionistas estaban acusando al banco de actuar como un auxiliar del FMI.
El banco y el Fondo siguen impulsando juntos, sin embargo, polémicas reformas en Corea del Sur, Indonesia y Tailandia, los países que fueron más afectados por la crisis asiática.
Ambas agencias han exigido a los países que permitan a extranjeros adueñarse de sus industrias y mercados financieros, y que abandonen la protección del empleo, sustituyéndola por sistemas de seguro de desempleo.
Corea del Sur, por ejemplo, se vio obligada a prometer que permitiría a los extranjeros comprar tierras y lanzar agresivas acometidas para apoderarse de firmas locales. También se comprometió a eliminar la norma que prohibía a los extranjeros poseer más de 10 por ciento de las acciones de empresas públicas.
Las agencias afirman que esas concesiones fueron necesarias para atraer inversiones, pero ha sido una experiencia perturbadora para los asiáticos ver que empresas promisorias eran vendidas a extranjeros.
Políticos, intelectuales y dirigentes sindicales de Asia han señalado que los nuevos sistemas de seguro de desempleo ofrecen una protección limitada, y en todo caso servirán solo a las futuras generaciones de trabajadores desempleados, no a los ya perjudicados por la crisis.
Casi la totalidad de los 7.500 millones de dólares que el Banco Mundial prestó a Corea del Sur en los dos últimos años fiscales se destinaron a impulsar restructuras empresariales y la flexibilización del mercado laboral, según datos del propio banco.
En el caso de Tailandia, de dos tercios de los 1.000 millones de dólares prestados por el Banco Mundial tuvieron el mismo destino.
Las cifras son más difíciles de calcular en el caso de Indonesia, porque los préstamos para aliviar los efectos de la crisis en ese país fueron suspendidos y reestructurados en varias ocasiones, a causa de problemas políticos. (FIN/IPS/tra- en/aa/ks/ego/mp/if/00)