La batalla legal por la variedad de frijoles mexicanos "enola", patentada por una compañía estadounidense, ilustra el dilema de los países en desarrollo que pretenden controlar sus propios recursos genéticos.
El caso mexicano data de 1994, cuando Larry Proctor, propietarios de una compañía de semillas en Estados Unidos llamada Pod-ners, compró simientes comerciales de alubias en México y comenzó a seleccionarlas y reproducirlas en su país.
Dos años más tarde, sacó una patente sobre una variedad amarilla de la alubia llamada enola. Ahora Proctor entabló una demanda judicial contra exportadores y distribuidores mexicanos por infracción de las normas sobre patentes.
Organizaciones no gubernamentales (ONG) afirmaron que la alubia enola se origina en una variedad muy popular llamada "azufrado" y "mayocoba", que ha sido cultivada y desarrollada por agricultores mexicanos durante siglos.
El gobierno mexicano ha dicho que impugnará la patente estadounidense sobre la enola. Los costos legales por el pleito actual contra dos firmas mexicanas se estimaron en torno a los 200.000 dólares.
La controversia ilustra claramente el potencial que tienen las patentes para bloquear importaciones agrícolas, perturbar o destruir mercados de exportación para los agricultores de naciones en desarrollo y apropiarse legalmente de productos alimentarios y plantas medicinales sagradas que son el legado cultural de siglos, dijo la Fundación Internacional de Avance Rural (RAFI).
La patente de Proctor otorga a su compañía un monopolio exclusivo sobre cualquier alubia seca cuya semilla tenga un color amarillo particular, lo cual hace ilegal su compra, venta, oferta para vender, uso con cualquier finalidad o importación de simientes amarillas con esa descripción, sin permiso del dueño.
Pod-ners exige regalías de seis centavos de dólar por cada medio kilo de alubias amarillas que ingresen a Estados Unidos desde México.
"Previsiblemente, la patente de la enola será fácilmente impugnada y rápidamente abandonada, pero la próxima vez no será tan simple", indicó una declaración de la filial canadiense de RAFI.
"México y otras naciones del Sur deben tener presente que la patente de la enola es precisamente producto del mismo régimen de propiedad intelectual que el gobierno estadounidense promueve agresivamente como un modelo para el resto del mundo a través de canales bilaterales y multilaterales", acotó.
Hope Shand, la directora de estudios de RAFI, dijo que hay una larga y creciente lista de ejemplos en los cuales las leyes de propiedad intelectual han sido usadas para explotar los recursos y conocimientos de pueblos y campesinos indígenas.
Propiedad Intelectual (PI) es un término que abarca diseños de patentes, marcas registradas, derechos de cultivo, derechos de propiedad y secretos comerciales, todos los cuales juegan un creciente papel en el desarrollo y la comercialización de la producción de plantas.
En los últimos años, las patentes tomaron posesión de plantas como el arroz basmati, la especia india turmeric, la planta medicinal amazónica ayahuasca y un pequeño y nutritivo cereal boliviano conocido como quinoa.
En 1998, RAFI y los Curadores del Legado de Semillas de Australia (HSCA) dieron a conocer un informe documentando 147 ejemplos semejantes de biopiratería vegetal.
"En más de un tercio de los casos, las variedades de plantas reclamadas bajo propiedad intelectual fueron recolectadas en países extranjeros y sometidas a derechos de reproducción sin pruebas de cultivos previas", señaló Shand. "Esos abusos sistemáticos ocurren en todo el mundo".
Estados Unidos y algunos países industrializados impulsan una proteccion más severa de la propiedad intelectual sobre las plantas, bajo el acuerdo de propiedad intelectual (TRIPS) de la Organización Mundial de Comercio (OMS)
Sin embargo, los países en desarrollo comprobaron que las poderosas corporaciones del Norte están robando sus recursos genéticos de plantas, patentándolos y revendiéndolos a países pobres con precios excesivos.
Algunos gobiernos arguyeron que modificar sus leyes nacionales en consonancia con el TRIPS requiere dinero y buenos asesores, pero ambos escasean en sus países.
Otros pretenden que las patentes sobre organismos vivos sean quitadas completamente del acuerdo.
Un punto en discusión es que los solicitantes de patentes deben identificar todos los recursos biológicos y conocimientos tradicionales usados para desarrollar la invención que pretenden adjudicarse.
Los países en desarrollo exigieron que los solicitantes revelen el origen geográfico de los recursos biológicos y que presenten pruebas que el país de orígen y sus comunidades indígenas permiten su uso.
México, por ejemplo, es rico en material genético vegetañ. En el curso de los siglos ha contribuido a la canasta alimenticia del mundo con productos como el maíz y los tomates.
El país podría seguir la creciente tendencia y patentar todos sus recursos genéticos, pero muchos rubros ya se encuentran en los bancos de genes de los productores multinacionales de semillas.
La aparición de las fibras sintéticas hace algunas décadas y la actual explosión de la microelectrónica y la biotecnología pusieron a los derechos de propiedad intelectual sobre el tapete. Ahora hay una carrera para patentar cualquier cosa, incluso el algodón transgénico y alimentos básicos como arroz y maíz.
"Ni el Norte ni el Sur se percatan de todo lo que esto implica", señaló el Crucible Group, organización de especialistas en propiedad intelectual, representantes de movimientos de base y analistas agrícolas de todo el mundo interesados en proteger los recursos géneticos de las plantas. (FIN/IPS/tra-en/gm/ks/ego/aq/if/00