COLOMBIA: Ajedrez geopolítico

Colombia se mantiene en el ojo del huracán de la geopolítica americana, 97 años después de la separación de Panamá y tras la retirada de Estados Unidos de la zona del canal interoceánico.

Su condición de país eslabón entre América del Sur y América Central, sus litorales sobre el océano Pacífico y el mar Caribe y una porción en la Amazonia le confieren importancia estratégica debido a su ubicación y a su biodiversidad.

En cuanto a la situación política, la guerra civil se convierte en motivo de iniciativas de intervención por parte de Estados Unidos. Pero ese país, por otra parte, se ve también disuadido de intervenir debido a lo que los analistas denominan «el síndrome de Vietnan».

Cuando el 1 de noviembre se arrió la bandera de Estados Unidos de la base aérea Howard y se izó la panameña en su lugar, en Bogotá cundieron los rumores sobre un desplazamiento del enclave militar estadounidense.

El pretexto es la guerra civil que en la segunda mitad del siglo XX ha trenzado a las fuerzas regulares del Estado colombiano con grupos insurgentes y, en los últimos años, también a bandas paramilitares.

Por eso, la devolución de las 2.900 hectáreas a Panamá tras 85 años de ocupación estadounidense no fue interpretada como el fin de una época neocolonial en la región, sino como el eventual inicio de otra etapa.

«El país que más aprovecha el conflicto armado en Colombia en función de sus intereses estratégicos es Estados Unidos, demostrando su preeminencia regional y estableciendo las reglas del juego», dijo a IPS el experto en asuntos militares Alfredo Rangel.

«De cara al desmantelamiento de la base Howard, Estados Unidos ha sacado provecho del conflicto presentándolo como una amenaza regional para incrementar su presencia militar», agregó Rangel, ex consejero de Seguridad de la Presidencia de la República.

Otros signos del desplazamiento de la presencia militar estadounidense de América Central hacia la región andina son el establecimiento de la base de Manta, en Ecuador, dijo.

Para completar el mapa regional del reacomodo estadounidense, Rangel mencionó los acuerdos con Aruba y Curaçao y el robustecimiento de algunas bases en América Central.

Al amparo de esas líneas de la política exterior estadounidense, los países latinoamericanos también aprovechan la coyuntura interna colombiana en beneficio de sus propios intereses.

Camilo Castellanos, director del Instituto Latinoamericano de Servicios Legales Alternativos, opinó que «hay una presentación interesada de la situación colombiana que busca justificar un comportamiento intervencionista».

Tal presentación apunta a que «la situación colombiana es un peligro para la estabilidad regional, enunciado que tiene fundamentaciones objetivas y conexiones con la realidad» en el contexto de «un vecindario muy movido», dijo Castellanos a IPS.

El experto recordó hechos como la declaración de la guardia civil panameña como objetivo militar por parte del jefe paramilitar colombiano Carlos Castaño, el asesinato del diputado centroizquierdista ecuatoriano Jaime Hurtado y el secuestro de ganaderos venezolanos a manos de guerrilleros colombianos.

Rangel y Castellanos coinciden en que Perú y Venezuela son, en el «vecindario», los países que más han utilizan la guerra civil colombiana.

El presidente de Perú, Alberto Fujimori, muestra la frontera con Colombia como una línea caliente de las insurgentes Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), con intereses electorales, según observadores.

«Lo cierto es que la frontera entre Colombia y Perú ha sido de las más tranquilas. Son muy pocos los incidentes en los últimos 10 años y en ninguno estuvo involucrada la guerrilla. Más bien han estado relacionados con narcotráfico», dijo Rangel.

En cuanto a Venezuela, la utilización de la situación colombiana se relaciona «con propósitos más estratégicos y menos coyunturales, derivados del poyecto bolivariano» que enarbola el presidente Hugo Chávez, afirmó el ex consejero de Seguridad.

El proyecto bolivariano de Chávez se extendería a Colombia, Ecuador y Bolivia, presumió Rangel.

Donde, en cambio, sí es manifiesta la actividad guerrillera de las FARC es en la frontera de Colombia con Ecuador.

Los problemas de Ecuador en su frontera norte con Colombia pasaron a un segundo plano frente a los conflictos limítrofes en su frontera norte con Perú, país con el cual se enfrentó en una breve guerra en 1995 y firmó la paz en octubre de 1998.

Pero la frontera norte ecuatoriana ha sido muy utilizada por la guerrilla con fines logísticos, de abastecimiento e, incluso, para ocultar a secuestrados.

«Creo que las FARC han utilizado esa frontera para reemplazar la de Urabá, con Panamá, después de que los paramilitares los desplazaron de allí», dijo Rangel.

El analista agregó que la consideración de Colombia como factor de inestabilidad favorecería en Panamá el discurso de sectores nacionalistas.

Castellanos dijo que el presidente de Brasil, Fernando Cardoso, es cauteloso, y tiene una postura de «no intervenir en asuntos colombianos porque podría afectarlo si se abre una intervención con el pretexto de controlar la devastación de la Amanzonia, patrimonio de la humanidad».

A instancias de Estados Unidos, los países latinoamericanos se ven obligados a pronunciarse respecto del problema colombiano. El caso más claro, opina Rangel, es el de Venezuela. Pese a ese panorama, ni Rangel ni Castellanos creen en la inmimencia de una intervención estadounidense directa a Colombia.

«No creo mucho en la eventualidad de desembarco de tropas de Estados Unidos» al frente de una fuerza multinacional «para establecer la paz en Colombia. Me parece que no es un escenario probable», afirmó Rangel.

Lo que sí es factible es una cooperacion militar creciente de Estados Unidos con los países de la región, que será mucho mas intensa y significativa en el futuro, opinó.

«A los actores armados en Colombia les serviría la intervención extranjera. Para la guerrilla sería la ocasión de legitimarse como fuerza defensora» que representa «la dignidad nacional y la soberanía», dijo Castellanos.

«También hay sectores militares que sueñan con un intervención que podría equilibrar sus fuerzas con las de la insurgencia», añadió.

Rangel opinó que uno de los escenarios posibles es la aplicación en Colombia del esquema salvadoreño, consistente en una participación muy grande de Estados Unidos en el abastecimiento de equipo y en el entrenamiento y organización de las fuerzas armadas.

Eso, afirmó, «puede tener un impacto muy grande», porque «el Estado colombiano ha dedicado poco presupuesto al conflicto».

Contrario a lo que muchos creen, según Rangel, sólo desde el gobierno de César Gaviria (1990-1994) el promedio del gasto militar colombiano estuvo por debajo del de la región y muy por debajo del promedio mundial.

Hasta 1990, el gasto militar representó entre 1,6 y 1,8 por ciento del producto interno bruto y actualmente es de 3,2 por ciento. En Cuba asciende a seis por ciento

La ayuda militar, como la droga, crea adicción, advirtió Rangel. (FIN/IPS/mig/mj/ip/00

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