CHINA: Gobierno municipal lanza campaña de limpieza atmosférica

Las autoridades de Beijing lanzaron una campaña masiva de limpieza destinada a transformar esta capital de un vertedero de desechos industriales en una metrópolis internacional de consumo y cultura.

El gobierno municipal planea trasladar fuera de la capital de China a unas 700 industrias del Estado en los próximos tres a cinco años.

En realidad, el proyecto está destinado a acercar a Beijing a lo que fue antes de que los comunistas tomaran el poder: una ciudad dedicada a la cultura, llena de tiendas pintorescas, teatros, casas de té y jardines imperiales.

"Luego de 50 años de mala administración, las autoridades quieren restaurar la antigua gloria de Beijing, pero es demasiado tarde", opinó Liang Congjie, presidente de Amigos de la Naturaleza, la primera organización ambientalista de China.

El escritor británico John Blofeld describió a Beijing a fines de los años 30 como una ciudad de "persistente esplendor".

Blofeld fue uno de los últimos occidentales en registrar la grandeza de la capital china antes que los comunistas derribaran sus muros almenados. En aquel entonces, la ciudad era un mundo de magníficos templos y palacios, lagos cubiertos de lotos, jardines exuberantes, ferias bulliciosas y patios serenos.

Un cielo claro coronaba la grandeza imperial, en cambio hoy, la capital está envuelta en humo y hollín. Bajo un cielo gris plomo, el verdor de los jardines se ha vuelto invisible.

El aire de Beijing es uno de los más sucios del mundo, y su nivel de contaminación excede permanentemente los límites fijados por la Organización Mundial de la Salud. En invierno, cuando el consumo de carbón llega a su pico, los residentes padecen constantes afecciones pulmonares y oculares.

Los emperadores chinos demoraron siglos en construir su fabulosa capital, pero el régimen comunista tardó apenas una década en obliterar su excelencia.

Antes de la victoria comunista en 1949, la capital no producía ni siquiera lápices, pero 10 años después ya había 700 fábricas y 2.000 hornos a explosión que contaminaban el aire.

El gobierno de Mao Zedong (1950-1959) decidió que la capital de la República Popular de China debía ser un bastión industrial, además de un centro político y cultural. El desarrollo de la industria pesada era su fórmula para que China se equiparase a "gigantes imperialistas" como Estados Unidos y Gran Bretaña.

Aunque en general son reacias a admitir fracasos, las actuales autoridades de Beijing reconocen hoy las consecuencias desastrosas que aquella decisión tuvo para la ciudad.

El aire de Beijing es tóxico, sus calles están atestadas y hay un déficit crónico de energía, explicó Li Yanling, director de la Comisión Económica de Beijing, a una reunión de autoridades municipales y expertos celebrada a fines de octubre.

Ahora, el gobierno de la ciudad decidió que los principales culpables de la crisis ambiental -más de 1.000 fábricas instaladas en la capital- deben irse.

Estas fábricas arrojan al aire de Beijing unas 1.585 toneladas de polvo y 4.000 toneladas de dióxido sulfúrico cada año. También vierten 5.860 toneladas de agua residual en sus ríos y lagos, la mitad de ellos contaminados.

"La decisión de trasladar estas fábricas más allá de la ruta del Cuarto Anillo de la ciudad es nuestra última oportunidad", declaró Li Yanling a la reunión, citado por el diario China Economic Times.

Hasta ahora, sólo fueron trasladadas 114 fábricas. Aunque los niveles de contaminación de la capital mejoraron levemente, muchas de esas empresas se llevaron consigo sus antiguos equipos y continúan arrojando contaminantes en la periferia de la ciudad.

"No sólo debemos reubicar esas fábricas, sino también reestructurarlas de modo que puedan producir más limpiamente y aumentar su rentabilidad", señaló Zhu Jiaguang, del Instituto de Planificación y Diseño Urbanos de Beijing.

El gobierno municipal se ha cuidado de no publicitar demasiado el proyecto, dado que implica un repudio implícito a las políticas de Mao.

Liang, de Amigos de la Naturaleza, recordó cómo en los años 50 su padre, Liang Sicheng, uno de los arquitectos más renombrados de China, se atrevió a oponerse a la visión de Mao sobre Beijing.

"Le dijo que Beijing debería preservar sus muros y desarrollar industrias sólo fuera de la ciudad, pero Mao no quiso escuchar", relató.

Liang padre, formado en Estados Unidos, pagó un alto precio por su audacia. Durante la Revolución Cultural (1966-1976) impulsada por Mao para acabar con todos los vestigios de la cultura tradicional china, el arquitecto fue acusado de pensamiento retrógrado y ejecutado en 1972. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/en-dv/99

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