El rebrote del caso Pinochet pone a prueba en Chile el nuevo escenario político-electoral que, según varios analistas, quedará instalado en forma definitiva el próximo domingo, con la segunda vuelta de los comicios presidenciales.
Según esos analistas, el proceso electoral está regido por la desaparición o minimización de los extremos, más allá de que los candidatos presidenciales, Ricardo Lagos y Joaquín Lavín, representen, respectivamente, a la coalición oficialista de centroizquierda y a la oposición de derecha.
Pinochet, arrestado en Londres desde el 16 de octubre de 1998, fue el gran ausente de la campaña electoral para la primera vuelta de las presidenciales, realizada el 12 de diciembre, que culminó con Lagos y Lavín casi empatados.
La figura del ex dictador (1973-90) volvió al primer plano desde el martes, cuando el ministro británico del Interior, Jack Straw, anunció que negaría su extradición a España por razones humanitarias, debido a su deteriorada salud.
Pinochet, de 84 años, podría retornar a Chile hacia fines de enero si Straw desecha los argumentos de Amnistía Internacional y otros grupos humanitarios opuestos a su liberación, y siempre que no se interpongan imprevistos impedimentos legales.
La lejanía del hombre que encabezó una prolongada dictadura de extrema derecha dio características especiales a la primera vuelta de la elección presidencial, en la cual compitieron, además de Lagos y Lavín, otros cuatro candidatos.
La comunista Gladys Marín y el humanista Tomás Hirsch, los dos candidatos más representativos de una postura izquierdista radicalizada, obtuvieron apenas 3,19 y 0,51 por ciento de los sufragios válidos, respectivamente.
Aun menos respaldo lograron la ecologista Sara Larraín, cuestionadora del modelo económico neoliberal, quien obtuvo 0,44 por ciento, y el disidente demócrata cristiano Arturo Frei Bolívar, quien buscó el respaldo del llamado "pinochetismo duro", de extrema derecha, y alcanzó 0,38 por ciento.
Lagos y Lavín compitieron con propuestas programáticas similares, que en última instancia legitiman la economía de mercado y ponen énfasis en la solución de problemas sociales mediante el fortalecimiento de los servicios de educación, salud y vivienda.
Lagos, un socialista moderado, levantó en la primera vuelta el lema "Crecer con igualdad", con el compromiso de mantener la expansión de la economía chilena, la más exitosa de América Latina en los años 90, y corregir la distribución del ingreso.
Lavín, militante de la pinochetista Unión Demócrata Independiente (UDI), desarrolló su campaña con el eslógan "Viva el cambio", y prometió satisfacer las aspiraciones de ascenso social de las capas medias y los estratos más pobres.
Lavín obtuvo 47,51 por ciento de los votos, un apoyo mayor que el logrado por Pinochet cuando se plebiscitó en 1988, sin éxito, la iniciativa de otorgarle un nuevo mandato presidencial. El respaldo a Lavín también fue muy superior al logrado por los candidatos presidenciales de la derecha en 1989 y 1993.
El resultado de la primera vuelta puso en jaque a la gobernante Concertación por la Democracia, que en los dos comicios anteriores comicios llevó al triunfo por mayoría absoluta a Patricio Aylwin (1989) y Eduardo Frei (1993) y ahora logró 47,95 por ciento con Lagos.
El impacto de la crisis económica durante 1999 favoreció al abanderado de la derecha, pero más allá de ese factor coyuntural su éxito se atribuye a un mensaje conciliador y despolitizado, y al sentido práctico de sus ofertas electorales.
El periodista Ascanio Cavallo, uno de los más calificados analistas políticos de Chile, comentó que los votantes, al dar paso a la segunda vuelta, transformaron la elección en una ruptura con el pasado.
Cavallo añadió que el país se desentendió tanto de la herencia dictatorial y del mensaje elitista de la derecha tradicional como de los cambios radicales que propugna la izquierda extraparlamentaria.
El sociólogo Eugenio Tironi, dirigente del oficialista Partido Por la Democracia, sostuvo que el 12 de diciembre los chilenos dieron por concluido el proceso de transición a la democracia, iniciado con la década de los 90.
El fin de la transición y el inicio de la fase de democracia plena es un tema de debate recurrente en Chile entre los sectores de centro e izquierda, y de hecho el propio Lagos discrepa con diagnósticos como el de Tironi.
Lo cierto es que perdura el andamiaje institucional dejado por la dictadura y no se han resuelto los problemas pendientes de derechos humanos. Las conductas electorales indicarían, sin embargo, que en el "imaginario colectivo" predomina el deseo de sepultar el pasado.
Cavallo sostiene que en Chile surgen una neoderecha en torno a Lavín y una neoizquierda liderada por Lagos, y que ambas apuestan a crecer hacia el centro, otrora menospreciado por los apóstoles de la tradición y de la revolución.
Los fantasmas del pasado volvieron sin embargo esta semana, pocos días antes de la trascendental segunda vuelta, con el anuncio de Straw de su intención de sustraer al anciano ex dictador y senador vitalicio del juicio de extradición a España.
Es probable que estee rebrote del "factor Pinochet" tenga un impacto mínimo en la elección del domingo, por la cercanía de los comicios y porque tanto Lagos como Lavín insisten en que la cuestión es para Chile, a esta altura, de carácter judicial.
Si la decisión del ministro del Interior británico se hubiera producido en octubre o noviembre de 1999, Lavín no habría podido desentenderse, como lo hizo, de su identificación con Pinochet, y otro habría sido tal vez el resultado de la primera vuelta.
Aunque el caso del ex dictador no influya de modo decisivo en la segunda vuelta, los problemas que quedarán planteados adquirirán peso durante la fase de transición hacia el nuevo gobierno, que se instalará el 11 de marzo.
El retorno de Pinochet reactualizará el debate sobre la impunidad en que permanecen muchos de los crímenes represivos en Chile, y enfrentará a los tribunales a la decisión de juzgar a Pinochet, contra quien hay presentadas más de 50 querellas criminales.
Si el ex dictador decide volver a ocupar su banca de senador vitalicio cuando regrese, abrirá también la válvula de una confrontación política de difícil manejo para las actuales autoridades y sobre todo para el próximo presidente, sea Lagos o Lavín.
En última instancia, la patética y a la vez controvertida imagen de este Pinochet, supuestamente enfermo grave, puede simbolizar a un viejo sistema moribundo o a un cáncer que se reinstala desde el pasado, para impedir la instalación del nuevo escenario político prometido. (FIN/IPS/ggr/mp/ip/00