El ex presidente de Sudáfrica, Nelson Mandela, se propuso devolver el deteriorado proceso de paz de Burundi al primer plano, y para ello invitó a los presidentes de Estados Unidos y Francia a la próxima ronda de negociaciones, a mediados de febrero.
En su nuevo papel de mediador, Mandela también pronunciará un discurso en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), a pedido del embajador estadounidense ante el foro mundial, Richard Holbrooke.
Los esfuerzos iniciales de Mandela le valieron ovaciones de pie de delegados burundianos reunidos en Arusha, Tanzania, a quienes se dirigió por primera vez el domingo como mediador, y exhortó a "unirse al mundo moderno".
Sin embargo, informes procedentes del interior de Burundi sugieren que la situación podría empeorar mucho antes de empezar a mejorar.
En las últimas semanas se produjeron nuevas atrocidades por parte de rebeldes y fuerzas gubernamentales, una renovada presión sobre el gobierno para poner fin a su campaña de reubicación en Bujumbura Rurale y una creciente polarización política.
El presidente Pierre Buyoya reestructuró su gabinete y prometió restaurar la seguridad en todo el país y respaldar los intentos de Mandela por producir un acuerdo de paz.
Buyoya reconoció en su discurso de Año Nuevo que el conflicto interno empeoró en la segunda parte del año, mientras aumentaron las actividades de bandas armadas. "Todavía estamos en guerra", declaró.
Sin embargo, el presidente destacó que los problemas están siendo controlados y felicitó a las Fuerzas Armadas "por su patriotismo y valentía". Además, subrayó que "la colaboración entre las fuerzas de seguridad y la administración se ha vuelto realidad".
El mismo ejército fue duramente criticado unos días después por la organización defensora de los derechos humanos Amnistía Internacional, que lo acusó de masacrar a unos 40 civiles en Kabezi, 20 kilómetros al sur de la capital, Bujumbura.
Como en el pasado, el gobierno rechazó las acusaciones de Amnistía, pero las operaciones de contrainsurgencia del ejército, en especial en Bujumbura Rurale, continúan generando críticas de grupos opositores.
La afirmación reiterada del gobierno de que está ganando la guerra fue cuestionada tanto en Burundi como en el exterior.
Aunque Bujumbura está notablemente más calma que hace cuatro meses, el toque de queda debió adelantarse de la medianoche a las 10 pm y todavía hay ataques regulares, emboscadas y choques armados en distintas partes del país.
El incidente más notable de las últimas semanas fue la emboscada de tres vehículos, entre ellos un minibús, en Muramvya, sobre la ruta entre la capital y Gitega, en Burundi central. Dieciséis personas fueron asesinadas, y las autoridades culparon a los rebeldes.
Buyoya también defendió en su discurso de Año Nuevo la reubicación de 300.000 personas, pertenecientes en su mayoría al principal grupo étnico de Burundi, los hutus, en más de 50 "sitios de protección" en Bujumbura Rurale.
Un alto funcionario de la ONU reiteró la oposición de la organización a esta política, acusó a los ministros de Buyoya de violar la Convención de Ginebra y los urgió a desmantelar los campos por completo.
El enviado de Burundi ante la ONU defendió la medida del gobierno y arguyó que "hoy la población vive mucho mejor que antes", pero el plazo de tres meses originalmente planteado por el gobierno ya venció, y no hay señales de que los campamentos sean vaciados y se permita a sus ocupantes retornar a sus hogares en Bujumbura Rurale.
Los campamentos se han vuelto un punto de concentración de la oposición hutu.
"En los próximos años, esto será considerado otra forma de genocidio", dijo a IPS el ex presidente Sylvestre Ntibantunganya, y advirtió que la política de reubicación empobrecerá a la población y sembrará semillas de odio.
"Muchas de esas personas se sienten agredidas, en particular cuando los soldados les dicen que esta es una forma de castigo por votar un presidente hutu en 1993", afirmó Ntibantunganya.
El conflicto de Burundi tuvo su pico en 1993, tras el asesinato del primer presidente hutu del país, Melchior Ndadaye, por soldados tutsis en una tentativa de golpe militar.
Aunque la tentativa fracasó, el asesinato de Ndadaye dio lugar a una de las peores matanzas de la historia de Burundi.
Partidarios del ex presidente atacaron a miembros tutsis o hutus del opositor Partido de la Unidad y Progreso Nacional, provocando la muerte de decenas de miles de personas y el éxodo de otras 700.000.
En ese entonces se consolidaron las llamadas "milicias armadas extremistas", hostiles a la convivencia con la otra etnia", como los "Sin derrota" tutsis o los "Intagohekas" hutus, y la violencia empezó a generalizarse.
Unas 150.000 personas, en su mayoría no combatientes, fueron asesinadas en Burundi desde 1993, según agencias humanitarias que trabajan en el pequeño país centroafricano.
Louis-Marie Ninondera, secretaria ejecutiva de la organización burundiana de derechos humanos ITEKA, advirtió que Mandela sólo podrá hacer avanzar el proceso de paz de Arusha si llega a conocer plenamente la realidad de Burundi.
"No podemos tener este muro entre Arusha y lo que pasa aquí. Debe haber cierta evolución en Burundi para que Arusha tenga algún significado", agregó Ninondera. (FIN/IPS/tra-en/cs/mn/mlm/ip/00