Representantes de los gobiernos del mundo se reunirán la semana próxima para finalizar un acuerdo de bioseguridad que apunta a reducir los riesgos del comercio de organismos vivos genéticamente modificados.
La reunión, convocada por la secretaría de la Convención sobre Diversidad Biológica (CDB), se realizará en la ciudad sudoccidental canadiense de Montreal entre el 24 y el 28 de enero, y muestra la creciente preocupación por posibles efectos secundarios de la biotecnología sobre el ambiente y la salud.
"La capacidad de la biotecnología para mejorar el bienestar humano en el siglo XXI aumentará en forma drástica si la comunidad internacional toma medidas ahora para proteger el ambiente", dijo Klaus Toepfer, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El PNUMA administra la secretaría de la CDB.
Tomates, granos y semillas de soja genéticamente modificados son algunos ejemplos comunes de la producción agrícola de una industria mundial multimillonaria. Los fármacos elaborados mediante el empleo de ingeniería genética constituyen una industria aún mayor.
Representantes de unos 170 gobiernos se reunieron en febrero de 1999 en Cartagena, Colombia, para finalizar el acuerdo, pero no lo lograron a causa de importantes diferencias respecto del alcance de los alcances del tratado. Aquella conferencia fue suspendida y las conversaciones se reanudarán en Montreal.
Algunos gobiernos querían restringir el alcance del protocolo a los organismos vivos modificados que se elaboran para ser incorporados al ambiente, como las semillas, y otros querían abarcar también los que son mercancías agrícolas, como los alimentos, según indicó un informe del PNUMA.
Durante las discusiones en Cartagena actuaron como bloques, entre otros, el llamado Grupo de Miami (Argentina, Australia, Canadá, Chile, Estados Unidos y Uruguay), la Unión Europea, los países de Europa Central y Oriental y un agrupamiento de la mayor parte de las naciones en desarrollo.
El acuerdo de bioseguridad se transformará, si es aprobado, en un protocolo en el marco de la CDB, firmada en la Cumbre de la Tierra que se realizó en Rio de Janeiro en 1992 y que ya fue ratificada por 174 Estados.
Los objetivos de la CDB son "la preservación de la diversidad biológica, el uso sustentable de sus componentes y la división justa y equitativa de las ganancias que surjan de la utilización de recursos genéticos".
La CDB fue el primer acuerdo mundial que incluyó todos los aspectos de la biodiversidad: recursos genéticos, especies y ecosistemas.
El ministro de Ambiente de Colombia, Juan Mayr Maldonado, presidente de la Conferencia de Cartagena, realizó consultas informales en Montreal y Viena y aseguró que "representantes de todos los bloques que intervienen en la negociación se comprometieron a finalizar el Protocolo de Bioseguridad".
"En las consultas informales de Viena se llegó a un acuerdo general para que el alcance del tratado sea amplio. Los negociadores también avanzaron hacia un acuerdo sobre el marco conceptual de los procedimientos de control que se aplicarán", informó el PNUMA.
Desde comienzos de los años 70, la ingeniería genética ha permitido la modificación de animales, vegetales y microorganismos. Los organismos resultantes representan una promesa de enormes beneficios para la agricultura, la medicina y otros campos.
Los investigadores experimentan con microorganismos, insectos, peces y otros animales para encontrar formas de alterar las características de su crecimiento o lograr que produzcan nuevas sustancias.
La ingeniería genética puede aumentar el valor comercial de las plantas, creando variantes resistentes a las plagas y a otras presiones ambientales.
También, y esto es aun más importante, puede aumentar el rendimiento de las cosechas, y contribuir al desarrollo de nuevas vacunas y tratamientos médicos más eficaces.
Sin embargo, a muchas naciones en desarrollo les preocupan los riesgos para la diversidad biológica y la salud humana que puede implicar la introducción de organismos vivos modificados en sus ambientes.
Un portavoz de Supervivencia Cultural, una organización no gubernamental sin fines de lucro que ha defendido el desarrollo sustentable en Sri Lanka durante más de 20 años, señaló que las semillas modificadas genéticamente hacen que los agricultores del Sur dependan de corporaciones o agencias donantes del Norte.
"Campos que fueron cultivados con semillas alteradas genéticamente para desarrollar 'plantas resistentes' debieron ser cultivados nuevamente, luego de dos o tres generaciones, con semillas nuevas que también debían ser importadas", explicó.
"Aun no se conoce a fondo la interacción entre los organismos vivos modificados y los diversos ecosistemas", porque la biotecnología es un campo muy nuevo, indicó el PNUMA.
"La introducción de organismos modificados genéticamente no debería desarrollarse con mayor rapidez que los avances en la comprensión científica", añadió.
Las técnicas modernas de ingeniería genética permiten introducir una gran variedad de genes en los organismos de forma casi instantánea. Métodos tradicionales para alterar en forma deliberada el material genético de plantas y animales, como la reproducción selectiva y la fertilización cruzada, son mucho más lentos.
Muchos países con industrias modernas de biotecnología cuentan con legislación propia en la materia. Sin embargo, no hay acuerdos internacionales obligatorios que regulen las situaciones en las cuales organismos vivos modificados cruzan las fronteras, como mercancías o en forma accidental.
Entre los asuntos pendientes están el establecimiento de responsabilidades y la relación del Protocolo con otros acuerdos internacionales, en especial con los realizados en el marco de la Organización Mundial del Comercio.
Esos acuerdos no tienen en cuenta preocupaciones socioeconómicas sobre el riesgo de que las exportaciones de cultivos genéticamente modificados reemplacen a los tradicionales, y socaven culturas y tradiciones locales en los países importadores.
Otra preocupación es que muchos países en desarrollo carecen de medios técnicos, financieros e institucionales para ocuparse en forma adecuada de las cuestiones de bioseguridad.
"Necesitamos un protocolo de amplia aceptación que proteja al ambiente, refuerce la capacidad de los países en desarrollo de asegurar la bioseguridad, complemente a las disposiciones nacionales existentes y promueva la confianza pública en la biotecnología y los beneficios que puede ofrecer", dijo Toepfer.
"Reducir riesgos innecesarios de catástrófe interesa a los países industrializados y en desarrollo, a los consumidores y las industrias, y a todas las personas a las cuales les importa el ambiente", agregó. (FIN/IPS/tra-en/mjs/ks/at/mp/en ip/00