IPS: Eso aún no tiene valor económico, no es remunerado.
FEARNSIDE: Pero se acerca el momento. El Protocolo de Kyoto (sobre cambio climático), por ejemplo, hace factible la movilización de grandes sumas de dinero para combatir el efecto invernadero, como una perspectiva más cercana que la ofrecida por la biodiversidad.
El Protocolo de Kyoto abre en su artículo 17 la posibilidad del comercio de emisiones de gases. Brasil puede incluir los bosques en eso, al disminuir su deforestación ganaría créditos para vender a países que se comprometieron a reducir sus emisión de los gases que provocan el efecto invernadero.
Además, está la Cláusula de Australia, que lleva el nombre del país que formuló la propuesta y por la cual los países que presentaban emisiones netas de esos gases en 1990, debido a la deforestación, tienen derecho a créditos si reducen su tala de árboles.
No es el caso de Estados Unidos y Europa, que en 1990 ya no tenían áreas boscosas bajo presión, sino en reforestación. Pero Brasil está en la misma situación de Australia, tiene asegurada en el Protocolo la posibilidad concreta de obtener créditos conteniendo la destrucción de bosques, y venderlos. Su precio es muy superior a lo que se gana vendiendo madera y carne de vacuno.
IPS: ¿El gobierno brasileño no se opone a ese comercio de derechos de emisión?
FEARNSIDE: Itamaraty (sede de la cancillería brasileña) está en contra, pero no el Ministerio de Medio Ambiente.
En junio, en una reunión en Cochabamba, Bolivia, el ministro José Sarney Filho firmó una declaracin que pide incluir la reducción de la tala de árboles en el Mecanismo de Desarrollo Limpio, una de las vías propuestas para financiar proyectos que detengan la emisión de gases en países en desarrollo.
IPS: ¿No está faltando cooperación internacional adecuada para preservar el ambiente amazónico?
FEARNSIDE: El dinero ofrecido por el Grupo de los Siete países más ricos del mundo (G-7), 250 millones de dólares, aunque modesto en términos mundiales, es importante comparado con el aporte que tenemos del gobierno brasileño. Pero las contribuciones disminuyeron. Eso depende de la presión de los electores de los países ricos.
El programa del G-7 fue anunciado en 1990 y comenzado en 1992, una época en que la Amazonia estaba todos los días en la televisión y eso generaba presión para que los gobiernos hicieran algo. El compromiso de destinarle fondos fue la consecuencia.
Pero ahora, que se acaban los primeros 250 millones de dólares, se hace más dificil obtener fondos, porque ya no hay un noticiero diario sobre amenazas a la Amazonia, hay otras prioridades, el desempleo y otros problemas internos.
La oferta de recursos bajó, aunque el problema se mantiene y se hizo más grave, con más deforestación e incluso con la mejor conciencia del impacto sobre otros países, a través del efecto invernadero. Con el cambio climático es distinto, las sumas son mucho más altas y no dependen de la presión política interna.
Estados Unidos, por ejemplo, se propone gastar 8.000 millones de dólares al año con los llamados mecanismos de flexibilidad, que incluyen el del desarrollo limpio, el canje de emisiones de gases y la ejecución conjunta de proyectos. No se lo puede comparar con los 250 millones para la Amazonia, que ni siquiera son anuales, sino que se dividen a lo largo de seis o siete años.
Hace falta que Brasil tome el liderazgo en las cuestiones ambientales, asumiendo compromisos más profundos en las negociaciones sobre el clima, por ejemplo.
IPS: ¿Cómo ve el futuro de la Amazonia, contado en el plazo de algunas décadas?
FEARNSIDE: Lo importante es destacar que ese futuro depende de decisiones de la sociedad, no está fuera del control de la humanidad. Por ejemplo, si se aplican recursos del gobierno en hidrovías, ferrocarriles y carreteras, el impacto es grande.
Como la explotación maderera, que tenderá a aumentar brutalmente en las próximas décadas, porque los bosques tropicales asiáticos se están agotando y no seguirán abasteciendo el mercado mundial.
Depende de decisiones del gobierno. Asentar campesinos sin tierra en áreas ya deforestadas tiene mayor costo político, porque exige quitarle la tierra al hacendado. Hacerlo en bosques vírgenes, sin dueños, es más fácil, pero el daño ambiental es mucho mayor.
IPS: En este cuadro actual, ¿la visión del futuro sólo puede ser pesimista?
FEARNSIDE: Sin duda, pero también se puede tener esperanzas, porque las decisiones clave para el destino amazónico están aún por tomarse. No es la situación de muchas partes del mundo, ya desertizadas. En Brasil el futuro está por decidirse. (FIN/IPS/mo/ag-ff/en/99