La Iglesia Católica de la opción preferencial por los pobres no sólo sobrevive en América Latina sino que está creciendo, pero sin alarde, según el sacerdote brasileño José Oscar Beozzo.
Las afirmaciones sobre su debilitamiento se basan en su menor presencia en los informativos, no en la realidad concreta, sostuvo Beozzo, director del Centro Ecuménico de Servicios a la Evangelización y Educación Popular y miembro de la Comisión de Estudios de Historia de la Iglesia Católica en América Latina.
Incluso en Argentina, con un episcopado históricamente conservador, "florecen ahora las comunidades eclesiásticas de base (CEB) y las pastorales sociales", producto de la crisis económica desde la década pasada, ejemplificó el sacerdote.
El alto desempleo y el aumento del número de pobres pasaron a destruir las familias, prioridad de la acción pastoral anterior, llevando al clero a modificar su acción, preocupándose por los problemas sociales y cuestionando políticas del gobierno, indicó.
La pobreza se agravó en toda América Latina en los últimos años y eso justifica el compromiso de la Iglesia. "Es muy difícil que pueda vivir de espaldas a esa realidad", arguyó.
La jubilación o la muerte de obispos conocidos podría alentar conclusiones sobre la paulatina desaparición de la denominada corriente progresista. Pero su fuerza se comprobó en la elección de la actual dirección de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil.
Además, se debe observar las actividades de toda la Iglesia, no sólo los nombres sobresalientes o lo que divulga la prensa, señaló Beozzo, quien subrayó que hay "tres ejes que caminan juntos pero son autónomos" en la llamada Iglesia de los pobres.
Uno está constituido por las CEB, de organización de los pobres en su propia comunidad, uniendo fe y problemas locales. Otro contempla las pastorales sociales, que tratan con horizontes más amplios temas específicos como el de la tierra, los pueblos indígenas, la mujer marginada, la niñez y el mundo del trabajo.
En el tercero están la teología, la historia de la Iglesia y estudios bíblicos, en una reflexión que acompaña los esfuerzos de base y de las pastorales.
La teología de la liberación hoy aparece menos en los medios masivos de comunicación, pero ya impregnó el pensamiento y la práctica de la Iglesia en muchos países. Además, sus autores más conocidos siguen publicando sus textos.
Un ejemplo es Leonardo Boff, el más conocido teólogo de esa corriente en Brasil, que produjo varias obras después que dejó el sacerdocio y la enseñanza en instituciones eclesiásticas, a causa de persistentes presiones y sanciones del Vaticano.
El peruano Gustavo Gutiérrez, uno de sus fundadores y quien acuñó en un libro el nombre de "teología de la liberación", trabaja en el Centro Bartolomé de las Casas, organización católica de intensa actividad editorial que publica sus obras, y actualmente se encuentra en Francia, escribiendo un nuevo libro.
Lo más importante es que la reflexión religiosa se diversificó y se profundizó, incorporando nuevos temas, como las cuestiones de género, de raza y ecológicas, aunque con autores menos famosos, destacó Beozzo.
La teología indígena ganó fuerza en el sur de Perú, Bolivia, México, Guatemala, donde es numerosa y pobre la población autóctona.
El trabajo de base también siguió ese camino. Las CEB se expandieron entre los indígenas de Ecuador o del sur de México donde se destacó el obispo Samuel Ruiz, en el sureño estado de Chiapas, así como en la periferia pobre de las grandes ciudades.
Beozzo dijo que en Lins, a 440 kilómetros de Sao Paulo y donde es párroco, el número de CEB pasó de una a seis en los últimos años, desmintiendo análisis que hablan de desmovilización, y aseguró que "Lo que hay es menos ruido en la prensa".
Sin embargo, el Vaticano ha hecho un esfuerzo para reducir los representantes de la corriente progresista en la jerarquía católica y en los seminarios.
En México, por ejemplo, 86 obispos de un total de poco más de cien fueron sustituidos durante el pontificado del papa Juan Pablo II, rechazando a los que profesaban la teología de la liberación.
Los cambios en la Iglesia comprometida con los pobres reflejan también el proceso vivido por América Latina. Las dictaduras y la violencia política de los años 60 y 70 propiciaron el surgimiento de sacerdotes guerrilleros, como Camilo Torres en Colombia, y una acción más política.
En esta época desaparecieron decenas de sacerdotes, seminaristas y religiosas, secuestrados o asesinados por la represión política en Argentina y en América Central, y en Brasil otros fueron detenidos y torturados.
Muchos obispos se arriesgaron por estimular la opción por los pobres, denunciar la violencia represiva o defender presos y perseguidos políticos.
Con la democratización en la región, especialmente en los años 80, la actuación pasa a ser menos política y más social y ética, por eso mismo con menos visibilidad periodística.
El compromiso de la Iglesia con las mayorías pobres tiende a crecer ante el proceso de exclusión promovido por las políticas económicas actuales, concluyó Beozzo. (FIN/IPS/mo/ag/ip-cr/99