/Perspectivas 2000/ AMERICA LATINA: El mercado venció al Estado al finalizar el siglo

América Latina abandonó a mediados de los años 80 el sueño de crecer sustituyendo importaciones e ingresó en un proceso de liberalización que, a fines de este siglo, arroja un balance muy dispar, según se estudien los resultados económicos o los sociales.

Historiadores, sociólogos y economistas señalan que el deslizamiento de las economías de la región hacia un modelo neoliberal estuvo precedido por un escalonamiento de hechos políticos, como la caída del Muro de Berlín, el desmantelamiento de la Unión Soviética y el comienzo del fin de la guerra fría.

El sociólogo argentino Ernesto López, director del área de Ciencias Sociales de la Universidad de Quilmes, dijo a IPS que el comienzo del proceso de apertura de las economías de América Latina, de privatizaciones y reforma del Estado se sitúa en ese contexto.

Luego de derrumbarse el sistema comunista, se liberó la dinámica económica en Occidente a un ritmo muy acelerado de apertura y abandono del proteccionismo, alimentado, a su vez, por el afán de lucro propio de un capitalismo que busca de manera permanente formas más competitivas de producir, explicó López.

Agregó que el llamado Estado de Bienestar, dirigista e intervencionista, caducó junto con el modelo de sustitución de importaciones y se pasó a una apertura descarnada de la economía, a la competencia y el achicamiento permanente del Estado, que antes garantizaba la contención de los ciudadanos.

"Atados a la necesidad de financiarse, de reestructurar sus deudas, de disminuir el gasto público y de conseguir equilibrio fiscal, los países de la región no tuvieron otra alternativa que internarse en una profunda reconversión económica", puntualizó López, autor del libro "Globalización y democracia"

Aclaró que, si bien la globalización que se impuso en los años 90 es irreversible, no todos los países están forzados a involucrarse en este proceso o a hacerlo de una sola manera, ya que puede haber una participación más o menos controlada.

Sin embargo, López admitió que el fracaso del presidente de Perú Alan García (1985-1990) cuando intentó mantenerse bajo las pautas del "viejo modelo" terminó siendo, para muchos gobiernos de América Latina, un paradigma de lo que no debían hacer.

López aseguró que el balance de este proceso de reformas neoliberales en la región es positivo para quienes consideran exclusivamente las variables económico-financieras, pero relegan a un segundo plano sus efectos sociales.

Es un dato objetivo que las economías se estabilizaron, en la mayoría de los países se registró un fuerte crecimiento del producto interno bruto, se garantizaron las inversiones y que, en ese contexto, se radicaron capitales del exterior para desarrollar proyectos orientados al mercado externo.

Sin embargo, pasada ya una década, el modelo de apertura comercial y de achicamiento del Estado muestra otras variables menos "exitosas".

Tal es el caso del impacto que tuvo sobre el empleo el desarrollo tecnológico acelerado, sumado a la exigencia para las empresas de competir, ya no con otras firmas locales, sino con las mejores del mundo.

El empleo comenzó a declinar en América Latina, y con la desocupación surgieron nuevos problemas sociales.

El trabajo dejó de ser el eje que estructura la vida de las personas y que las mantiene integradas a un sistema social, a cuyo desarrollo antes aportaban con sus conocimientos o habilidades. Ahora nadie los necesita.

El sociólogo francés Robert Castell, que visitó la región este año para presentar su libro "La metamorfosis de la cuestión social", dijo que el sistema neoliberal produce "supernumerarios".

Castell identifica así a las personas sin empleo que, en el mejor de los casos, como ocurre en países industrializados, reciben un subsidio que conlleva el mensaje "usted está de más".

En los países de América Latina, el Estado ya no tiene capacidad fiscal suficiente para atender a los excluidos del sistema económico y, por lo tanto, no abundan los subsidios para los desocupados ni está prevista la manera en que éstos han de utilizar su tiempo libre.

Todas las redes de contención y de ayuda social que antes eran parte sustancial del papel del Estado, aun en las épocas de pleno empleo en la región, fueron poco a poco desmanteladas con la creencia de que el mercado crearía puestos para todos.

Sin embargo, datos de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) revelan que la distribución del ingreso sigue siendo deficiente en la mayoría de los países, a pesar del crecimiento económico en esta década y a la reducción de la inflación, en especial en países como Argentina y Brasil.

El último informe de la Cepal señala que, de 12 naciones estudiadas, en siete la distribución del ingreso se volvió más regresiva pese al crecimiento del producto. Es el caso de Argentina, Brasil, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Paraguay y Venezuela.

"Lo observado en América Latina en los años 90 confirma que la evolución del crecimiento económico no permite predecir lo que pueda suceder con la distribución del ingreso", advierte el estudio a los países que se aferren ciegamente a las recetas neoliberales.

Lo mismo se asevera en el trabajo de la Cepal respecto de la tasa de pobreza e indigencia. La tendencia a la baja no parece depender de las posibilidades de crecimiento de los países, sino de las transferencias del sector público, en especial en materia de jubilaciones y pensiones, como es el caso de Uruguay.

El total de personas que vive en situación de pobreza en la región sigue rondando los 200 millones, que equivale a 43 por ciento de la población, y los indigentes suman 90 millones (15 por ciento).

Los servicios de agua potable y cloacas llegaron a muchos de ellos, pero el volumen de sus ingresos los mantiene en la pobreza junto a los "nuevos pobres", procedentes de las filas de la clase media, sin posibilidades de conseguir empleo o una pensión.

López sostuvo que algunos países con una voluminosa pobreza estructural, como Brasil o México, hicieron más lento el ajuste. "México por razones históricas y Brasil por cuestiones estratégicas", explicó.

En cambio, Argentina, que a comienzos de los años 90 hervía en un marasmo de hiperinflación, impulsó el ajuste de manera acelerada.

Pocos países redujeron la presencia del Estado de una manera tan rápida y sustancial como lo hizo Argentina en los 10 años de gobierno de Carlos Menem (1989-1999).

En ese periodo, el gobierno de Menem atacó toda la estructura estatal. Las empresas públicas se vendieron en un tiempo muy corto, pese a la resistencia de los sindicatos de trabajadores de esas entidades.

El número de empleos en América Latina tampoco aumentó, ni aun con la mayor actividad económica.

Por el contrario, se crearon menos puestos de trabajo y las condiciones de contratación se volvieron cada vez más precarias, con el objeto de conseguir una reducción de los salarios que permita llegar al mercado mundial con una producción más competitiva.

"El desempleo decreció hasta principios de los años 90, pero a partir de entonces comenzó a elevarse nuevamente en la mayoría de los países de la región, y tiende a aumentar aun más entre las mujeres, los jóvenes y las personas con menores ingresos", advierte el estudio de Cepal.

Del mismo modo, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) alertó sobre esta tendencia poco alentadora, con la que se cierra esta década y el siglo.

No sólo el desempleo preocupa en América Latina sino también el crecimiento del sector informal, que en países como Perú contiene a 74 por ciento de las personas en edad de trabajar.

"El desempleo promedio de la región creció de 7,2 a 8,4 por ciento en 1998 y la informalidad laboral alcanzó 60 por ciento del empleo", indicó un informe de la OIT divulgado a comienzos de año.

También vaticinó que para 1999 el desempleo promedio superaría el máximo de la década pasada, al ubicarse en casi 10 por ciento.

López afirmó que estos datos muestran una "incongruencia" entre la dinámica económica y las consecuencias sociales que se derivan de ella.

"Hay una fractura muy grande en nuestra región entre economía y sociedad, y frente a ese divorcio el Estado tiende a jugar en favor de la economía", aseguró.

El experto concluyó que esto "es el famoso triunfo del mercado sobre el Estado. El mercado ganó y colonizó al Estado, lo cual está generando un problema muy grave para el futuro, un problema social que deberá ser resuelto de manera urgente al comenzar el siglo XXI". (FIN/IPS/mv/dm-mj/if/99

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