A comienzos del próximo siglo se instalarán en América Latina y el Caribe cabinas públicas de Internet, en aplicación de un modelo nacido en Perú y considerado una solución para masificar las comunicaciones electrónicas en los países en desarrollo.
"Aunque se trata de un modelo basado en el mercado resuelve una necesidad social, como es el acceso de los sectores de menores recursos a los sistemas más avanzados de comunicación y es, por lo tanto, un mecanismo democratizador", opinó el periodista y experto en comunicación Juan Gargurevich.
La proliferación de cabinas públicas de Internet en Perú es un fenómeno que ha permitido ampliar de manera notable la comunicación electrónica en una sociedad en la que poseer una computadora y una línea telefónica es un lujo.
Las cabinas tienen un costo menor para el usuario que la utilización de una computadora y un teléfono doméstico.
Esta experiencia positiva llevó a que El Salvador suscribiera un convenio con la Red Científica Peruana (RCP), organización no gubernamental que promovió las cabinas públicas, para instalar el sistema en ese país. También negocia un acuerdo similar el gobierno del Congo.
El prestigio obtenido por la RCP motivó el interés de la empresa italiana Telecom y de un consorcio de bancos europeos para ayudarla a dar un salto que la convertirá en una firma trasnacional de telecomunicaciones, con presencia en el resto de América Latina y el Caribe.
En la región existen diversas posibilidades de acceso a Internet, fuera de la oferta doméstica, laboral o académica, en especial en los llamados cibercafés, comercios donde se comparte el consumo de bebidas y comidas con el uso de computadoras conectadas a la red informática mundial.
Sin embargo, sólo en Perú el fenómeno ha escalado una dimensión masiva.
En Argentina hay alrededor de 700 "locutorios" que ofrecen servicio de Internet, a cinco dólares la hora, mientras que en Brasil cuesta un dólar la conexión de 15 minutos en cafés y restaurantes, con la obligación de consumir al mismo tiempo comida o bebidas.
En Chile existen una decena de cibercafés conectados a Internet, no hay una tarifa establecida pero el más conocido cobra 4,5 dólares la hora. En Colombia hay establecimientos similares, con tarifas que oscilan entre 1,80 y 3,60 dólares la hora.
En Costa Rica funcionan varios cibercafés, mientras en Venezuela los parroquianos de algunos locales similares pagan cinco dólares la hora.
En Panamá, un activo centro bancario y comercial internacional, existen "cabinas de Internet" en zonas céntricas y complejos comerciales, en los que se cobra en promedio 1,50 la hora de conexión electrónica con el resto del mundo.
"Las cabinas públicas peruanas son una variante de los cibercafés, pero mucho más baratas, ya que no ofrecen alimentos ni bebidas sino sólo una silla, una computadora y una línea telefónica", explicó el periodista Carlos Zavala.
Se estima que existen cerca de mil de estos locales en Perú, con tarifas que van desde los 75 centavos de dólar a 1,70 dólares la hora, según los barrios y ciudades.
La proliferación de cabinas públicas de Internet a precio bajo se debe al hecho de haber sido impulsadas por una organización no gubernamental, la RCP, a la generalizada pobreza de su población y a la avidez de los jóvenes por la tecnología, en especial en ámbitos universitarios.
"No cambiaré mi vieja computadora 286, que compré usada hace tres años, ya que me resulta más barato recurrir a las cabinas, que tienen equipos de última generación y además me dan acceso a Internet", comentó el estudiante universitario Gonzalo Mier y Teran.
Mier y Teran no pertenece al estrato social de extrema pobreza, pero vive en un barrio popular de Lima, trabaja en lo que puede para pagar sus estudios y abona unos 40 soles (11,50 dólares) al mes por 16 horas de conexión a Internet en alguna de las atestadas cabinas de la avenida Wilson de la capital.
Casi todos estos pequeños locales son gestionados por microempresas, que operan un promedio de 10 computadoras.
En los extremos de ese promedio se ubican algunos establecimientos con sólo tres ordenadores y una cadena con 25 en cada local, montada en barrios residenciales por una empresa de capitales asiáticos.
Las universidades, un centro parroquial de la Iglesia Católica y algunos municipios cuentan con cabinas de Internet que ofrecen el servicio en forma gratuita o a muy bajo costo a alumnos, feligreses y vecinos, respectivamente.
El 60 por ciento de las cabinas públicas de Internet en Perú funcionan las 24 horas todos los días, con el agregado de que las tarifas nocturnas son más baratas, lo cual hace aumentar la afluencia de público.
En este país de 25 millones de habitantes, sólo 12 por ciento de los hogares cuentan con servicio telefónico, señala José Ramón Vela, director gerente de la empresa Telefónica de Perú.
A pesar de que no se cobra una tarifa telefónica especial para la conexión a Internet, el precio de 1,5 dólares la hora de comunicación domiciliaria hace que el costo del sistema doméstico sea alto para la mayoría de la población.
Las estadísticas oficiales indican que hay 450.000 computadoras en uso en Perú, que equivalen a siete por ciento de los hogares, proporción exigua en comparación con el resto de América Latina, donde el promedio asciende a 16 por ciento, y con Estados Unidos, dpnde llega al 70.
La RCP tiene 120.000 abonados, contando usuarios particulares y empresas. Según sus estimados, hay poco más de 400.000 usuarios de Internet en Perú, de los cuales mas de 40 por ciento utiliza las cabinas publicas.
Una encuesta efectuada por la empresa Analistas y Consultores señala que sólo 7,2 por ciento de los peruanos puede ser considerado usuario regular de Internet, que su promedio de conexión es de cinco horas semanales y que 53,6 por ciento de ellos tiene entre 18 y 24 años.
Las primeras cabinas públicas para acceder a la red de redes fueron montadas por la RCP en su local central, luego se extendieron a capitales de provincias, y cuando las universidades abrieron sus paneles de PC vinculadas a Internet surgió en algunos estudiantes la idea de llevar el negocio al barrio.
La cabina pública se basa en una conexión de línea fija, de servicio las 24 horas, que la telefónica cobra según el ancho de banda del cable, por ejemplo de 128 Kb, que puede ser usada hasta por 20 PC simultáneamente, y un pago al servidor local de Internet.
En un mercado como el peruano, para montar una cabina pública se calcula una inversión necesaria de entre 20 a 25 mil dólares, que pueden recuperarse en unos seis meses si el lugar elegido es accesible, visible y atractivo.
Paul Morales, gerente de Supranet-Systems, dice que 60 por ciento de los clientes de la cabina de Internet que tiene su empresa en el residencial barrio de Miraflores acude por razones recreativas, 30 por ciento por motivos comerciales o de comunicación y 10 por ciento en busca de servicios informativos.
Según su experiencia empresarial, 50 por ciento de los clientes concurre una vez por semana, 30 por ciento dos veces y 20 por ciento tres veces o más.
El sociólogo Nelson Manrique, autor del libro "La sociedad virtual y otros ensayos", estima "significativo que las cabinas hayan surgido como una propuesta de microempresarios jóvenes".
"Estamos en el contexto de una sociedad de mercado en construcción y encuentro legítimo que ganen dinero", señaló.
Manrique considera que, en otro modelo social, el Estado debería proporcionar a la población la forma de acceder a las nuevas vías de comunicación.
"El negocio de las cabinas públicas de Internet tiene sus riesgos, porque la tecnología puede ofrecer vías mas baratas y fáciles en cualquier momento, pero por ahora otorgan oportunidad de acceso a muchas personas que no podrían acceder, de modo que son un factor de democratización de la información", concluyó. (FIN/IPS/al/dg/sc-cr/99