El regreso de los militares al poder desató un nuevo debate en Pakistán que opone el fundamentalismo al liberalismo y la democracia a la dictadura, pero algunos analistas interpretan esto como un conflicto de intereses creados.
Feroces críticos del depuesto primer ministro Nawaz Sharif, procedentes de medios y organizaciones no gubernamentales (ONG), se unieron al nuevo gobierno militar encabezado por el jefe del ejército, el general Pervez Musharraf.
La designación de por los menos dos de tales activistas en los gabinetes federal y provincial suscitó reacciones que van desde la desaprobación total a la aceptación cautelosa entre los medios y las ONG.
Omar Asghar Khan, ministro federal de Ambiente, Turismo y Cultura, y Shahid Hafeez Kardar, ministro de Finanzas de la provincia de Punjab, fueron críticos de las políticas exterior y nuclear de Pakistán y ahora se disponen a ayudar al nuevo mandatario a implementar una agenda más progresista para el país.
Ambos renunciaron a sus empleos en ONG y son ahora observados por sus ex colegas para ver si tienen éxito o renuncian.
También se espera mucho de otros miembros de los nuevos gabinetes en los gobiernos provinciales y federal, dados sus historiales.
Pakistán está dividida en cuatro provincias: Punjab, Sindh, Balochistan y la Provincia de la Fronterna Noroeste (NWFP).
Tres de las mujeres designadas en los nuevos gabinetes se destacan por su trabajo en educación: Anita Ghulam Ali en Karachi, capital de Sindh, Zubeida Jalal de la zona rural de Balochistan, y Shaheen Atiqur Rehman en Punjab.
Una cuarta, la profesora de derecho Shaheen Sardar Ali de Peshawar, que integra ahora el gabinete de NWFP, es conocida por su trabajo en el área religiosa y de los derechos de la mujer.
Pero son Khan y Kardar quienes probablemente concentren toda la atención pública, debido a sus conocidas posiciones contra el autoritarismo.
El Foro de ONG de Pakistán, un organismo que reúne a cinco coaliciones de ONG provinciales y con sede en Islamabad, señaló luego de una reunión que los activistas de las ONG que se unieron al régimen militar no lo habían hecho como representantes de las mismas sino "en carácter personal".
Esperemos que "no pierdan de vista la agenda en la que siempre creyeron, de fortalecimiento de la sociedad civil", dijo Khawar Mumtaz de Shirkat Gah, un centro de recursos para mujeres con sede en Lahore, actual secretaría del Foro.
Las ONG de Pakistán están atrapadas entre principios y aspectos prácticos, explicó. "Debemos tratar y dialogar con un gobierno militar pero no podemos tolerar un sistema militar".
"Hay también un claro consenso acerca de que el gobierno de Sharif no debe ser restaurado. Queremos el imperio de la ley, pero también responsabilidad", agregó.
En una declaración de prensa, el Foro también hizo un llamado a la restauración de la democracia y exigió que el régimen militar declare qué medidas está tomando y fije un plazo para ese fin.
Más de 2.500 ONG de todo el país asistieron a la reunión nacional del Foro realizada en Lahore, donde se discutió si la comunidad de ONG debe apoyar u oponerse a sus ex colegas en el gobierno.
El investigador y trabajador para la paz Haris Gazdar tiene una opinión diferente. Dijo que la tarea a realizar debería ser "exponer el carácter antipopular y antidemocrático de los gobiernos militares y civiles que hubo en Pakistán".
Gazdar, investigador de la prestigiosa Escuela de Economía de Londres, cree que el verdadero problema en Pakistán hoy es el "conflicto entre los intereses económicos creados".
Señaló que los regímenes militares y civiles anteriores no lograron "mediar" en este conflicto y predijo que el nuevo régimen tampoco podrá.
Se presenta a los militares como una alternativa a la "talibanización" de Pakistán bajo el expulsado primer ministro Sharif.
A juicio de Gazdar, el fundamentalismo "perdió adeptos" en las clases gobernantes, en parte por el "temor" de que se saliera de control.
Tanto los gobiernos civiles como los militares de Pakistán utilizaron el liberalismo y el fundamentalismo para su beneficio, observó.
Gazdar sospecha que el verdadero temor es que el fundamentalismo podría ser un vehículo ideológico y organizacional para el "otro lado" en este conflicto de clases.
Esto significa que los menos poderosos podrían ganar poder a través del fundamentalismo, aunque Gazdar duda que éste tenga ese potencial revolucionario en Pakistán, dado su carácter dividido y divisor.
Al ser entrevistado en Lahore, el investigador opinó dijo que Pakistán no puede quedar atrapado en debates. "Debemos tener democracia, aunque no funcione", instó.
"La tarea de los verdaderos demócratas y progresistas no es defender a Nawaz o Benazir (Bhutto) porque ganaron elecciones y luego a Musharraf porque parece estar combatiendo a los mullah".
"¿Por qué gastar nuestras energías en apoyar el golpe u oponernos al golpe? Es el juego de otras personas, nosotros somos observadores y el verdadero tema del conflicto es entre clases y otros conflictos sociales. La pregunta más importante es en qué punto estamos y qué podemos hacer al respecto", afirmó. (FIN/IPS/tra-en/bs/an/at-mlm/ip/99