MARTA HARNECKER: El partido único no es un dogma socialista

No necesitamos una izquierda nostálgica del pasado, sino otra, capaz de construir de modo creativo el porvenir, advierte la socióloga chilena Marta Harnecker.

Harnecker, discípula en los años 60 del filósofo marxista francés Louis Althusser y residente en Cuba desde 1974, señala que de la crítica marxista al capitalismo actual deberían surgir alternativas para enfrentar los desafíos de la globalización neoliberal.

No pretende ofrecer soluciones, pero sí alimentar el debate para la reorganización de la izquierda latinoamericana de cara al próximo siglo.

Ese es uno de los objetivos de su libro "Haciendo posible lo imposible: La izquierda en el umbral del siglo XXI", publicado por la editorial Siglo XXI de México y de España, y cuya edición cubana será presentada en la Feria del Libro de La Habana.

Tampoco el socialismo escapa a sus observaciones. "El partido único puede derivar en dictadura si de él se excluye el debate interno", dice, aunque también opina que sería una ingenuidad política que en las condiciones actuales de Cuba se cediese espacio a otras organizaciones.

IPS: En los años 60, la revolución cubana fue referente y modelo inspirador de la izquierda latinoamericana. Hoy, sin embargo, parece haber perdido su poder de convocatoria y suele ser criticada especialmente en temas como la democracia y los derechos humanos. ¿Acaso ha cambiado la revolución cubana?

HARNECKER: No es Cuba la que ha cambiado, sino el mundo. Ha habido experiencias socialistas derrotadas. Mal que bien, Cuba perteneció a esa familia, copió del socialismo soviético varios de sus métodos, como lo reconoce el propio Fidel Castro.

Las aprehensiones que hay sobre Cuba se relacionan con la identificación que se hace entre ella y ese socialismo real derrotado. Cuando la gente descubre la originalidad de Cuba y su práctica diferente, esa percepción cambia.

Además, se ha profundizado la sensibilidad democrática de la izquierda latinoamericana. El impacto de experiencias de dictadura en América del Sur, por una parte, y, por otra, la crisis del socialismo real, han conducido a la mayor parte de ella a una revalorización de la democracia política.

A la izquierda le cuesta hoy más aceptar un régimen político con una prensa uniforme y poco polémica y un sistema político basado en un solo partido y en el que parece siempre haber uniformidad de criterios -no se conocen debates públicos- y pesa excesivamente la personalidad de Fidel en las decisiones.

Los propios dirigentes cubanos no están ciento por ciento satisfechos con su democracia, desearían perfeccionarla, tener un sistema más participativo, con más espacios de discusión. Pero si te sientes asediado, sometido a una guerra externa, ¿qué democracia puede haber?

Además, luego del duro golpe sufrido por el socialismo, Cuba debe elaborar una nueva estrategia para continuar adelante, se ve abocada al desafío de abrir un camino no transitado hasta entonces.

IPS: ¿El partido único es inevitable en el socialismo?

HARNECKER: La existencia de varios partidos o de uno solo no es un dogma, depende de la forma concreta que adopta la lucha de clases en cada lugar, que no es ajena a la lucha de clases a nivel internacional.

No debemos caer en el fetichismo del pluralismo, ni en el fetichismo del partido único. Hay tipos de pluripartidismo que son puramente formales, como ocurre cuando hay dos partidos diferentes con un programa muy similar, como es el caso de los partidos Republicano y Demócrata en Estados Unidos.

Pero esto no quiere decir que sea siempre así. Existen formas pluripartidistas en que los diferentes partidos realmente reflejan distintos intereses de clase, como sucede en países europeos y de América Latina.

Así mismo, el partido único, que ha sido instrumento valioso en algunos países socialistas como Cuba, puede derivar, si de él se excluye el debate interno y toda forma de control popular sobre la vida partidaria, en una dictadura del partido, como en el caso de la Unión Soviética.

Cuando eso ocurre, el partido único pierde su carácter instrumental para volverse un objetivo en sí mismo, desvinculándose totalmente de las masas.

IPS: En el caso de Cuba, ¿no cree usted que sería saludable dar paso a una apertura que facilitara la participación política de otras fuerzas?

HARNECKER: Destruir la unidad interna -la mayor fuerza de la revolución- permitiendo la creación en Cuba de otros partidos políticos, en un momento en que la correlación de fuerzas a nivel mundial es tan desfavorable al socialismo, significaría aceptar en territorio nacional una cabeza de playa que serviría para que, por ese canal, penetrasen la propaganda política y los recursos de la contrarrevolución instalada en Miami y del propio gobierno de Estados Unidos.

Sería un absurdo que, después de 40 años de desarrollo independiente y soberano, los cubanos, en aras de satisfacer las demandas de algunos individuos autoproclamados "demócratas consecuentes", cedieran ese espacio a la contrarrevolución de forma gratuita.

Sería una enorme ingenuidad política. La historia tiene bastante con la experiencia aventurera de Mijail Gorbachov, que llevó al desastre al campo socialista.

IPS: ¿Qué significa ser de izquierda en América Latina luego de la estrepitosa caída del socialismo de Europa oriental y cuando estamos despidiendo el siglo XX?

HARNECKER: Ser de izquierda hoy significa estar dispuesto no sólo a hacer declaraciones en favor de una sociedad solidaria, sino luchar decididamenmte contra el neoliberalismo y participar en forma activa en la construcción de una fuerza social antisistema. (SIGUE/2-E

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