IPS: ¿Cree usted que la izquierda latinoamericana está preparada para ello?
HARNECKER: Creo que no. Se está planteando la necesidad de una alternativa de manera cada vez más fuerte, porque evidentemente el mundo va hacia una cada vez más insorportable situación de pobreza y marginación y hacia una verdadera catástrofe ecológica.
Hoy existe una mayor conciencia al respecto. Año y medio atrás, todavía el modelo neoliberal se presentaba muy fuerte y una parte no desdeñable de nuestra izquierda consideraba incluso que no había otro camino. Pero la crisis asiática demostró la fragilidad de ese modelo y alertó sobre los peligros de la guerra financiera.
Georges Soros, magnate de las finanzas, y altos ejecutivos del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, entre otros, han empezado a cuestionar los excesos a los que conduce una economía dejada exclusivamente en manos del mercado.
IPS: ¿Qué hacer entonces, por dónde comenzar?
HARNECKER: Lo negativo de la globalización tiene que ver con el perfil neoliberal que ha adoptado. No se trata de negar los procesos que han ocurrido en el mundo, sino de luchar porque tomen un camino diferente.
Podemos y debemos pensar como izquierda en las posibilidades de una globalización diferente, humanista, solidaria, que resuelva los problemas de la humanidad y no la conduzca a una creciente degradación.
Desgraciadamente, no contamos con una alternativa rigurosa y creíble. No haber hecho una crítica al capitalismo de la era de la revolución de la información y de la globalización con la amplitud y profundidad que se requiere es una de sus causas.
El mundo se ha modificado mucho desde la revolución cubana hasta hoy, ha habido profundos cambios en el proceso productivo y en la forma que ha ido adoptando la internacionalización del capital.
Sólo conociendo a fondo la nueva realidad que se ha ido gestando, criticando las nuevas formas de explotación a las que ha dado origen y aprovechando en un sentido solidario las oportunidades que nos brida podremos construir caminos alternativos.
Lo que hoy necesitamos, no es una izquierda nostálgica del pasado, sino otra, capaz de construir creativamente el porvenir.
IPS: ¿Cómo valora el proyecto político del presidente venezolano Hugo Chávez?
HARNECKER: Chávez no es un improvisador como muchos creen. Hay coherencia en su postura. Desde que salió de la cárcel, luego del fracasado intento de levantarse en armas contra el corrupto gobierno de Carlos Andrés Pérez, plantea la necesidad de reformar la Constitución, de cambiar la legislación existente.
Es decir, cambiar las reglas del juego para poder emprender las transformaciones sociales por la vía institucional, algo que nuestra izquierda latinoamericana suele olvidar.
Aprobada la nueva Constitución, ahora debe abocarse a enfrentar los gravísimos problemas económicos que vive el país, ahondados por las nefastas consecuencias del reciente temporal.
Cuánto podrá hacer, está por verse. Pero sabemos que en Chávez hay desde hace muchos años una voluntad de luchar por un proyecto de transformación del país. Su extraordinario carisma y su habilidad para hablarle al pueblo en su propio lenguaje -de ahí las acusaciones de populista- le han valido un creciente apoyo popular, pero eso sólo se consolidará si el pueblo ve que sus anhelos empiezan a ser plasmados en obras.
IPS: ¿Qué posibilidades de consolidación tiene el proceso político venezolano, teniendo en cuenta que la correlación internacional de fuerzas no le es favorable?
HARNECKER: Hay que tener claro que no basta la voluntad política de un hombre. Todo proceso de transformación requiere de un instrumento político que elabore estrategias, aglutine voluntades en torno de un proyecto transformador y sea capaz de salir al paso a la ofensiva de los que abogan porque nada cambie para defender sus privilegios.
Y éste, a mi entender, es el aspecto más débil del actual proceso. En Venezuela no hay una tradición organizativa de izquierda como la que hubo en Chile o en Uruguay.
Lo importante es que, por primera vez, un ex militar que se declara "revolucionario" se plantea cambiar las reglas del juego institucional por la vía pacífica y tiene (internamente) la correlación de fuerzas necesaria para hacerlo. (FIN/IPS/pg/ff/ip/99