El dimitente economista jefe del Banco Mundial, Joseph Stiglitz, se despidió con una serie de críticas a ese organismo y al Fondo Monetario Internacional (FMI) por sus operaciones de esta década en los países del Sur en desarrollo.
Stiglitz, que renunció la semana pasada al Banco Mundial, sostuvo que los organismos financieros multilaterales deberían considerar puntos de vista ajenos e incluso las opiniones alternativas de sus propios funcionarios.
La política de imponer condiciones a los países que piden ayuda económica ha fracasado, advirtió Stiglitz en el periódico Economic Journal, de Londres.
El Banco Mundial y el FMI deberían asumir un papel más modesto, de asesores económicos de los gobiernos necesitados de asistencia, pues ellos mismos no siempre coinciden en la definición de las mejores políticas para determinados momentos, señaló.
"El diseño de una política económica representa un equilibrio de temas importantes, y cada país tendría que hacerse cargo de tomar las decisiones políticas para armonizar los diversos riesgos", agregó.
"No se trata sólo de asuntos técnicos que pueden resolver los burócratas internacionales, por más competentes que éstos sean, y es importante que haya más de una fuente de opinión, de información y de consejo", según Stiglitz.
"Los beneficios de una diversidad de puntos de vista superan los costos de la confusión ocasional que crean. Si creemos en los procesos democráticos, los países deben tomar decisiones por sí mismos, y la responsabilidad de los asesores económicos tiene que limitarse a informarlos sobre las posibles consecuencias", continuó.
"Hacemos un mal servicio al actuar como si el consenso sobre estos asuntos fuera mayor del que existe en realidad. Una discusión abierta es saludable, cuando no hay acuerdo", destacó.
Stiglitz arguyó también que imponer condiciones políticas a los gobiernos a cambio de programas de ayuda puede ser contraproducente.
"¿Acaso imponer condiciones ha sido una manera eficaz de cambiar políticas? Cada vez hay más pruebas de que no lo ha sido. Los buenos programas políticos no se pueden comprar", afirmó.
En algunos casos, la imposición de condiciones "afectó los procesos democráticos", agregó en Economic Journal, una publicación de la Real Sociedad Británica de Economía.
Ese artículo fue el último ataque de Stiglitz al sistema de organismos financieros multilaterales. Y su renuncia, el precio que el Departamento del Tesoro de Estados Unidos fijó a cambio de su apoyo a la renovación del mandato del presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, aseguró un medio de prensa.
Pero el Banco Mundial desmintió esa versión, y Wolfensohn designó a Stiglitz presidente del comité que designará a su sucesor, además de aceptarlo como asesor especial de la institución.
Así mismo, funcionarios del Banco Mundial puntualizaron que las ideas y hechos expuestos por Stiglitz en Economic Journal coinciden con las conclusiones de investigaciones de la misma institución.
"No hubo grandes sorpresas en el artículo" de Stiglitz, aseguró un portavoz. El texto publicado por Economic Journal apareció también en el sitio del Banco Mundial en Internet, agregó.
Stiglitz, que volverá a la Universidad de Stanford en febrero, causó incomodidad en el Departamento del Tesoro y en el FMI, los principales actores del llamado "Consenso de Washington", desde que ingresó en el Banco Mundial en febrero de 1997, después de haber sido presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca.
El más afectado fue el director gerente del FMI, Michel Camdessus, debido a los frecuentes ataques de Stiglitz contra la inflexibilidad del FMI al imponer políticas fiscales austeras a las víctimas de la crisis financiera de Asia.
"Casi todos los economistas estadounidenses rechazan el principio de presupuesto equilibrado durante una recesión", señaló Stiglitz cuando el FMI trataba de imponer esa política en Asia.
"¿Por qué damos a otros países los consejos que nosotros (los estadounidenses) no aceptaríamos?", se preguntó, en los peores momentos de la crisis asiática.
Stiglitz también criticó duramente la liberalización del mercado financiero que el Departamento del Tesoro, el FMI y el Banco Mundial recomendaron a los países en desarrollo para atraer capitales extranjeros, y la prioridad concedida a la privatización de empresas públicas en Rusia.
En su opinión, ambas políticas contribuyeron a la serie de crisis que afectaron al Sur en desarrollo en los últimos años.
Una institución, nacional o internacional, "puede no servir los intereses generales y en cambio buscar el bienestar de ciertos grupos determinados, e incluso convertirse en un grupo de interés ella misma y preocuparse por mantener su posición y acrecentar su poder", advirtió.
"El problema es particularmente alarmante cuando el poder y el prestigio de una organización internacional se aplican contra algún país en desarrollo en posición débil, que acude a la comunidad internacional en tiempos de crisis" para pedir ayuda, dijo.
Cuando los resultados no son buenos, las agencias suelen insistir en que las políticas recomendadas fueron correctas pero el gobierno del caso no supo implementarlas.
En los últimos 25 años hubo crisis financieras en 100 países, destacó Stiglitz, quien agregó que, en consecuencia, es necesario analizar esas políticas de cerca.
"Cuando un automóvil tiene un accidente en la calle tendemos a responsabilizar al conductor, o al vehículo. Cuando se producen decenas de accidentes en el mismo punto, la hipótesis cambia. Es probable que la calle esté mal diseñada", explicó.
Tantas crisis financieras en tan poco tiempo sugieren que se trata de "problemas sistémicos", sentenció Stiglitz.
El Banco y el FMI suelen tener diferencias importantes de opinión, debido a la diversidad de sus funciones y ámbitos de acción. "Factores que pueden contribuir a la estabilidad (el interés principal del FMI) podrían ser un obstáculo para el desarrollo a largo plazo" del país del caso, concluyó. (FIN/IPS/tra-en/jl/mk/ceb-ff/if/99