Consumir drogas, una costumbre tolerada y focalizada hasta el siglo XIX, se tornó en el XX un problema mundial al que no vencieron batallas, presiones políticas ni castigos económicos. En el siglo XXI, su uso alentará guerras aún más crueles, según algunos expertos.
Al finalizar el siglo XX ya no es posible pedir en las farmacias cocaína u opio, como era normal en la Europa de antaño. Esas sustancias y otras nuevas son ahora centro de conflictos, en especial en América Latina.
El penalizado pero jugoso negocio que generan impacta en la política, la economía y la cultura.
La Oficina Federal de Investigaciones (FBI) de Estados Unidos aseguró que las principales mafias de la droga se ubican hoy en América Latina, sobre todo en Colombia y México, y ganan unos 500.000 millones de dólares al año.
El negocio, que se diversifica frente a la persecución y se tecnifica gracias a los avances científicos, creció de manera exponencial en las últimas dos décadas debido a la demanda de Estados Unidos, el mayor consumidor de estupefacientes del mundo.
Ese país convirtió la droga en tema clave de su agenda política. El consumo allí crece de manera constante. Cada año se suman unos 1,7 millones de usuarios regulares sólo de cocaína.
Además, se incrementa la demanda en países como Argentina, Brasil, Chile y México, advirtió Hugo Cabieses, experto de la Universidad del Pacífico, en Perú.
La Policía Internacional (Interpol) reveló en abril que hay más de 190 millones de personas adictas a las drogas en el mundo y que la cifra va en continuo crecimiento.
Como la cola del lagarto cuando es cortada, la guerra contra las drogas no evita que el problema vuelva a crecer y diversificarse, sentenció Belarmino Correa, obispo de Colombia, país que hoy es el primer productor de cocaína del mundo.
Después de la firma de múltiples convenios de asistencia, grandes procesos judicales, complejas negociaciones políticas, condicionamientos de ayuda e intervenciones militares directas o encubiertas, los resultados de la lucha contra las drogas no son alentadores, sentencia la Comisión Andina de Juristas (CAJ).
El primer esfuerzo para combatir las drogas en el mundo se hizo a inicios de siglo XX, cuando China y Gran Bretaña suscribieron acuerdos para regular el comercio de opio, que se transformó en un grave problema de salud pública para el país asiático.
Luego, y ante la evidencia que el problema no se podía afrontar sólo de forma bilateral, la comunidad internacional suscribió en 1912 la primera Convención Internacional del Opio, que la Organización de las Naciones Unidas considera base del actual sistema internacional de fiscalización de drogas.
De allí en adelante, la comunidad internacional ha suscrito decenas de acuerdos, compromisos y planes. Sólo en América Latina son más de 30 los convenios interregionales suscritos desde 1986 a la fecha.
Hoy, los países latinoamericanos son los primeros productores de cocaína del mundo, puesto que ocupaba Europa a inicios de siglo. Por su parte, Estados Unidos produce cada vez más marihuana, la droga más popular del planeta, y Asia menor y meridional tienen una importante producción de heroína.
"En el tema de la drogas parece que el problema no tendrá fin, sobre todo si siguen penalizadas, pues siempre habrá de alguna forma y en algún lugar demanda de ellas", dijo Jorge Chabat, experto del Centro de Investigación y Docencia Económica de México.
Con la globalización, el combate al narcotráfico es universal, pero también lo es la relación entre las mafias, su crecimiento y la demanda, que se puede satisfacer incluso a través de la red informática mundial Internet, donde se hallan recetas para fabricar drogas con compuestos legales, advirtió el experto.
Seguramente en el siglo XXI habrá guerras más duras y peligrosas contra las drogas, vaticinó.
Para Denise Ledgard, experta de la CAJ, "las políticas antidrogas, que al principio tenían como objetivo la salud pública, han sido tergiversadas con la inclusión de elementos de rasgos netamente represivos, que han ocasionado más problemas que soluciones".
Los gobiernos de Bolivia y Perú se felicitaron en los últimos meses por la reducción de los cultivos de la hoja de coca, materia prima de la cocaína.
Perú logró que la superficie cultivada baje entre 1997 y 1998 de 46.000 a 38.000 hectáreas, mientras Bolivia obtuvo una reducción de 68.000 a 51.000 hectáreas en el mismo periodo. Pero mientras, en Colombia, los cultivos pasaron de 79.000 a más de 100.000 hectáreas.
A pesar de la disminución de los cultivos en dos países andinos, la producción de hojas de coca aumentó y con ella la producción de cocaína, señalan diversas investigaciones.
En 1995, el rendimiento de una hectárea de coca era 600 kilogramos del producto y se estima que ahora asciende a 1.900 kilogramos.
"Para nadie que esté medianamente involucrado en el tema de las drogas es una novedad que dicho fenómeno no tiene por el momento solución alguna", sentenció Eduardo Musso, experto peruano en narcotráfico.
"Ni los que están por su erradicación ni quienes están a favor de su liberalización ofrecen respuestas que posibiliten que las drogas dejen de ser un problema", agregó Musso.
En el 2000 y en adelante los problemas de violencia y criminalidad vinculados a las drogas podrían agravarse si el enfoque principal sigue siendo atacar las causas y no los orígenes, que están en la demanda, pero también en la cultura, dijo el mexicano Chabat. (FIN/IPS/dc/mj/ip/99