El desprestigio de la política y del sindicalismo en América Latina, sumado al achicamiento del Estado, abrieron en la última década un espacio para numerosas organizaciones no gubernamentales (ONG), cuya influencia aumenta.
El movimiento, también llamado "tercer sector", se define por su desempeño paralelo al del Estado y de la empresa privada. Sin embargo, a medida que gana experiencia conquista la confianza de muchos gobiernos y compañías particulares que comienzan a trabajar con ellos de manera articulada.
Los presidentes y candidatos a la presidencia mencionan ahora más a las ONG en sus discursos, como manera de legitimar su acción de gobierno y también de incorporar a sus políticas el consejo y estructura de control que aportan estas organizaciones.
Las ONG son requeridas como intermediarias entre el Estado y la sociedad para luchar contra la corrupción, desburocratizar el Estado, defender el ambiente, los derechos del consumidor, para que la ayuda social llegue a los que más la necesitan o para que las políticas públicas conlleven una perspectiva de género.
También las empresas privadas empiezan a confiar en ellas como alternativa, aun cuando hay quienes advierten sobre el riesgo de que se crea que la eficiencia del tercer sector podría sustituir a las políticas que constituyen funciones indelegables del Estado.
Una encuesta realizada por Gallup Argentina reveló que 86 por ciento de los empresarios identificó a las organizaciones sin fines de lucro como las mejores instituciones para atender los problemas sociales. Ochenta por ciento también señaló a la Iglesia Católica y 56 por ciento, a las escuelas.
Las entidades del Estado en las que más confían es en las administraciones municipales, aunque con menos votos que las anteriores organizaciones (27 por ciento), luego en el gobierno nacional (19 por ciento), los sindicatos (cinco por ciento) y los partidos políticos (tres por ciento).
En diálogo con IPS, representantes de ONG de cuatro países de América Latina coincidieron en que el tercer sector creció en los últimos años y ganó influencia en áreas tan diversas como los derechos humanos, cuestiones de género, la educación, el ambiente, la pobreza y la pesca.
"La retirada del Estado de la defensa del bien común y la desconfianza en los políticos tienden a aumentar la expectativa de la gente en las ONG y, por lo tanto, las responsabilidades que éstas asumen respecto de las necesidades comunitarias", explicó Ernesto Godelman, de la ONG argentina de pesca Cedepesca.
Godelman percibe que la participación del movimiento en la gestión pública es creciente, aunque admitió que en América Latina todavía hay resistencias.
En el área de la pesca, ese reparo viene no sólo de los distintos niveles de gobierno sino también de empresas y sindicatos que antes acaparaban el escenario de la resolución de los conflictos.
Pero el dirigente consideró "inevitable" la incorporación del tercer sector en la administración pesquera, y señaló algunos "tímidos" pasos como, por ejemplo, las convocatorias de los gobiernos a que den su opinión, o la integración de miembros de las ONG como directores de consejos asesores del Estado.
El protagonismo de las ONG se vio no sólo en los foros que acompañaron a cada una de las cumbres de la Organización de las Naciones Unidas a lo largo de los años 90, sino en las más diversas reuniones oficiales de bloques comerciales de países o alianzas de naciones para fijar políticas comunes en otras áreas.
A fines de noviembre, delegados de numerosas ONG que viajaron a Seattle, Estados Unidos, para protestar, lograron casi tanta atención de los medios de comunicación como la fracasada reunión de ministros de 135 países que integran la Organización Mundial de Comercio.
Ximena Abogabir, de la Casa de la Paz de Chile, sostuvo que el fenómeno creció en su país en los últimos años porque "las personas perdieron la esperanza de que el Estado les solucione sus problemas".
Lamentó, sin embargo, que en el Estado y el sector privado chileno la "cultura participativa" sea una asignatura pendiente.
"Ellos no comprenden el fenómeno y por eso no se abren a sus beneficios. Por el contrario, desconfían, cierran las puertas y descalifican", describió Abogadir. No obstante, coincidió en que el movimiento "llegó para quedarse" porque es parte intrínseca del proceso de globalización.
Para las ONG que trabajan en cuestiones relacionadas con la pobreza, el desarrollo social, el sida, la infancia y las mujeres, la globalización económica trae también una mayor conexión con el mundo y permite tender redes entre los sectores afectados por problemas comunes.
Las ONG intercambian estrategias para lograr que los problemas se reviertan se intercambian en reuniones. Así, las experiencias se replican, adaptadas a las distintas realidades.
Leilah Landim, del Instituto de Estudios de Religión de Brasil, opinó que las ONG no sólo crecen por la crisis económica o la retracción del Estado, sino por el propio aporte de éstas al proceso de democratización y al control del sector público y privado.
"Con los consejos, el presupuesto participativo, las organizaciones que defienden los derechos humanos, del consumidor, o del ambiente, la sociedad interviene más en los asuntos del Estado, aun cuando no se trate de sustituirlo", aclaró.
Landim, cuya organización está dedicada a problemas vinculados con la violencia y la seguridad pública, la pérdida de prestigio de los partidos políticos tradicionales permite a las ONG aparecer como una vía de participación ciudadana más atractiva y flexible en defensa de los intereses de los distintos grupos.
La reivindicación de los derechos es tomada también por Mabel Bianco, sanitarista y presidenta de la Fundación para el Estudio y la Investigación sobre la Mujer en Argentina, que integra, además, un foro de organizaciones que apoya a enfermos de sida.
Justamente, ese foro tuvo un éxito importante al aunar sus esfuerzos y presentar un recurso de amparo ante la justicia porque el Ministerio de Salud no entregaba la medicación correspondiente a los enfermos incapaces de comprarla por falta de recursos, como le exige la ley.
En primera y segunda instancia, la justicia dio la razón a las ONG y ordenó al Estado que asuma su responsabilidad en la continuidad del tratamiento de los pacientes.
"Esto fue inédito, porque no reclamábamos para nosotros, sino para terceros. Abogar por los derechos de distintos sectos es clave en el papel que tienen las ONG", explicó Bianco, y señaló que también tienen una importante función como contralor de los organismos del Estado.
Bianco consideró que, antes de los 90, el tercer sector se identificaba con la beneficencia y la caridad. "Ahora el asunto no es 'ayudar' a los más necesitados sino abogar por sus derechos", diferenció.
Los dirigentes consultados coincidieron, además, en que el fenómeno tenderá a crecer en el futuro, aunque no en cantidad sino en calidad.
De hecho, en muchos países comenzaron a surgir posgrados, maestrías y otros cursos de capacitación para personas que trabajan en ONG a fin de que su desempeño sea más eficiente, tanto en la administración de recursos financieros como en el logro de sus objetivos específicos.
El riesgo de fragmentación social es asumido por las organizaciones como parte de su éxito. "Se trata de una fragmentación que promueve identidades específicas y nos convierte en sujetos del proceso de desarrollo en nuestro país", justificó Landim. (FIN/IPS/mv/dg-mj/pr/99