Japón decidió realizar importantes cambios en su política educativa, impulsado por el deseo de mitigar rígidas estructuras tradicionales que, según los expertos, tienden a restringir la creatividad y el individualismo.
"La educación japonesa de posguerra se centró en la igualdad, pero ahora tiende al individualismo", explicó Akira Hirayama del Consejo Central para la Educación, una sección del Ministerio de Educación a cargo de la reforma de la enseñanza.
"El nuevo impulso pone más énfasis sobre 'educación moral' con el propósito de construir una sociedad más humana a medida que el mundo se orienta al consumismo", agregó.
De esa manera, los funcionarios dicen que habrá menos énfasis sobre las actividades en las aulas de clases, para alentar la libertad de elección y una enseñanza más completa, en consonancia con otros países industrializados.
Si se observa la historia japonesa, los cimientos de su sistema de educación están basados en el principio de igualdad de oportunidades establecido después de la guerra del Pacífico (1941- 1945), señala un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
El informe sobre Japón es una evaluación de final de década de de su política educativa bajo la iniciativa Educación Para Todos (EPT), lanzada por los gobiernos del mundo cuando se reunieron en 1990 en Tailandia para establecer nuevos objetivos destinados a mejorar la instrucción de niños y adultos.
Gobiernos de Asia-Pacífico redactaron informes similares como preparación de la conferencia "Resultados EPT 2000", prevista para enero en Bangkok, a fin de establecer los progresos logrados por los países de la región antes del Foro Mundial de Educación que se realizará en abril del 2000, en Senegal.
Al contrario de la mayoría de los países en desarrollo de Asia, que todavía tienen problemas en proporcionar educación básica, los problemas de Japón tienen que ver cada vez más con la calidad de la educación y signos alarmantes de los últimos años, con violencia en las universidades y deserciones de alumnos.
Hirayama dijo que la instrucción obligatoria primaria y secundaria, establecida hace décadas, estuvo destinada a dar a cada ciudadano nipón, que enfrentaba un futuro sombrío después de la guerra, oportunidades educativas que lo ayudarían a mejorar su estado financiero y su calidad de vida.
El resultado de ese esfuerzo posbélico, que también fue una época de rápido crecimiento e industrialización, fue notable.
El informe de la UNESCO indicó que la proporción de estudiantes en la enseñanza media que acceden a las escuelas secundarias superiores aumentó del regular 42,5 por ciento al 90 por ciento en 1998.
La proporción de alumnos de la secundaria que ingresaron a la universidad, que fue de 10 por ciento en los años 50, subió a casi 50 por ciento en 1998.
Esos altos niveles académicos en Japón son considerados a menudo la base de su milagroso crecimiento económico en la era de posguerra, que ha hecho del país el segundo más rico de la tierra después de Estados Unidos.
"La prioridad de la educación en Japón fue posible gracias a grandes inversiones en el área que, a su vez, se tradujeron en una mano de obra altamente calificada, una estrategia que dio dividendos porque enriqueció al país y brindó una alta calidad de vida a su pueblo", explicó Ryo Watanabe, una experta en el área.
En 1955, Japón gastó el equivalente a tres millones de dólares en su sistema educativo. En 1998, esa cifra llegó a casi 138 millones de dólares, según Watanabe, directora del departamento internacional del Instituto Nacional de Educación de Japón.
Sin embargo, esos niveles impresionantes han dado un vuelco. Los propios japoneses critican el tipo de educación que reciben sus jóvenes, porque consideran que está demasiado ligada al aula de clase y tiende a anquilosar el pensamiento crítico.
Otros dicen que el premio tradicional al conformismo puede agudizarse y afectar la individualidad.
Watanabe explicó que Japón está listo ahora para encarar otro cambio drástico. En la política de presupuesto figura la introducción de la semana de clases de cinco días, que acorta la carga actual de cinco días y medio por semana.
Se espera que el cambio alivie el programa académico, criticado a menudo porque obliga a demasiadas horas de estudio y reprime el desarrollo personal.
El Ministerio de Educación confía que el tiempo ahorrado se empleará en actividades que desarollen un espíritu de desafío o habilidad artística en los niños, aspectos que han sido descuidados como resultado de intensivos horarios de estudio e intensa competencia para ingresar en escuelas y universidades prestigiosas.
Con ese propósito, el gobierno japonés también prometió ampliar el intercambio internacional y la cooperación en educación, ciencia, cultura y deportes.
"Quizás el énfasis, hasta ahora, se puso demasiado en el aspecto académico con el objetivo de lograr aceptación en buenas universidades y empleos seguros. El desafío del siglo XXI es apartarse de esos esquemas", apuntó Watanabe.
Así mismo, reiteró la necesidad de mejorar los niveles de enseñanza aumentando el presupuesto para seminarios especiales e incrementando los salarios con el fin de sostener la alta calidad de la instrucción.
"Es importante atender las necesidades de los docentes si se quiere mantener un alto nivel educativo", destacó.
Analistas privados de educación aplaudieron las nuevas reformas y señalan la urgencia de una reforma de la educación, que ahora afronta levantamientos en las aulas de clase, patoterismo entre estudiantes y una creciente deserción escolar.
El sistema regular, si bien prometió igualdad, no logró su objetivo porque se volvió competitivo hasta un extremo insalubre.
"Los chicos son obligados a estudiar todo el tiempo para ingresar en las mejores universidades, el paso necesario para obtener empleos bien remunerados", apuntó Horoko Nakamura, una profesora de enseñanza secundaria.
Más de la mitad de los estudiantes de las escuelas secundarias públicas asisten a institutos de preparación en un intento por ingresar a colegios prestigiosos afiliados a importantes universidades, para luego acceder a grandes compañías y altos cargos públicos bien remunerados que, a menudo, son carreras de por vida.
Ahora que los funcionarios japoneses saben lo que quieren para el futuro, la cuestión es con qué ritmo se implementarán esas reformas, y cómo Japón podrá cambiar su sistema de producción de trabajadores bien preparados para empresas por el desarrollo de una sociedad con profesiones variadas, como en otros países. (FIN/IPS/trfa-en/sk/js/ego-mlm/ed/99