Con la llegada de las fiestas navideñas resurgió en Ecuador el temor a los accidentes provocados con juegos pirotécnicos, los suicidios con fósforo orgánico y la falta de seguridad de fábricas y depósitos clandestinos de explosivos.
En los últimos años, los accidentes con juegos pirotécnicos han sido una constante en distintas ciudades del país, provocando incendios, muertes y heridos.
Los habitantes de Quito y Guayaquil, las dos mayores ciudades de Ecuador, temen por la falta de un control efectivo de su venta y almacenamiento en lugares urbanos densamente poblados que se constituyen en verdaderas bombas de tiempo.
Sin embargo, las autoridades aseguraron que durante todo este mes se están realizando operativos de control "para que no se repita una tragedia similar a la de diciembre de 1997".
En esa oportunidad, en Guayaquil, la ciudad más poblada del país, ubicada sobre la costa del océano Pacífico, la explosión de una bomba navideña en un local de venta originó un incendio general en el sector del comercio informal conocido como "La Bahía".
Once muertos carbonizados, 40 heridos y pérdidas cercanas al millón de dólares fue el saldo del accidente.
Jesús Molina, comerciante informal de La Bahía, aseguró a IPS que la venta de fuegos artificiales es una salida económica ante la baja general del comercio experimentada durante los últimos meses debido a la crisis que enfrenta el país.
"En realidad no ha habido muchos controles por parte de las autoridades. Es que no nos pueden prohibir llevar algo de dinero a nuestras casas, y en este momento los explosivos navideños representan una buena entrada. Hay que aprovechar la oportunidad", afirmó.
Según Patricio Jácome, intendente de la Policía de Quito, "todo el mundo sabe" que existen lugares de fabricación y almacenamiento en distintos barrios pobres de la capital y otras zonas urbanas del país.
Jácome indicó que pese a los operativos realizados los dueños de fábricas o depósitos son expertos en desaparecer o camuflarse ágilmente.
Además arguyó que existe una tendencia en la ciudadanía a "legalizar" este tipo de actividades por medio de la costumbre.
"Lamentablemente somos pueblo de costumbres, dejamos que estas fábricas artesanales pasen de padres a hijos y muchas veces no son denunciadas", dijo.
La Ley de Defensa contra Incendios, en vigor desde 1979, establece la prohibición de la venta de fuegos artificiales.
Jaime Benalcázar, jefe del cuerpo de Bomberos de Quito, aseguró que no ha entregado ningún permiso de funcionamiento a fábricas de juegos pirotécnicos desde ese año.
Sin embargo, cada diciembre se registran decenas de víctimas por la manipulación o ingestión de los explosivos elaborados con fósforo orgánico y pólvora.
Esta semana una joven de 16 años se suicidó tomando diablillos, un explosivo fabricado con fósforo que produce pequeñas explosiones y chispas, utilizados por los adolescentes desde el inicio de diciembre hasta la fiesta de los Reyes Magos, el 6 de enero.
Según las estadísticas, 50 personas, en su mayoría mujeres y jóvenes, se suicidan cada fin de año en la capital de Ecuador y más de 150 en diferentes ciudades, mediante la ingestión de fósforo durante las celebraciones de fin de año.
El 90 por ciento de quienes intentan quitarse la vida con diablillos pertenecen a los sectores sociales más pobres.
Aunque su venta está prohibida, cualquier menor de edad puede obtenerlos en comercios ambulantes.
Para la psicóloga Rosario Quintana, el hecho de que los adolescentes pobres elijan los diablillos para suicidarse quizás se deba a que desconocen otros mecanismos de autoeliminación.
"Conocen los diablillos porque es tradicional alertarles desde niños sobre su peligrosidad en caso de ingestión. Ellos no saben que están elaborados con fósforo orgánico, pero sí que pueden matar", argumentó.
"Quieren suicidarse por alguna frustración, generalmente mal de amor, pero también temen a la muerte. Entonces lo hacen con diablillos porque hay alguna posibilidad de salvarse y mostrarse como víctimas de la situación", señaló.
La persona que ingiere fósforo orgánico comienza a percibir síntomas de malestar dos o tres horas después. Siente un profundo dolor de estómago, náuseas, vómito, mareo, decaimiento general y un estado de adormecimiento que lleva a la pérdida de la conciencia, y si no recibe atención médica inmediata puede morir.
Quintana aseguró que más allá de los controles que el Cuerpo de Bomberos pueda realizar junto con la Intendencia de Policía, lo más efectivo es el diálogo franco de profesores con alumnos en colegios y padres e hijos en los hogares.
El Cuerpo de Bomberos, adscrito al Municipio de Quito realiza además una campaña de prevención e información a la ciudadanía, que, según Jaime Benalcázar, ayudó a disminuir las ventas de explosivos navideños este año.
El jefe de Bomberos también aseguró que a pesar de la dificultad de controlar a los fabricantes clandestinos, en las últimas semanas se logró incautar miles de petardos, "luego de un trabajo muy duro de inteligencia".
"Por más operativos que se realizan, muchas veces los fabricantes y vendedores son 'misteriosamente' advertidos, por lo que al llegar al sitio determinado ya no hay nada", lamentó. (FIN/IPS/kl/dg/pr/99