No importa el sol ni las 16 horas diarias de trabajo dedicadas a construir un sueño: la nueva Morolica, una colonial ciudad de Honduras que fue arrasada hace un año por el huracán Mitch.
Los "morolicas", como se conoce a sus habitantes, día a día, con piocha en mano y una mezcla de cemento, construyen su historia, una nueva vida y 312 viviendas en un lote de 500 metros cuadrados.
Mientras, diseñan, con planos profesionales, dónde ubicar en unas 33 hectáreas la alcaldía, escuela, el colegio, centro de salud, iglesias, el parque, la central de teléfonos y la cancha deportiva, entre otros.
Su ejemplo y fortaleza ha sido la inspiración de miles de damnificados que en Honduras dejara el huracán Mitch: solos lloraron su desgracia y solos construyen su futuro.
La única ayuda que conocen es la de la comunidad internacional y fundaciones amigas como Malteser de Alemania, iglesias ecuménicas y otros donantes que con sus aportes les han dado aliento y esperanzas para salir adelante.
Del gobierno, apenas han recibido la donación del terreno donde construyen "la nueva Morolica", promesas de hacerles el colegio y poner el agua potable, pero a un año de la tragedia, esas acciones se traducen en esfuerzos de buena voluntad.
Hace un año, los morolicas conmovieron el país y la comunidad internacional cuando su alcalde Alberto Espinal, caminó tres días para llegar a Tegucigalpa y contar que su pueblo había desaparecido por completo.
Ahí, lo único que quedó en pie fue la fachada de la iglesia y las bases de la central de teléfonos. El resto, se lo tragó el mar.
Fundada tres años después de la independencia de España en 1821, Morolica fue una región próspera de la zona sur de Honduras, al grado de convertirse en el tercer municipio de mayor desarrollo en el departamento de Choluteca.
Sus habitantes se dedicaban al comercio y la ganadería, eran famosos por exportar buenas carnes y leche, al tiempo que sus casas construidas de adobe evocaban algunos rasgos arquitectónicos impuestos en la época de la colonia española.
Sin embargo, las embravecidas aguas del río Choluteca que circundaba el lugar, borraron de tajo esa historia, crearon nuevos cauces y obligaron a sus habitantes a buscar refugio para evitar ser arrasados.
Ahora, construyen su nueva ciudad a unos 30 kilómetros al noreste de su ubicación original.
La gente trabaja un promedio de 16 horas, y desde que sale el sol es común ver a niños, mujeres, jóvenes, adultos y ancianos, distribuyéndose las faenas para acelerar la construcción.
De las 312 casas que proyectaban edificar sólo les faltan dos.
"Antes de la Navidad estaremos ya en nuestras casitas, dando gracias por estar vivos y hacer un futuro mejor para nuestros hijos", afirmó Mónica Flores.
Flores habla mientras recoge mezcla y pega ladrillos, al tiempo que sus tres hijos le ayudan trasladando agua y materiales en una carreta, una vez que han salido de la escuela.
"Eso sí, todos trabajamos aquí, incluso los niños, pero éstos nos ayudan cuando salen de clases, porque no vamos a permitir que paren sus estudios", comentó.
Los niños y las niñas reciben clases en improvisadas carpas de plástico, que en horas del mediodía se vuelven sofocantes al pegar con toda su fuerza los rayos del sol, algo muy normal en el pacífico hondureño.
Mostrando una maqueta, los morolicas comentan entusiasmados a IPS que la nueva ciudad será ordenada, ya que cada hectárea de terreno tendrá los sitios y lugares oportunos.
"Aquí, en la nueva Morolica, no existirá el llamado desorden urbano, sino fíjese usted cómo van en cadenas bien formaditas y rectas las casas", explicó el regidor municipal Reinery Ponce.
"Cada habitante de los 2.000 que tiene la población, cuenta con el espacio adecuado y si bien ahora las viviendas son de unidad básica, les queda tierra para ampliar la construcción en el futuro", agregó.
El gobierno debe aún arreglarles la carretera de acceso, ya que se llega al lugar por el lado de oriente y no por el sur, como es lo correcto, debido que ese trayecto sigue destruido un año después de la tragedia.
Flores indicó que "poco a poco se saldrá adelante, lo importante es que pronto todos vamos a tener casa. Los países amigos nunca sabrán la alegría que nos están dando, y cuando inauguremos la nueva Morolica daremos gracias a Dios, pero también haremos una fiesta en honor de quienes nos ayudaron".
"Uno queda como tonto después de haber perdido todo… pero por lo menos tiene vida y eso es lo importante", afirmó Flores, mientras sujeta su azadón para golpear con fuerza la tierra donde se levanta una de las viviendas que tendrá la nueva Morolica.
La destrucción masiva que causó el huracán Mitch tuvo su contracara "buena". Las precarias casas con techos de paja que dominaban en poblados como Morolica serán remplazadas por otras de ladrillo, bloques de cemento y letrinas decentes.
En el interior del país, las casi 12.000 viviendas que se están construyendo con asistencia financiera internacional cambiarán la cara a poblaciones marcadas por la pobreza. (FIN/IPS/tm/dg/pr/99