Fernando de la Rúa asumió hoy la Presidencia de Argentina, con un llamado a forjar una sociedad ética, solidaria y progresista y con un compromiso de dar transparencia, honestidad y austeridad a su gestión.
Pero como primer paso de su administración, el nuevo presidente reiteró la necesidad de ordenar las cuentas públicas mediante la sanción de un presupuesto y una reforma impositiva que hubiera querido tener este viernes, y que el parlamento no aprobó.
Carlos Menem entregó a De la Rúa los atributos del mando, el bastón y la banda celeste y blanca, y poco después ambos destacaron por separado que el traspaso representa un paso más en la consolidación de la democracia en este país, que ya lleva 16 años.
Por primera vez en Argentina, un presidente del Partido Justicialista entrega el poder a un opositor, en este caso De la Rúa, de la Alianza de centroizquierda formada por la Unión Cívica Radical y el Frente País Solidario (Frepaso).
Será también la primera vez que el país sea gobernado por una coalición. El radical De la Rúa fue elegido junto con Carlos Alvarez, del Frepaso, como vicepresidente. Ambos anticiparon reiteradamente que gobernarán en conjunto.
En el acto estuvieron presentes los presidentes de Brasil, Bolivia, Chile, Colombia, Paraguay, Panamá y Uruguay, además de mandatarios, cancilleres, príncipes, presidentes electos, ex mandatarios y otras autoridades de países de América Latina y del mundo.
Antes de asumir, el flamante presidente habló ante la Asamblea Legislativa y destacó que su llegada al poder es resultado del anhelo de un cambio de los argentinos, "un ciclo nuevo que conduzca a una sociedad ética, solidaria y progresista".
De la Rúa dijo que este cambio supone la "estricta vigencia" de valores como "la transparencia, la austeridad, la honestidad, la lucha contra la corrupción y la convicción profunda (por parte del gobierno) de servir a la gente y no a sí mismo ni a grupos privilegiados".
Asi, marcó sus diferencias respecto de la gestión saliente, asociada a la corrupción, la frivolidad, y el manejo del poder para beneficio propio. Más de 60 por ciento de argentinos encuestados dijo haber votado a De la Rúa por su honestidad y para terminar con la corrupción.
Apenas finalizada la ceremonia de traspaso, manifestantes que se apostaron a la salida de la casa de gobierno insultaron a funcionarios que acompañaron a Menem durante sus 10 años de gobierno, algunos con varios procesos judiciales iniciados por mal desempeño.
De la Rúa acompañó a Menem hasta la salida de la sede gubernamental y luego saludó desde el balcón del palacio presidencial conocido como Casa Rosada a miles de simpatizantes que lo esperaban con banderas en la Plaza de Mayo.
Desde allí, De la Rúa prometió una vez más "un futuro mejor, de paz y trabajo" y remarcó su carácter de presidente "de todos los argentinos". Llamó a la unidad de todos, aún de sus adversarios, "para realizar las esperanzas y los sueños demorados", aseguró.
De la Rúa es un abogado de 63 años que hasta esta semana fue jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires. Antes fue senador y diputado, y su imagen de dirigente austero, serio y honesto le dio la oportunidad de liderar el proceso que sigue a 10 años de gestión de Menem.
Menem consiguió estabilizar la economía, abrió el país al comercio y a las inversiones y privatizó empresas públicas, pero en el segundo gobierno, que comenzó en 1995, no logró avanzar en la solución al desempleo que llegó a 18,4 por ciento en 1994.
Este viernes, frente los legisladores, De la Rúa lamentó que el parlamento no le hubiera aprobado el presupuesto para el año 2000 y la reforma impositiva con la que —según explicó— prevé aumentar "transitoriamente" la carga tributaria sobre los que más tienen.
"Quiero ser sincero. La situación es grave", aseguró. "Hay un enorme déficit presupuestario, el endeudamiento de las provincias creció y la prestación de seguridad social de los jubilados se derrumbó", dijo el nuevo jefe de Estado decidido a empezar por ordenar las cuentas.
De la Rúa cuestionó a los diputados del ahora opositor bloque justicialista porque ofrecieron colaborar con el nuevo gobierno, pero hasta ahora "esa ayuda no llegó, y el nuevo gobierno asume sin el presupuesto aprobado para el año próximo".
Para el presidente, reducir ese desequilibrio implica abrir paso al crecimiento económico y a la inversión, reducir las tasas de interés, generar confianza y aumentar el empleo. También dijo que se combatirá la pobreza "que se extendió de modo dramático" en los últimos años.
En relación al Estado, se comprometió a crear una estructura eficiente, sin burocracias, y que incorpore a su tarea la labor de la Iglesia y las organizaciones no gubernamentales. "La ayuda del Estado debe llegar a los pobres, los jóvenes, las mujeres jefas de hogar y los jubilados", dijo.
"La verdadera dimensión del progreso no está en sumar más a los que ya tienen sino en asegurar una vida más digna a los que tienen menos", remarcó, y reveló que más de 40 por ciento de la gente carece de seguro de salud, y se atiende en hospitales públicos con severos déficits.
"No hay desarrollo económico sin desarrollo social", remarcó, y añadió que se debe impulsar un nuevo concepto de sociedad más solidaria, fundada no en el mero asistencialismo sino en la convicción de que el crecimiento sólo será sostenido si es acompañado por las personas.
De la Rúa también reafirmó la vocación argentina de crecer dentro del Mercado Común del Sur (Mercosur), que integra junto con Brasil, Paraguay y Uruguay, y dijo que ese bloque debe estar abierto a la incorporación de nuevos países además de tender al bien común de todos sus miembros.
Criticó los subsidios a la producción agrícola que aplican los países industrializados, en uno de los párrafos más aplaudidos por la asamblea.
"La globalización es una realidad cuyos riesgos debemos prevenir. No se trata de aceptar ciegamente las reglas de un comercio internacional que mientras reclama el ingreso y egreso irrestrictos de bienes y servicios crea barreras paraarancelarias o incorpora subsidios explícitos o disimulados", aclaró.
De la Rúa prometió que el país será una tierra de "oportunidad, certeza y transparencia", un país en el que los fundamentos sean "la honestidad, la paz y el trabajo", concluyó el nuevo mandatario, que permanecerá en el poder hasta fines del 2003. (FIN/IPS/mv/mj/ip/99