El mensaje de los votantes de América Latina este año fue casi unánime, centrado en reclamo de menos corrupción y de políticas contra el desempleo, la pobreza y la inseguridad, en definitiva más atención a los problemas concretos de la gente.
La mayoría de los electores se inclinó en distintos países de la región por candidatos que proponían cambios moderados, a pesar del desencanto con las respuestas del neoliberalismo a sus expectativas de desarrollo social en los años 90,
Preservar la estabilidad, mantener los logros económicos y avanzar en las asignaturas pendientes fueron las consignas más repetidas por los candidatos identificados como "del cambio".
La organización Diálogo Interamericano, en la que participan ex presidentes centroizquierdistas del continente, señala que existe escepticismo respecto de la democracia y del mercado libre, como herramientas para satisfacer las demandas de desarrollo.
Pero en ningún país emergió de las urnas un pedido de cambio profundo.
En México, por primera vez en 80 años, el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI) eligió a su candidato a la Presidencia en comicios internos, dejando de lado la práctica tradicional de la designación directa por parte del mandatario en ejercicio.
Francisco Labastida, con un mensaje de transparencia y promesas de lucha contra la corrupción y la pobreza, fue el ganador en esas elecciones y será el candidato a suceder en el 2000 al actual presidente Ernesto Zedillo.
El discurso antineoliberal de su oponente más importante, Roberto Madrazo, fue arrollado por el de Labastida, que se ubicó como el representante del "partido del cambio, pero del cambio correcto, que no ignora los avances ya logrados y que reconoce las demandas por cumplir".
"El candidato del cambio mexicano" y el actual presidente Zedillo pertenecen al mismo partido, el PRI, que gobierna ese país desde 1929.
En Argentina, el día 10 asumió como nuevo presidente Fernando de la Rúa, con imagen de dirigente honesto y moderado, desplazando a un gobierno que dejó como herencia, luego de dos períodos consecutivos, la estabilidad económica, un alto desempleo y una gran corrupción.
El nuevo gobernante, de la Alianza conformada por la centrista Unión Cívica Radical (UCR) y el centroizquierdista Frepaso, también se presentó como el candidato del cambio, tras 10 años de gestión de Carlos Menem, del Partido Justicialista (peronista).
De la Rúa obtuvo la candidatura presidencial representando a la UCR en las elecciones internas de la coalición, frente a Graciela Fernández Meijide, del Frepaso.
Con promesas de cambio de estilo y garantizando no modificar de manera sustancial la política económica de Menem, De la Rúa fue más creíble que su contendiente en los comicios generales del 24 de octubre, el justicialista Eduardo Duhalde.
Por su parte, Fernández Meijide compitió sin éxito con el entonces oficialista Carlos Ruckauf para la gobernación de la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país.
Labastida, en México, y De la Rúa, en Argentina, manejaron discursos proselitistas de sorprendente similitud en asuntos claves, como las promesas de honestidad y de poner el gobierno al servicio de la gente y no para el enriquecimiento personal.
"Actuar con rectitud fue la premisa de toda mi vida", se enorgulleció Labastida después del triunfo, mientras De la Rúa pidió a todos sus ministros un compromiso personal de ser gladiadores contra la corrupción y en favor de la transparencia en la función pública.
En Chile, en tanto, lo que parecía al comenzar el año un seguro triunfo del oficialista Ricardo Lagos hoy es una incógnita, ante la arremetida del derechista Joaquín Lavín en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del día 12.
Lagos y Lavín competirán para suceder a Eduardo Frei, de la Concertación por la Democracia, en una segunda ronda el 16 de enero, luego del virtual empate de este mes.
Los expertos chilenos coincidieron al día siguiente de las elecciones en que ese empate fue en realidad un triunfo de Lavín, un dirigente que creció en el electorado de manera vertiginosa, con la promesa de dejar atrás las antinomias y atender "los problemas concretos de la gente".
El compromiso de atacar los problemas que más preocupan en lo inmediato fue también el eje de campaña de candidatos de otros países de América Latina.
Uruguay también debió recurrir a una segunda vuelta para elegir al sucesor del presidente Julio María Sanguinetti, el 28 de noviembre, en la que resultó ganador Jorge Batlle, del gobernante Partido Colorado, frente a Tabaré Vázquez, del izquierdista Encuentro Progresista-Frente Amplio.
Batlle, logró triunfar gracias al apoyo del Partido Nacional, la otra fuerza política tradicional junto a los colorados, a pesar de los esfuerzos de Vázquez por convencer al electorado centrista.
Jorge Elías, columnista político del diario La Nación, de Argentina, sostuvo que los votantes latinoamericanos parecieron decididos a votar por un cambio de estilo, y no tanto de política, "mucho menos un cambio de política económica".
"Las alternativas de izquierda o antimodelo, debieron ser descafeinadas para no espantar a los inversores extranjeros y al electorado", explicó.
El impacto social negativo de las reformas neoliberales combinado con una respuesta política moderada por parte de los votantes, podría tener su ejemplo más contundente en Perú.
El presidente peruano Alberto Fujimori podría ser reelecto por segunda vez consecutiva en los comicios de abril, pese a que ese país no estuvo libre de los efectos sociales negativos producidos por las reformas neoliberales.
Los sondeos de opinión realizado antes de anunciar su candidatura presidencial el lunes indican que Fujimori recoge una intención de voto de 58 por ciento del electorado, a pesar de que la mayoría de los consultados afirman que su postulación viola la Constitución.
Fujimori arguyó al insistir en su candidatura que la ley fundamental lo habilita, ya que fue reformada durante su primer mandato y, por tal, ese período estuvo regido por la Constitución anterior.
El triunfo del derechista Alfonso Portillo en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del día 26 en Guatemala, también sugieren que el electorado de ese país no reclama reformas de fondo, pese que 60 por ciento de la población vive en la pobreza.
En este contexto, el ascenso a la presidencia de Venezuela de Hugo Chávez resulta una incógnita, aunque pocos creen que avance en reformas económicas a contramano de la corriente dominante en la región.
"Los latinoamericanos parecen rechazar el neoliberalismo con más neoliberalismo", remarcó Elías. Y por el momento los hechos parecen darle la razón. (FIN/IPS/mv/dm/ip/99)