VOLODIA TEITELBOIM: Los cien años de soledad de América Latina (3- E)

IPS: ¿Se acabó el socialismo con la desaparición de la Unión Soviética?

TEITELBOIN: Creo que el socialismo, hablando en términos genéricos, no se ha acabado en el mundo. Al fin y al cabo se hace abstracción de un pequeño detalle: China, el país más poblado de la Tierra, con 1.200 millones de personas, que hace un socialismo a la china, algo que a mí me parece muy bien.

Porque si el socialismo ha de persistir deberá tener el sello de su propia nación y de su propia idiosincrasia. No hará de Marx y Lenin una especie de aplicación detallista, sino que los interpretará de acuerdo con su propia realidad y su propia historia, su conciencia, su idiosincrasia.

Y (lo hará) a la conveniencia también de un mundo interrelacionado, que no queremos decir que sea un mundo único, es un mundo donde hay muchas diferencias.

Para ser realmente marxista se necesita una lectura actualizada de Marx, no una lectura dogmática ni tampoco una lectura al pie de la letra, creyendo que todo lo que él escribió en su época, el siglo XIX, puede aplicarse al siglo XXI.

No, hay que releer a Marx y aplicarlo en cada país conforme a las nuevas realidades, pero en virtud también de ciertas realidades que persisten: la explotación del hombre por el hombre existe, existen las desigualdades terribles entre el mundo de los grandes poseedores coloniales y ahora entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado.

Esto hace crisis, porque las hambrunas, las formas de la explotación impiden a Africa, gran parte de Asia y también gran parte de América Latina, resolver los problemas fundamentales de sus mayorías.

El siglo XXI hereda agravadas todas las contradicciones del siglo XX y lleva en sus entrañas erupciones volcánicas, desde el punto de vista político, y en algún momento determinado también presentará grandes cambios.

Con todas las diferencias que significan 1.500 años de distancia, se vive de alguna manera el apogeo y la decadencia del Imperio Romano.

Los bárbaros penetraron el Imperio Romano durante mucho tiempo, eran los pobres, los que intervenían y se adentraban, y eso se está produciendo hoy, por las grandes migraciones de Africa hacia Europa y también en Estados Unidos por parte de los llamados hispanos, de asiáticos, y por las contradicciones de blancos y negros.

No quiero ser catastrofista, pero el mundo está lleno de catástrofes. Basta leer los diarios de cada día para verlo, y no sólo catástrofes naturales, también políticas.

IPS: Uno de los interrogantes que deja este siglo con la caída de la Unión Soviética es si se puede construir un sistema que garantice los derechos sociales de la población y al mismo tiempo la democracia y la libertad.

TEITELBOIN: Eso es indispensable, esa fue la razón del fracaso (del socialismo soviético). Eran regímenes socialistas que creían que bastaba con que la gente tuviera bienestar económico, y derecho a la educación y otros derechos humanos fundamentales.

Y que no era necesario una participación directa a través de la opinión pública, de la discusión, de la democracia, de la libertad, y esa es una de las correcciones que tiene que hacer la nueva tentativa, el nuevo ensayo socialista del siglo XXI.

Respetar los valores sociales, junto con los valores humanos y los valores de la participación de las personas, a través de la libertad y la democracia, que no son valores abstractos, porque tienen que concretarse realmente. En muchos países hay libertad y democracia pero la gente se muere de hambre y la desigualdad es absoluta.

Los derechos humanos son muchos, no son solamente políticos, son también económicos, sociales, culturales, de participación, y eso el socialismo tiene que contemplarlos.

El neoliberalismo habla de achicar el Estado al máximo, y en realidad, sólo lo usa para fines represivos. En lo demás goza de la más absoluta impunidad para imponer el predominio de los monopolios sin contrapeso, convertir toda la vida en un negocio, y los derechos humanos fundamentales, como el derecho a la vida, a la salud, se convierten en un negocio.

IPS: ¿Cómo ve usted el futuro político de América Latina en el nuevo siglo?

TEITELBOIN: Creo que América Latina es uno de los subcontinentes más atrasados en cuanto a la conciencia de su destino integrado, a pesar de que tiene muchos más factores de unificación que cualquier otra zona del mundo.

No hay en el globo terrestre una región como ésta, que desde México hasta Chile y Argentina tiene una continuidad territorial con comunidades idiomáticas, comunidad de civilizaciones precolombinas, de sociedades coloniales que implantaron formas de vida, conceptos de religiosidad común, maneras de ser.

Pero tras la independencia, los libertadores, que eran discípulos de la Revolución Francesa y creían como (Simón) Bolívar en la unificación de toda la América española, fueron sacrificados y se impuso el feudalismo interno.

Los países latinoamericanos no encontraron entonces nada mejor que afirmar su identidad nacional de la peor manera, que era la guerra, porque cada uno peleó con su vecino.

Hay que deshacer este camino trágico, y eso será difícil, porque los intereses son duros. Aquí, el que unifica es el capital, no están unificados los pueblos, y se unifican bajo una dirección externa, que es la de Estados Unidos.

Este camino de la integración hay que hacerlo de a poco. No se trata de crear un gran país desde México hasta Chile, sino una gran confederación de Estados independientes, que conserven su identidad, muchos de sus aspectos soberanos, pero que estén integrados frente al vecino del norte, que justamente ha sido el gran promotor de su divisiòn.

IPS: ¿Usted cree que están en crisis en estos momentos también las corrientes políticas tradicionales en América Latina, como lo demostraría, entre otros, el caso de Hugo Chávez en Venezuela?

TEITELBOIN: Creo que sí. Los partidos han dejado de ser expresiones reales del interés popular y colectivo y se constituyen en entidades corporativas atentas al manejo de poder y a los intereses de sus integrantes y dirigentes.

Es decir, aspiran al poder por el poder. Entonces, el interés de la gente es muy distante, y eso lo remedian mediante una simulación, unas consultas electorales hechas siempre sobre la base de que son manejadas por el dinero, por el control de los grandes medios, por el mensaje engañoso.

Ya en Europa se han producido fenómenos de esta naturaleza. Por ejemplo, el derrumbe del Partido Demócrata Cristiano de Italia, que gobernó durante unos 40 años, que parecía eterno, inmutable e incambiable, y lo mismo le ocurrió al Partido Socialista italiano. Hay una crisis de los partidos en todas las regiones.

Yo creo que hay que abrir camino a una mentalidad en que el partido sea un servidor de la sociedad.

Es necesario atender distintos aspectos, en lo económico, social, cultural o en lo sindical, estudiantil, ecológico, el problema de género, los problemas tecnológicos, todos los grandes problemas que plantea la sociedad actual.

Y eso, a través de múltiples organizaciones, pues los partidos no deben ser los únicos voceros. Los partidos deberían ser los intérpretes de esto, pero terminando con la dualidad entre palabra y hechos, terminar con el partido como espectáculo y como mentira.

Chávez representa una reacción contra de la corrupción que significa convertir la política en una farsa. Se ha producido en Venezuela, (la misma reacción) se producirá en otras partes, mientras no se recupere la política como verdad, como moral, como actitud ética. (FIN/IPS/ggr/ag/cr ip/99

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