Diez años de actividad política bastaron al socialista Tabaré Vázquez para convertirse en líder de casi la mitad de la sociedad uruguaya, y este domingo podría ser elegido presidente de todos, partidarios y adversarios.
Los votantes están divididos en proporciones casi iguales. En efecto, las encuestas registran empate técnico entre Vázquez, del Encuentro Progresista-Frente Amplio (EP-FA), y su único rival en la segunda vuelta electoral, el liberal Jorge Batlle, del gobernante Partido Colorado.
Es decir, la ventaja que los institutos de opinión pública adjudican a uno u otro candidato finalista es ínfima y no basta para absorber el margen de error propio de toda encuesta, según coincidieron los responsables de los sondeos.
Vázquez, un médico oncólogo de 59 años que en 1989, en su primera tentativa por lograr un cargo electivo ganó el gobierno municipal de Montevideo, encarna la esperanza de la izquierda de realizar transformaciones sociales por las que ha luchado durante todo el siglo.
La primera fuerza del EP-FA es el Partido Socialista, que no ha renunciado al marxismo como doctrina orientadora, y los ex guerrilleros tupamaros son una importante minoría en la misma coalición.
Pero el discurso de Vázquez no guarda relación con ningún radicalismo. El aspirante izquierdista afirma que el programa del EP-FA «no tiene ni siquiera añoranzas socialistas».
Su promesa para Uruguay es la de una revolución «cautelosa», la misma que cree vislumbrar en otras áreas de América Latina, y su primer paso será aplicar un plan de emergencia para impulsar la producción, debilitada por la crisis regional, y para combatir el desempleo y la pobreza extrema.
La política económica del EP-FA será «absolutamente gradualista» y la coalición garantizará «tranquilidad» a los inversores, con «reglas de juego claras y precisas», aseguró Vázquez.
No obstante, algunos de sus partidarios confían en que «el cambio a la uruguaya» propuesto por el EP-FA llegue lejos.
«El país necesita cambios radicales orientados a objetivos concretos de mejoramiento de la calidad de vida. Confío en que el EP-FA pueda llevarlos a cabo», declaró la escritora Silvia Lago.
«Ahora todo va a cambiar. Los políticos van a empezar a pensar en los pobres. Nos han prometido más empleo y mejores salarios», dijo un simpatizante de Vázquez en la puerta de una humilde vivienda, mientras agitaba la bandera del EP-FA.
Los símbolos de la izquierda abundan en las viviendas precarias de la periferia de Montevideo y en zonas cercanas del vecino departamento de Canelones, construidas la mayoría de ellas con materiales de desecho.
Allí viven muchos de los 700.000 pobres que Vázquez calcula para Uruguay, un país de 3,2 millones de habitantes, y buena parte de los desempleados, que conforman 11,4 por ciento de la población económicamente activa.
Vázquez tiene una gran capacidad «para hacerse oir, entender y conmover a una población que está saturada del viejo discurso impostado de la clase política. Ese es un atributo que le ha dado la adhesión de amplios sectores y una gran credibilidad», dijo a IPS el ex diputado izquierdista Hugo Cores.
Pero su adversario de este domingo, Batlle, cree que el programa de gobierno del EP-FA sólo puede ser implementado por «una dictadura», e implicaría la instalación de «una Habana» en Uruguay.
Batlle también reivindica la política social de los gobiernos democráticos que se sucedieron desde 1985, después de una dictadura militar de 12 años, y se remite al cálculo de la pobreza en Uruguay de la Comisión Económica de Naciones Unidas para América Latina, que la limita a unas 200.000 personas.
«El pensamiento económico y el voluntarismo» del EP-FA son los mismos que «llevaron a la ruina al Perú de Alan García, a la Nicaragua de Daniel Ortega y al Ecuador del folclórico señor (Abdalá) Bucaram», afirmó el ex vicepresidente Gonzalo Aguirre.
Así mismo, un banquero advirtió que el triunfo de Vázquez puede significar «una vuelta atrás, a los malos viejos días de intervencionismo estatal», según consignó el semanario Búsqueda.
El uruguayo Arturo Porzecansky, director gerente de ING Barings para las Américas, advirtió a los inversores que las consecuencias de la victoria del EP-FA «podrían ser adversas, tanto a corto como a largo plazo».
Porzecansky aclaró que no recomienda «la venta directa» de los títulos de deuda uruguayos. Pero también dijo que la eventualidad del ascenso de la izquierda al gobierno le llevaría «a adoptar una opinión poco favorable del panorama para ese crédito soberano».
Mientras, el senador Danilo Astori, a quien Vázquez designará ministro de Economía en caso de ganar las elecciones, aseguró que el EP-FA mantendrá «un gran respeto por la disciplina fiscal y la estabilidad» de precios.
En cuanto a las medidas redistributivas anunciadas por la izquierda, Astori señaló que «hasta el Fondo Monetario Internacional sugiere que los ricos paguen más» impuestos.
Vázquez también se comprometió a convocar a los familiares de los desaparecidos durante el régimen militar y garantizarles que se investigará y se les comunicará el destino de los mismos, como prevé un artículo de la ley de amnistía de 1986 cuyo cumplimiento reclaman desde entonces las organizaciones de derechos humanos.
Sin embargo, no habrá castigo para los culpables de las desapariciones. «Hubo un plebiscito, el pueblo decidió que (la ley de amnistía) no fuera derogada, y nosotros vamos a cumplir con esa ley. No buscamos culpables ni responsables ni queremos mandar a nadie preso», dijo al diario Clarín, de Buenos Aires.
El EP-FA acabó en la primera ronda, el 31 de octubre, con la histórica hegemonía de los partidos Colorado y Nacional, aunque su victoria no le bastó para llevar a Vázquez a la Presidencia sin necesidad de segunda vuelta.
Colorados y nacionalistas sostuvieron la administración del actual presidente, Julio María Sanguinetti, y Batlle consiguió para este domingo el apoyo del Directorio del Partido Nacional.
El voto de los nacionalistas es la clave de la elección y Vázquez también lo busca, instándolos a ignorar las instrucciones de sus autoridades.
El desenlace de las elecciones es incierto y no hay pronósticos. Pero el candidato del EP-FA tiene una certeza, relativa a su futuro: «Aunque gane voy a seguir trabajando como médico. Esa es mi vocación y no voy a abandonar la medicina», anunció a Clarín. (FIN/IPS/rr/ff/ip/99