Fémures de pan, calaveras de azúcar y sabrosos guisos reunieron hoy a los mexicanos vivos con sus fieles difuntos, alrededor de coloridos altares en los que no faltaron el agua, las flores y la luz de las velas, como dicta una centenaria tradición.
Al mediodía de este martes, los "angelitos" difuntos, que dejaron esta tierra siendo niños, volvieron a sus lugares de eterno descanso, luego de ser agasajados por unas horas, para dar paso al homenaje de los muertos adultos, recibidos con incienso.
El festivo ritual de convivencia entre vivos y muertos se cumplió una vez más y, en la plaza Zócalo de la ciudad de México, más de 300.000 panes que semejan huesos humanos fueron degustados por cerca de dos millones de personas.
El gobierno capitalino, en manos del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática, convocó a los habitantes de una de las urbes más grandes del mundo a levantar la Ofrenda del Milenio.
Miles de personas acudieron al llamado desde la noche del lunes y erigieron gigantescos altares en la última fiesta de este siglo dedicada a los muertos mexicanos.
Aunque todas las casas tienen al menos "un muertito que festejar", esta conmemoración estuvo marcada especialmente por conmovedores actos dedicados a las víctimas de las tormentas que inundaron, en algunos casos hasta arrasar, comunidades de varios estados del país.
En Teziutlán, Puebla, 250 kilómetros al oriente de la capital, fueron levantados altares en el mismo sitio de la tragedia donde más de 100 personas perdieron la vida por los deslizamientos de tierra de un cerro en octubre.
Habitantes de algunas localidades que hasta este martes continuaban afectadas por las lluvias, acudieron a su cita anual con sus difuntos en los cementerios locales.
Ofrendas en memoria de las víctimas del sida y misas por el eterno descanso de prostitutas que perdieron la vida a causa de enfermedades relacionadas con su actividad se combinan con rituales en recuerdo de personalidades famosas de México.
El poeta y Premio Nobel de Literatura Octavio Paz, la pintora Frida Kahlo, los muralistas Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros y la poeta Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros, tienen un altar propio en museos y centros culturales.
En lucha frontal contra la influencia de la celebración de "halloween", importado del fronterizo Estados Unidos, miles de mexicanos se prepararon para recibir a los difuntos, en algunos casos con música y baile.
Guiadas por las luces de las lamparas y por los caminos marcados con pétalos de la olorosa y amarilla flor de "cempasúchitl", las almas de los difuntos arribaron hasta sus antiguas moradas.
Para mitigar la sed después del largo trayecto y para poder emprender el regreso, los muertos mexicanos encontraron mesas dispuestas con agua.
La sal es indispensable también para purificar las almas de los difuntos y evitar que éstos se corrompan durante su viaje. El "petate", una rústica alfombra, permitirá un buen descanso para los homenajeados.
Otros productos fueron ofrecidos, según los gustos en vida de los festejados, como los cigarros que fumaba o la bebida preferida, que fueron colocados en la ofrenda sin importar el cáncer o la cirrosis que se llevó al panteón al padre, hermano o hijo.
La vasta cocina mexicana constituye, por supuesto, el mayor atractivo de la ofrenda. El tradicional mole, con sus casi 40 ingredientes, los tamales, el pan de azúcar y otros guisos, según la región, regocijaron el paladar de los "muertitos" mexicanos.
Las plaza Zócalo de la capital, con el tránsito de automóviles clausurado, recreó un cementerio con más de 400 tumbas, para cuya construcción se requirió de varias toneladas de tierra. El "camposanto" capitalino fue adornado con seis toneladas de flores.
Un Museo del Pan fue construido en la Plaza de la Constitución para exhibir 800 tipos de ese alimento, preparados en humeantes hornos.
Un taller de maquillaje recreó, entre otros personajes, a la horripilante "Llorona", esa mujer de llanto eterno arrepentida por haber arrojado a sus hijos al río, según narra la leyenda.
Teatro, exposiciones y ofrendas convocaron a protagonistas de la historia de México de todo signo, entre ellos "La Malinche", la despreciada amante del conquistador español Hernán Cortés, Emiliano Zapata, el mayor guerrillero de todos los tiempos, y el luchador "El Santo".
Mientras se rescata la tradición, los mexicanos vivos compartieron la mesa con sus parientes, amigos o personajes favoritos. Hartos de gusto, esperarán hasta la cita del próximo año. (FIN/IPS/pf/dm/cr/99