El costo político de una rápida liberalización del mercado interno de China es demasiado alto para suponer que Beijing respetará al pie de la letra el acuerdo para su ingreso a la Organización Mundial del Comercio (OMC).
En medio del ambiente menos optimista posterior al pacto comercial de esta semana entre China y Estados Unidos, muchos analistas comienzan a preguntarse si el gobierno chino en realidad se ceñirá a las normas de la OMC.
Beijing y Washington consideraron "histórico" el acuerdo celebrado el lunes, que prepara el camino para la incorporación de China a la organización mundial.
Se trata, en efecto, de un acuerdo histórico, porque cierra todo un capítulo de lucha por derechos comerciales entre China y las grandes potencias occidentales, iniciado hace más de 400 años, cuando una expedición de Portugal estableció en Macao la primera base comercial en este país asiático.
Ahora, mientras Macao cuenta sus últimos días bajo administración portuguesa, China se dispone a ingresar en la comunidad comercial internacional, renunciando a su tradición varias veces centenaria de proteger el mercado doméstico y mantener a raya a los comerciantes extranjeros.
Las autoridades chinas han pretendido y temido a la vez la integración a la organización durante 13 años.
Por eso, persisten dudas sobre si los seis días de maratónicas discusiones que condujeron al acuerdo, anunciado el lunes, lograrán que el ala conservadora del gobernante Partido Comunista acepte abrir completamente el mercado interno a la inversión y el comercio extranjeros.
Pocos días después de sellado el acuerdo entre el ministro de Comercio chino, Shi Guangsheng, y la representante comercial estadounidense, Charlene Barshefsky, el diario estatal Economic Information Daily publicó un artículo sobre formas en que China podría evadir normas de la OMC y continuar protegiendo sus alicaídas industrias.
Titulado "Unirse a la OMC no significa renunciar al proteccionismo", el artículo sugiere que China debe explorar en dichas normas todas las "zonas grises" que puedan cubrirla de la invasión de productos y servicios extranjeros.
La nota señala, por ejemplo, que según las reglas de la OMC para países en desarrollo, las "industrias inmaduras" merecen cierta protección, y por lo tanto China debería aprovechar al máximo la ambigüedad de ese concepto e incluir en la categoría de "inmaduras" las industrias automotriz, química y farmacéutica.
Aun si el gobierno central respaldara firmemente el acuerdo, ¿cómo podrían los líderes provinciales apoyar un pacto que provocará la pérdida de cientos de miles de empleos?
Casi 10 millones de agricultores perderán su trabajo debido a la importación de productos agrícolas más baratos, estimó el economista Hu Angang.
Como los productos chinos son al menos 30 por ciento más caros que en el mercado internacional, incluso una pequeña apertura afectaría el sustento de millones de campesinos de este país.
La prensa estatal demoró en revelar los detalles del acuerdo firmado entre China y Estados Unidos. De hecho, fue la delegación estadounidense la que publicó primero la lista de concesiones chinas en cuanto acceso al mercado y otros temas.
Los diarios chinos destacaron el miércoles el lado positivo del arreglo, pero apenas mencionaron el impacto adverso que tendrá en el desempleo, ya alto, y en la vida de los agricultores cuyos métodos primitivos y parcelas pequeñas no pueden competir con las agroindustrias de Estados Unidos, Canadá y otros países.
Las previsiones internacionales indican que el ingreso a la OMC producirá en China un incremento de tres puntos porcentuales o 30.000 millones de dólares en el producto interno bruto, creará 10 millones de empleos y casi duplicará el comercio a 600.000 millones de dólares para el 2005, señaló Long Yongtu, principal negociador de China ante la OMC.
"Ahora podremos valernos del mecanismo de la OMC para resolver disputas, incluso la relacionada con nuestro superávit comercial con Estados Unidos, que está alcanzando un nivel récord", celebró Long.
Con seguridad, Beijing utilizará el mecanismo de la OMC para defender sus intereses comerciales, pero ¿cuánto demorará en aplicar las reglas en casa? Hace sólo unas semanas, el gobierno decretó el cierre del mercado de las telecomunicaciones a los inversores extranjeros, pero esta semana prometió abrirlo de nuevo.
Aunque China firmó acuerdos sobre derechos de propiedad intelectual, no logró controlar la piratería, y de hecho ésta y el contrabando convierten a la mayoría de las concesiones prometidas por Beijing en pura teoría.
Según el acuerdo, China permitirá que Estados Unidos importe hasta 50 películas al año en lugar de las actuales 10, pero en realidad, se puede adquirir fácilmente cualquier cantidad de filmes estadounidenses en las calles de Beijing tan pronto como se estrenan.
Lo mismo se aplica a diversos artículos contrabandeados como automóviles, gasóleo, gasolina, metales, cigarrillos y otros. Los autos importados deben pagar 100 por ciento de aranceles, pero las autoridades aduaneras no pueden recaudarlos debido al contrabando desenfrenado.
La reducción de los aranceles a 25 por ciento luego que China se incorpore a la OMC aumentará las probabilidades de que la aduana cobre algo, al menos.
Aunque la integración de la novena mayor nación comercial del mundo a la comunidad comercial internacional es un motivo de alegría, el proceso en sí no será rápido ni indoloro.
Su principal beneficio es quizá la esperanza de que el libre comercio conduzca finalmente al triunfo de una sociedad libre.
Sin embargo, Barshefsky no llegó a sugerir que la OMC promoverá la evolución pacífica de China hacia una nación capitalista.
"Debemos ser realistas sobre las perspectivas de cambio en China, porque hay ciertos elementos que nunca cambiarán", dijo la representante comercial de Estados Unidos.
"No me atrevo a afirmar que un acuerdo sobre apertura de mercado conduzca a otra cosa que no sea la apertura del mercado", agregó. (FIN/IPS/tra-en/ab/js/mlm/if-dv/99