Magallanes, uno de los más tradicionales equipos de fútbol en Chile, nacido hace 102 años, se apresta a dejar atrás una historia de glorias pasadas y pobreza actual para convertirse en una rentable empresa como sociedad anónima.
La "vieja academia albiceleste", que milita actualmente en la Primera B (segunda división) del fútbol profesional chileno, pasó a ser administrada este mes por un grupo de empresarios que la capitalizará con tres millones de dólares.
Se llamará ahora Club Deportivo Magallanes S.A. en una experiencia pionera en el balompié de este país sudamericano, donde los clubes profesionales son en rigor propiedad de sus socios, que delegan la gestión en directivos y administradores.
La asamblea de socios magallánicos se reunió el día 18 para autorizar el traspaso de la administración del club a un grupo de hombres de negocios, que encabezan los empresarios Alfonso Swet y Fernando Carlín, ambos con experiencia en gestión deportiva.
Magallanes fue el primer campeón del fútbol chileno cuando en 1933 se instituyeron los torneos profesionales y volvió a coronarse en otras tres ocasiones en la década del 30.
Un estilo de juego clásico y elegante hizo que se le denominara la Academia, al igual que el Racing de Avellaneda en Argentina, con el cual tiene en común la camiseta a rayas blancas y celestes.
De una escisión de Magallanes nació Colo-Colo, uno de los clubes de mayor popularidad en Chile, que comenzó a acaparar títulos desde los años 40 mientras su matriz se iba sumiendo en una lenta y al mismo tiempo progresiva crisis.
Desde los años 60, el equipo vivió sumido en un eterno sube y baja, con desempeños mediocres en la división de honor y constantes descensos a segunda, e incluso con un "horrible" 1995 en que cayó a la Tercera División.
Diez años antes, con un plantel que tuvo entre sus estrellas a un joven Ivo Basay, Magallanes había escrito su última página de gloria cuando obtuvo un cupo para la Copa Libertadores de América.
Ahora se trata de reverdecer laureles y volver a primera división en el nuevo milenio, luego de rendirse a la evidencia de que en el deporte profesional de hoy no basta con tener un glorioso pasado sino que se requieren recursos y, más aún, capacidad gerencial.
Los empresarios que virtualmente compraron el club invertirán los tres millones de dólares en un lapso de tres años, como base para capitalizar esta sociedad anónima que emitirá sus títulos a ser transados en la bolsa.
Esta modalidad, difundida profusamente en Europa y en particular en Italia, es vista como uno de los posibles salvavidas para el fútbol profesional chileno, donde numerosos clubes se debaten al borde de la quiebra.
Los pasivos son abundantes en los balances, aún de equipos poderosos como el mismo Colo-Colo, y la convocatoria a los hinchas tiende a decaer, por lo cual la asistencia a los estadios deja de ser una vía segura de financiamiento.
Los inversionistas que se hacen cargo ahora de Magallanes tienen clara esa realidad y no apuestan exclusivamente a la venta de entradas sino que llegan dispuestos a aplicar la diversificación como fórmula mágica.
Esta sociedad anónima se propone fortalecer la presencia magallánica en el municipio de Maipú, uno de los de más poblados y de más rápido crecimiento de Santiago, donde el equipo está asentado desde mediados de esta década.
Para estos efectos se construirá una infraestructura deportiva con gimnasios, canchas de golf, tenis, piscinas y campos ecuestres, para generar recursos y aumentar la actual cartera de 1.200 socios magallánicos.
La corporación Club Deportivo Magallanes S.A. incursionará también en el negocio de las comunicaciones, para el desarrollo de radioemisoras, revistas, sitios en Internet e, incluso, de un canal de deportes en la televisión por cable.
Las áreas de mercadeo para contratos con futuros "sponsors" y de organización de eventos no sólo deportivos, sino también culturales y musicales configuran otras de las apuestas de Swet, Carlín y sus socios.
Contarán asimismo con un fondo de inversión para el desarrollo futbolístico, que se encargará de generar un plantel financiable y competitivo mediante la compra, venta y préstamos de jugadores y que becará a futuros deportistas de élite.
La apuesta parece arriesgada, pero tiene como promesa de éxito la experiencia de Swet, quien tuvo a su cargo durante varios años la corporación deportiva del club Universidad Católica, el de mayor solidez financiera en la actualidad en Chile.
Swet y sus socios pusieron la mira en Magallanes por constituir además uno de los pocos equipos del fútbol profesional chileno con una gestión financiera sana, gracias a la austeridad de la directiva presidida por Rubén Acuña.
En el capital intangible de la "vieja academia" se contabiliza no sólo su historia centenaria, sino también el hecho de que es un equipo sin "barra brava", que no despierta animosidades en el resto de la afición deportiva.
Magallanes, que luce en su insignia la réplica de la carabela del gran navegante portugués, tiene como otro distintivo a una fiel banda musical que acompaña al equipo en todos los partidos al son de viejos pasodobles y entona el himno en las escasas jornadas de triunfo.
"No nos importa que seamos una sociedad anónima. Lo que queremos es que el equipo gane", dicen los viejos socios magallánicos, quienes confían en que este giro empresarial no arrasará con el romanticismo del pasado. (FIN/IPS/ggr/dm/cr if/99