BRASIL: Una gran tragedia agazapada en el nordeste

La sequía en el empobrecido nordeste de Brasil está dejando de ser un fenómeno anual para convertirse en permanente y con tendencia a una tremenda agudización en los primeros años del próximo siglo.

En estados como Paraiba, ubicado en el extremo oriental de Brasil, no se registró el periodo de lluvias débiles que debió separar la temporada seca 1998 y la de este año. Cerca de 87 por ciento de los minicipios de Paraiba carecen de agua y fueron declarados zona de catástrofe.

Pero la tragedia ambiental del nordeste brasileño no se detiene allí. Previsiones hechas por expertos de Estados Unidos e India afirman que la región enfrentará una sequía aun más brutal entre el 2000 y el 2003.

El resultado de las investigaciones y estudios hechos por Christian Keppenne, por solicitud de la NASA, de Estados Unidos, indica que el fenomeno El Niño volverá a provocar falta de lluvia en el nordeste brasileño a partir de julio del año dos mil.

El pronóstico es confirmado por el experto indio en meteorología del Banco Mundial Kajaran Kane.

Kepenne dijo que antes de la nueva sequía se registraría un corto periodo de lluvias, previsto para el final de 1999 y el primer semestre del 2000.

Pero hasta ahora no cayó una gota de agua en el interior de estados como Paraiba, lo que aumentó el temor de que la sequía pase a ser permanente los próximos tres años.

Esto hace imposible la recuperación de las pérdidas causadas por la larga temporada seca de 1998, la peor del siglo, según las autoridades brasileñas. El año pasado, el total acumulado de lluvia en Paraiba fue de 136 milimetros.

Es lo que llueve en un mes en el resto del país y tres veces menos que lo era normal en el nordeste (500 milímetros anuales). En 1998 en casi 80 por ciento del territorio de los siete estados brasileños que integran el árido nordeste, las pérdidas en la agricultura familiar fueron del orden de 90 por ciento.

La gente ya no tiene comida hace dos años y las consecuencias en materia de salud pública, ya se perciben como un drama.

La diarrea infantil, causada por la desnutrición, causó un aumento de 77 por ciento en el número de muertes entre menores de cinco años de edad. El índice de mortalidad infantil saltó a 66 por 1.000, llegando en casos extremos a 85,7 por 1.000.

El promedio brasileño es de 40 muertes infantiles por cada 1.000 nacimientos.

Según Ariosto Holanda, secretario de Tecnología en el estado de Ceará y autor de un libro sobre la sequía en el nordeste, solo cinco por ciento de la escasa lluvia que cae en la región es aprovechada para la agricultura. El 95 por ciento restante se pierde por la evaporación.

Una de las consecuencias inmediatas es la agudización de la desertización en los estados de Ceará, Piauí, Río Grande do Norte, Paraiba, Pernanbuco, Sergipe, Alagoas y parte de Bahía, que integran el llamado Polígono de la Sequía, donde viven casi 50 millones de personas.

Los pronósticos sobre el empeoramiento de la sequía en la región, que representa cerca de 18 por ciento del territorio nacional, ya son del conocimiento del gobierno brasileño.

La Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) de Estados Unidos pasó los estudios del doctor Christian Keppenne al presidente Fernando Henrique Cardoso.

El problema es que la gran mayoría de la opinión pública de Brasil ya está acostumbrada a la repetición anual de tragedias humanas y económicas en el nordeste del país. También recibe informaciones contradictorias sobre la situacion en la región.

Hay islas de prosperidad en el nordeste brasileño, como la ciudad de Fortaleza, capital de Ceará, que se ha transformado en un polo de atracción de turistas europeos y norteamericanos.

En el interior de Pernanbuco y Bahía, empresas multinacionales producen frutas tropicales y vino para exportacion, mientras los incentivos fiscales promueven la radicación de fábricas textiles y de automóviles para la región.

Abandonados a su suerte, los alcaldes de ciudades del interior del Polígono de la Sequía han decidido movilizar los pocos recursos que disponen para presionar una vez más el gobierno federal.

Pero ellos mismos ya están convencidos de que "solo una tragedia de proporciones bíblicas puede romper la pasividad generalizada de la opinión pública Brasileña sobre el nordeste", como afirma el secretario Ariosto Holanda. (FIN/IPS/cc/mj/en dv/99

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