El centro histórico de la capital de Perú es escenario de una competencia entre dos acontecimientos de artes plásticas que encarnan la contradicción entre cultura y contracultura.
La Segunda Bienal Iberoamericana, patrocinada por el municipio de Lima y con el respaldo de empresas transnacionales y peruanas, compite con una "contrabienal" convocada por la cuatricentenaria Universidad Mayor de San Marcos de Lima.
Ambos acontecimientos, que se extenderán hasta el 15 de diciembre, comprenden exposiciones de pintura, escultura, fotografía, vídeo, artes gráficas e instalaciones, y coinciden en promover la reflexión sobre el arte y la cultura al borde del fin del milenio.
Con cierto ánimo de confrontación, y con la intención de ampliar los límites artísticos y las propuestas ideológicas, la más antigua universidad de América Latina promovió el Festival de Artes Visuales, abriendo espacio a creadores peruanos que no fueron invitados a la Segunda Bienal Iberoamericana.
En 1997, la Primera Bienal Iberoamericana, cuyos organizadores pretenden competir con las de San Pablo y Cuenca, provocó un revuelo masivo sin igual en la capital peruana.
Los 16 edificios históricos convertidos en galerías y las numerosas exposiciones al aire libre fueron visitados por más de dos millones de personas.
En la Primera Bienal, los artistas jóvenes y radicales tuvieron sedes especiales, donde expusieron sin cortapisas cuadros, vídeos e instalaciones caracterizados por su fuerte crítica social, algunos con propósito provocador, incluso con un homenaje al líder de Sendero Luminoso, Abimael Guzmán.
Críticos y sectores conservadores, así como gran parte de los visitantes de la Primera Bienal de Lima, condenaron los supuestos excesos de los jóvenes radicales. Este año, los organizadores de la Segunda Bienal Iberoamericana no les abrieron las puertas.
A la muestra organizada por el municipio limeño asisten 38 artistas extranjeros, y representan a Perú los cinco ganadores de la Bienal anterior y dos consagrados pintores radicados en el extranjero y de prestigio internacional, Humberto Aquino y Antonio Maro.
La Segunda Bienal Iberoamericana de Lima ocupa 11 locales, que incluyen palacios virreinales, galerías prestigiosas y plazas públicas.
La "contrabienal" tiene un presupuesto modesto. Abarca 12 salas de la antigua casona donde funcionó la Universidad Mayor de San Marcos desde la época colonial hasta mediados del siglo XX e incluye, además de muestras artísticas, presentación de libros, debates, espectáculos, conciertos y conversatorios.
Acompañan a la Segunda Bienal de Lima una serie de exposiciones individuales en galerías del centro de la ciudad y de los distritos más elegantes de la ciudad.
Se destacan un gran mural del cubano Sergio Payares, que se exhibe en el Pasaje Santa Rosa, una calle que desemboca en la Plaza Mayor de la ciudad, los óleos en blanco y negro del colombiano Juan José Molina y la instalación fotográfica de la panameña Iraida Icaza.
El cubano Ponjuán González tomó como consigna una oración del rabino Najman y utilizó elementos no convencionales, como cubiertos de mesa, libros, cadenas, cuernos y máscaras, para exponer que "la claridad en el rostro de cada hombre expresa el contorno de su propio paraíso".
"Lo que ocurre es que esa claridad ha desaparecido y solo contamos con nuestros muertos", comentó González.
La escultora cubano-estadounidense María Brito, con un montaje casi escenográfico, interpretó la odisea de los miles de balseros que murieron tratando de llegar a las costa de Florida.
El guatemalteco Darío Escobar, dentro de la escuela pop creada en los años 60 por Andy Warhol, ironizó la transición de varios países latinoamericanos, "que pasaron de vanagloriarse de su patrimonio histórico y cultural al interés exclusivo por los fast food (restaurantes de comida rápida) y los cafés Internet".
El hiperrealista ecuatoriano Jorge Velarde representó una serie de personajes populares de su país. Mientras, el venezolano Miltón Becerra formuló una crítica a los medios de comunicación y la crisis de valores y el brasileño José Damaceno sorprendió a los espectadores con sus esculturas no convencionales.
Los expositores peruanos seleccionados mantuvieron la tónica de anteriores participaciones. Mao Artiaga explotó el acrílico, el neón y las luces, Silvia Westaphalen expuso esculturas abstractas en mármol y Luis García Zapatero sus esculturas gigantes hechas con cañas.
Enrique Bedoya narró, por su parte, historias humanas con su instalación fotográfica, y el escultor Juan Pacheco invadió el espacio destinado al público, obligándolo a circular en medio de sus obras.
Frente a esos dispares trabajos de los consagrados invitados a la Bienal, en las muestras organizadas por la Universidad Mayor de San Marcos "hay hervor y euforia, pero también algo de retórica", según la poetisa Matilde Rosas.
Los participantes de la contrabienal "no solo exponen sus reflexiones y expectativas sociales, también quieren promover el intercambio de opiniones sobre la identidad social y los problemas cotidianos", dijo Rosas.
El periodista Luis Freyre observó que "el festival estudiantil, a pesar de ser el pariente pobre, se muestra más coherente en su esqueleto temático, con tres ejes de reflexión estética y social".
Esos tres ejes son "Espacio Doméstico y Cotidiano", "Crónicas " e "Indómita Presencia".
En el primero, se aborda el problema del individuo y su entorno inmediato, "Crónicas" apunta al pasado cultural peruano e "Indómita Presencia" investiga las relaciones del individuo contemporáneo con sus conflictos interiores y con las contradicciones sociales . (FIN/IPS/al/mj/cr/99